‘Maté a 17 personas’... ‘Juanito Pistolas’, ‘el Ponchis’ y otros niños sicarios, ejército de los cárteles de la droga
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“Anhelan el iPhone, los tenis Jordan, que son dos elementos que les atraen mucho, quieren una moto, el estatus”, dicen expertos sobre los niños sicarios
Unos 30 mil menores integran las filas de la delincuencia organizada en México. La mayoría tienen un perfil que se repite, jóvenes que venían de situaciones de pobreza, que habían crecido en contextos violentos, con graves carencias afectivas y con familiares a menudo relacionados con carteles.
La media de entrada es de 15 años más o menos, aunque existen casos de menores de 12 años, 11 años, que tenían sus primeros acercamientos a la delincuencia organizada temprana. A los 14 años se vinculan formalmente, tienen lo que ellos llaman nómina.
“Anhelan el iPhone, los tenis Jordan, que son dos elementos que les atraen mucho, quieren una moto, el estatus”, afirma. “El marco jurídico permite a un niño sicario ser procesado por homicidio y salir al año y medio”.
Para los menores de edad, la pena máxima que puede dictar un juez en México es de cinco años. Por eso los carteles los utilizan como carne de cañón, se aprovechan de que la condena será corta.
Aquí te presentamos los casos más impactantes de niños sicarios que han sacudido a la sociedad mexicana:
‘Juanito Pistolas’ el niño sicario que murió decapitado
Uno de los 11 integrantes de la “Tropa del Infierno” perteneciente al Cártel del Noreste (CDN), que fueron abatidos en Nuevo Laredo en agosto de 2019, era “Juanito Pistolas”, un joven sicario de apenas 16 años de edad.
Tan pronto se supo de su muerte, rápidamente corrió la noticia en redes sociales de que “Juanito Pistolas” había sido detenido por la Fuerza Tamaulipas anteriormente en el año del 2015. Pero fue puesto en libertad por tener en ese entonces tan solo 13 años.
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El niño sicario resultó decapitado debido a las ráfagas de disparos que intercambiaron los integrantes del Grupo de Operaciones Especiales del Centro de Análisis, Información y Estudios de Tamaulipas (CAIET) con la “Tropa del Infierno”, a la que pertenecía el menor de edad, famoso en la zona por haber llegado tan joven al crimen organizado.
Era tal su fama, que en redes sociales circulan unos videos de narco rap dedicados a él. Uno de ellos es llamado “Comandante Chikitín”, donde se hace alusión a que ingresó a las filas del CDN como sicario desde los 13 años.
“No importa la edad para andar aquí jalando, yo soy un chavalo pero aquí ando laborando. ‘Juanito Pistolas’, así me han apodado”, dice el coro de la canción compuesta en su honor y que ronda en internet.
El director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), Juan Martín Pérez García, explicó que los grupos criminales reclutan a niños, adolescentes y jóvenes para cometer delitos como el secuestro, pues los consideran desechables. Sin embargo, les hacen sentir importantes y con poder, elementos suficientes para que se unan con orgullo a sus filas.
¿Quién es ‘El Ponchis’, el niño sicario?
Edgar Jiménez Lugo, mejor conocido como ‘El Ponchis’, fue detenido el viernes 3 de diciembre del año 2010 en el aeropuerto de Cuernavaca, Morelos cuando intentaba escapar hacia la frontera con Estados Unidos.
El ‘Ponchis’, quien contaba con tan sólo 14 años de edad cuando fue detenido, era perseguido por las autoridades acusado de pertenecer al Cártel del Pacífico Sur (CPS) encabezado por el narcotraficante Héctor Beltrán Leyva.
Durante su detención, el llamado ‘niño sicario’ confesó haber participado en al menos cuatro decapitaciones pero aseguró que lo hizo bajo la influencia de las drogas y porque lo habían amenazado con matarlo en caso de que no lo hiciera.
Jiménez nació en San Diego, California y fue separado de su madre cuando tenía cinco años. El asalto a un negocio fue su primer crimen, pero salió libre por ser menor de 12 años. Después de eso, regresó a las calles donde fue ‘levantado’ por la cabeza del CPS en Morelos, Julio de Jesús Hernández Radilla alias ‘El Negro’ quien lo adiestró para torturar y matar bajo el influjo de la mariguana.
A mediados del 2010 una serie de videos comenzaron a circular en Youtube en donde se observa al niño torturando a varias personas y ahí inició la persecución del menor.
