Los niños asesinos de Liverpool... los 4 kilómetros de terror que vivió James Bulger, de 2 años; fue abusado, torturado y asesinado
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James Bulger tenía solo dos años cuando fue asesinado por dos niños de 10, Jon Venables y Robert Thompson; su cuerpo fue encontrado cortado a la mitad en una vía férrea, después de haber sido asesinado a golpes con ladrillos y una barra de metal
En un parpadeo, la madre de James Bulger solo lo había dejado un pequeño instante al comprar algunos productos en una carnicería. Poco después, el pequeño se había ido. La búsqueda del menor terminó en un hallazgo espeluznante. Cubierto de heridas, cortado por la mitad por un tren, el pequeño cuerpo yacía en un campo de vías donde los perpetradores lo habían conducido antes de matarlo con puñetazos, patadas, lanzamientos de ladrillos y una barra de metal... sus asesinos, dos niños de 10 años de edad.
No pasó mucho tiempo antes de que los investigadores apuntaran a dos sospechosos: Robert Thompson y Jon Venables. Las fotos de los sospechosos, conocidas en Inglaterra como “fotos policiales”, se habrían visto casi como fotos de un anuario escolar si los dos niños de diez años no hubieran estado sosteniendo tabletas con sus fechas en sus manos.
Ese 12 de febrero de 1993, hace 30 años, hacía bastante frío, el termómetro marcaba 7 grados y estaba nublado, pero dentro del Centro Comercial New Strand, de Bootle, un suburbio a unos 7 kilómetros de la ciudad de Liverpool, en Gran Bretaña, estaba muy agradable. James, además, iba abrigado con una gruesa chamarra.
Mientras Denise elegía el corte, sacaba el dinero de su billetera y pagaba, las agujas del reloj corrieron tres precisos y preciosos minutos. Cuando Denise volvió a bajar la vista para buscar la mano de James, ya no lo encontró. Miró a su alrededor y tampoco lo vio. Entró en pánico. En esos escasos minutos de esa fatídica tarde, se estaba consumando el caso que horrorizaría a Gran Bretaña, y al mundo, durante décadas.
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Cuatro días más tarde, el cuerpo de James Bulger fue encontrado, abandonado en la vía férrea y con signos de haber sido brutalmente torturado.
Dos niños los secuestradores
Como era de esperar frente a este macabro hecho, de inmediato comenzaron las diligencias para dar con los autores del asesinato.
Al revisar las cámaras de seguridad del recinto comercial, los policías se encontraron frente a una inquietante escena: James Bulger esperaba a que su madre terminara de comprar en una carnicería, cuando dos niños -posteriormente identificados como Robert Thompson y Jon Venables– se acercaron al menor, le tomaron la mano y comenzaron a caminar con él para finalmente salir por una puerta secundaria del centro comercial.
Cuando los noticieros vespertinos dan la noticia de que un niño pequeño ha desaparecido dentro de un centro comercial, las familias británicas se espantan: sienten que les podría haber pasado a ellos. Pero los padres de James se tranquilizan, ya han visto que los “secuestradores” no son adultos, solo son otros niños.
Denise y Ralph Bulger se convencen de que todo saldrá bien, se trata de una travesura: “Miré a Denise y sonreí. Va a estar todo bien, le dije. Son solo dos pequeños chicos”, recuerda Ralph.
Después de un viernes y sábado frenéticos para la familia y la policía, llegó el domingo 14 de febrero. Ese día se halló a James Bulger sobre las vías de la estación abandonada Walton & Anfield.
4 kilómetros de terror
Aquella tarde, James se alejó de su madre siguiendo a dos chicos. Entretenido los siguió hasta afuera del shopping. Al principio lo llevaban de la mano, pero poco tiempo después comenzaron las torturas. Le esperaba un itinerario de 4 kilómetros de terror a través de Liverpool.
En su camino, lloró, pidió por su madre, recibió patadas y golpes, iba agotado... esos chicos lo llevaban a la rastra. Cuando pasaron por el canal Leeds and Liverpool, a unas cuatro cuadras del shopping, lo empujaron con fuerza tirándolo de cabeza sobre el pavimento.
James se lastimó la cara y un enorme hematoma le salió en la frente. Desconsolado siguió marchando empujones. Venables y Thompson le pusieron la capucha de su chamarra para que no se viera su carita lastimada. Los captores se reían de él, y la gente que los veía pasar (fueron 38 los testigos que poco y nada hicieron) pensaban, con inocencia, que eran hermanos peleando.
Venables y Thompson siguieron su camino y se introdujeron con James en un par de negocios. Robaron pintura azul para maquetas, un muñeco Troll y unas baterías.
