Mexicanos prefieren carnes rojas y ultraprocesados, por encima de frijol y maíz, según un estudio de la UNAM

Nacional
/ 10 enero 2024

El consumo de alimentos en México tiene taxativas socioeconómicas, demográficas y geográficas. En el sur, en zonas rurales, se conserva la dieta a base de maíz y frijol, en tanto que en el norte y en las ciudades predomina la alta ingesta de carnes rojas

Ciudad de México- “La dieta tradicional mexicana, que antes era predominante en el país, ahora es la principal de una proporción pequeña de la población que apenas llega al 6 %”, detalló la investigadora del Instituto de Geografía de la UNAM, Louise Guibrunet, en un comunicado.

El 94 % restante, el frijol y el maíz son reemplazados por trigo y carne. Este aumento de la dieta ‘globalizada’ tiene graves consecuencias para la salud y la sustentabilidad”, precisó Guibrunet.

TE PUEDE INTERESAR: Tener diabetes no es sentencia: en tiendas de Saltillo ofertan productos ‘sabrosos’ y amigables

Siendo así, que este cambio se conoce como “transición nutricional” y se relaciona con la epidemiológica, la cual “se refiere a cambios en la prevalencia de enfermedades y causas de muerte”, expresó la profesora de asignatura en la Facultad de Medicina y coautora de la investigación, Ana Gabriela Ortega.

Por ejemplo, antes había más infecciones y ahora se incrementan las enfermedades crónicas”, explicó Ortega.

$!El ‘Grupo Alto en carne’, quien son los que consumen más de este producto y cereales, siendo el 60 % de la población.

El estudio llevado a cabo por la Universidad Autónoma de México titulado “Determinantes socioeconómicos y demográficos del consumo de alimentos en México”, que fue publicado en la revista PLOS ONE, Ortega Ávila describe que “la transición nutricional contribuye a que las personas se enfermen con más frecuencia de padecimientos relacionados con la alimentación como diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares”.

De acuerdo a este estudio, se indica en la revista, lo que comemos afecta a “la salud pública, como el bienestar humano, además de la producción agrícola y la sostenibilidad ambiental”. En esta investigación se explora “la heterogeneidad de los patrones de consumo de alimentos en un país ecológica y culturalmente diverso. Utilizando un enfoque de clase latente (que crea grupos de individuos con características homogéneas), analizamos un cuestionario alimentario (de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición) aplicado en todo México”.

TE PUEDE INTERESAR: Coahuila: ¿Por qué incluir el huevo en la dieta diaria?

Identificamos cuatro grupos de consumo de alimentos (básico, prudente, alto en carne y bajo en fruta)”, señalan Louise Guibrunet, Ana G. Ortega-Avila, Esperanza Arnés, Francisco Mora Ardila, quienes realizaron esta investigación, “y encontramos que la pertenencia a estos grupos está determinada por características socioeconómicas, demográficas (edad, sexo) y geográficas (región, urbana/rural)”, prosiguen los autores.

El maíz y las legumbres tienden a constituir una proporción mayor de la dieta de las poblaciones rurales pobres que viven en el sur, mientras que las poblaciones urbanas comen alimentos más variados, incluidos ingredientes cuyos sistemas de producción tienden a ejercer más presión sobre los recursos naturales (por ejemplo, la carne)” explican los autores en su artículo publicado en la revista PLOS ONE.

A pesar de la importancia que la literatura le da a la gastronomía mexicana y sus diversas dietas tradicionales regionales, encontramos que solo el 6% de la población adopta un patrón de consumo de alimentos parecido a la dieta tradicional mexicana. En cambio, la mayor parte de la población mexicana tiene un patrón de consumo de alimentos que se asemeja a una dieta occidental, lo cual es problemático en términos de salud pública y sostenibilidad ambiental”, se precisa en la revista PLOS ONE.

$!“Es preocupante la alta deglución de carne que sustituye a proteínas vegetales como el frijol. La de res tiene un impacto ambiental mayor”, indica Guibrunet

En referencia a la sustentabilidad, indica Guibrunet, “es preocupante la alta deglución de carne que sustituye a proteínas vegetales como el frijol. La de res, en particular, tiene un impacto ambiental mayor”.

Así mismo, prosigue Guibrunet que en comparación con el cultivo de un kilo de frijol “para producir un kilo de carne se emiten de 30 a 100 veces más gases de efecto invernadero; se requiere de seis a 40 veces más área agrícola; de cuatro a siete veces más agua y se eutrofiza (es decir, se aporta en exceso nutrientes inorgánicos procedentes de actividades humanas) y de 40 a 50 veces más agua”.

Los investigadores Louise Guibrunet, Ana G. Ortega-Avila, Esperanza Arnés y Francisco Mora Ardila lograron identificar cuatro grupos:

1. El ‘Grupo Alimentos básicos’, son los que relativamente tienen un mayor de consumo de maíz y legumbres (frijol), son el 6 % de la población.

2. El ‘Grupo prudente’, son lo que consumen indeterminadamente más frutas, verduras y lácteos, e incorporan comestibles de forma equilibrada, siendo el 26 % de la población.

3. El ‘Grupo Alto en carne’, quien son los que consumen más de este producto y cereales, siendo el 60 % de la población.

4. El ‘Grupo Bajo en frutas’, es decir, más huevos, aceites, grasas y azúcar, pero menor proporción fruta, carne y verduras, el 8 % de los habitantes.

Los autores del estudio señalaron que es importante “recuperar la dieta tradicional mexicana para mejorar la salud, disminuir los impactos ambientales y conservar el patrimonio biocultural nacional”.

Así también, precisaron que en lo concerniente a la salud, “las cercanas a la dieta tradicional protegen contra la obesidad y el sobrepeso, pues sus consumidores presentan menor grasa corporal, circunferencia de cintura e índice de masa corporal”. Además, la adhesión a la “dieta representativa mexicana” se vincula con los niveles bajos de colesterol en sangre y de insulina.

En cuanto a sustentabilidad, es crucial comer la mayoría de proteína vegetal, como frijol, y que los cultivos sean producidos de manera amigable con el medio ambiente”, señalan los investigadores.

Los autores también detallaron que los sistemas agrícolas tradicionales, como la milpa, “tienen beneficios en términos de servicios ambientales, pues preservan la biodiversidad (biológica y cultural) y son más resilientes al cambio climático”.

Por último, en relación con la prohibición gradual de la venta de refrescos en las instituciones educativas, durante la última década, los autores opinan que es una política pública esencial “en reducir la adquisición de alimentos ultraprocesados y dañinos para la salud”.

Con información de la Agencia EFE/UNAM.

COMENTARIOS

Selección de los editores