El día de su arresto, Edgar iba acompañado de una de sus hermanas, ambos pretendían ingresar a San Diego para reencontrarse con su madre por recomendación del mismo Hernández Radilla quien, según declaraciones de ‘El Ponchis’, le había advertido que se fuera del país ‘porque aquí está muy feo, te van a agarrar, cuídate mucho’.
Al ser interrogado, Edgar relató que sólo cursó hasta el tercer año de primaria en Jiutepec, Morelos y declaró que fue entrenado bajo un régimen castrense ya que lo ponían a marchar, se formaba con otros ‘reclutas’, era golpeado y puesto bajo arresto si incumplía. Además aseguró haber participado en el asesinato de cinco personas.
Una de sus últimas “conductas antisociales”, de acuerdo con la tipificación de la Ley de Justicia para Adolescentes de Morelos, fue el asesinato de un hombre cuyo cuerpo arrojaron sobre la autopista Cuernavaca-Acapulco, a la altura de la colonia Antonio Barona, dos meses antes de su captura. Al cuerpo le abrieron el cerebro y le pusieron carne molida y luego lo aventaron en ese lugar, refiere un Informe de la Dirección General de Despliegue Regional Policial de la PGR.
Actualmente, ‘El Ponchis’ abandonó el Centro de Ejecución de Medidas Privativas de la Libertad para Adolescentes en el estado de Morelos tras tres años de encierro. Edgar ha pedido protección a las autoridades debido a que tiene miedo de que el cártel intente reclutarlo de nueva cuenta.
“Maté a 17 personas”... Ever Yohsimar
Ever Yohsimar Martínez fue un niño sicario. A los 12 empezó a robar, de los 14 a los 17 años fue asesino por encargo. “Maté a 17 personas”, dijo. Su primera paga fue un automóvil de lujo. Ahora, a los 28, puede contar su historia con un final feliz, aunque dice que su infancia fue violenta y dolorosa.
Su padre era drogadicto y ladrón. Él, un niño maltratado y lleno de carencias del barrio capitalino de La Merced. Un amigo lo invitó a integrarse a “la empresa”. Hacía de todo: golpear brutalmente a quien se negara a pagar extorsiones, vender droga, ser sicario.
“Me producía mucha adrenalina y eso me gustaba. Carga emocional no sentía porque lo que yo tenía era mucho resentimiento contra mis padres, contra la sociedad. Entonces, yo me desquitaba ahí”, cuenta Martínez.
Jacobo sicario del CJNG a los 16 años
Cuando un vecino le hizo la proposición por primera vez, se negó. Pero el hombre, que pertenecía al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), le ofreció 30 mil pesos por el trabajo, y a él, un niño criado en una familia pobre donde las palizas eran habituales, al que nunca le había gustado demasiado la escuela, se le hizo una oferta imposible de rechazar.
“Con 12 años, me convertí en una especie de asesino a sueldo. Hacía los trabajos que mi vecino me pedía. Él me llamaba y me decía a quien tenía que matar. Yo iba, lo mataba y listo, pasaba a cobrar una vez que el trabajo estuviera hecho”.
Con 16 años, Jacobo se unió oficialmente al cartel. “Me encargaba de torturar a miembros de cárteles rivales, mis compañeros los secuestraban y yo les sacaba la información a madrazos. Una vez que teníamos lo que queríamos, los matábamos, a veces los pozoleábamos [disolver en ácido], los descuartizábamos, o los matábamos a puros disparos”.
Entonces le encargaron que asesinara a un miembro que había traicionado al CJNG. A plena luz del día, en un lugar público. Y, como guinda, debía tomar fotos del cadáver al terminar. Tanta exposición le volvió un riesgo para la seguridad del grupo. Lo mandaron matar. Lo tirotearon entre varios.
Recibió disparos incluso en la cabeza. Fue dado por muerto, su cuerpo abandonado en la escena del crimen. Pero, contra todo pronóstico, el adolescente se salvó. Despertó días después, esposado a una cama de hospital. Desde entonces, cumple condena.
La historia de Jacobo es solo una más de una realidad sangrante en el país, la de los más de 30 mil niños que han sido incorporados a las filas de la delincuencia organizada, según la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).
Una investigación publicada este octubre por Reinserta, una ONG que trabaja con personas encarceladas, recoge las vidas de 89 adolescentes y adultos en prisión, de los cuales 67 integraron durante su infancia las filas del narco.