En un local de mascotas, el dueño, que ya conocía a los vándalos, los echó. Venables antes le dijo que James era el hermano menor de Thompson. Mentiras y más mentiras para seguir martirizando a James a su gusto.
Cuando llegaron al terraplén de una estación de tren semiabandonada pasó lo peor.
Lo primero que hicieron con James fue pintarle el cuerpo de azul para después comenzar a maltratarlo físicamente. Le lanzaron numerosos ladrillos que había cerca de las vías del tren y lo golpearon en repetidas ocasiones con una barra de metal. Robert empezó a patearle. Uno de los golpes fue tan fuerte que le dejó marcada la cara. La agonía parecía no tener fin.
Continuaron pisoteándole las manos y los dedos hasta rompérselos. Lo desnudaron y abusaron sexualmente de él, introduciéndole las baterías por el ano. Finalmente acabaron saltando sobre el estómago y el pecho hasta reventar el vientre.
Una vez muerto, colocaron su cadáver sobre las vías del tren para que lo atropellase. Querían simular que todo había sido un accidente. Cuando terminaron la “faena”, regresaron a sus casas riéndose y bromeando sobre lo que acababan de hacer.
El patólogo forense, Alan Williams, determinó que James tenía 42 heridas. Eran tantas que dijo no poder determinar cuál de todas ellas le había quitado primero la vida. Además, creyó ver connotaciones sexuales en el caso ya que el cuerpo había aparecido sin pantalones, sin calzoncillos, sin medias y sin zapatos y, según afirmó, con el prepucio manipulado y retraído.
Cuatro días después, se encontró el cadáver de James cortado por la mitad y, tras una ardua búsqueda, dieron con los dos criminales gracias al testimonio de una mujer que había visto las imágenes por televisión. Cuando se dio a conocer la noticia, la opinión pública protestó encolerizada. Reclamaban justicia aunque fuesen menores de edad.
Sin muestras de arrepentimiento
Debido a los escalofriantes detalles de este homicidio, se desplegó un operativo policial nunca antes visto en el país, donde Scotland Yard puso a disposición a cientos de efectivos a fin de capturar a los criminales.
Una vez arrestados, Robert Thompson y Jon Venables fueron tratados como mayores de edad por la prensa y la opinión pública, por lo que no tuvieron oportunidad de defenderse.
Tras el mediático juicio, ambos niños reconocieron el brutal crimen –pero no mostraron signos de arrepentimiento– y fueron condenados a prisión hasta que cumplieran la mayoría de edad.
Durante la investigación se comprobó que la película Child’s play 3 (Chucky 3) era uno de los videos que el padre de Jon Venables, Neil, había alquilado meses antes del asesinato, pero no se pudo constatar si Jon la había visto. Aun así las similitudes con algunos elementos del crimen abonaron la teoría de que los chicos habían copiado a Chucky. Ese muñeco siniestro poseído por el alma de un asesino serial es salpicado en una escena por pintura azul. En el interrogatorio los niños asesinos habían dicho que el filme los había inspirado.
En la cárcel fueron separados, controlados bajo estrictas medidas de seguridad y con la constante atención de un equipo de especialistas para su rehabilitación.
Se estima que el Gobierno Británico gastó una cifra cercana a los 4 millones de dólares.
Libertad vigilada, rehabilitación y nuevas identidades
Finalmente en 2001 y pese a las protestas de Denise Fergus, madre de James y miles de ciudadanos británicos, Robert Thompson y Jon Venables obtuvieron la libertad condicional, ya que se aseguró que estaban rehabilitados.
De esta forma el Gobierno británico les asignó nuevas identidades -las que por ley no pueden ser divulgadas- y fueron reubicados en ciudades diferentes.
Sin embargo a mediados de 2010 se dio a conocer que uno de ellos, Jon Venables, fue nuevamente enviado a prisión por violar la libertad condicional y almacenar pornografía infantil.
En el ordenador de Venables encontraron un total de mil 170 fotos de pornografía infantil con menores entre 2 y 7 años violados por adultos. Volvió a la cárcel y, en mayo de 2011, se le otorgó otra vez el beneficio del cambio de identidad, porque su foto había sido expuesta en las redes como pedófilo.
Los Bulger creyeron que la justicia les estaba tomando el pelo. Pidieron que no lo excarcelaran más, pero no lo lograron y Venables volvió a las calles. Denise y Ralph tenían razón: en noviembre 2017 volvió a ser detenido por posesión de pornografía y él admitió los cargos. Fue condenado a 40 meses de prisión. Hoy Venables nuevamente está en condiciones de pedir la excarcelación.