Putin deja que otros instiguen la amenaza nuclear de Rusia
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Putin no está precisamente renunciando a su enfoque belicoso hacia Occidente, pero estos días, cuando se trata de armas nucleares, pareciera disfrutar más el papel de líder sereno
Por Paul Sonne y David E. Sanger
Estos días, los partidarios de línea dura de Rusia están azuzando vigorosamente la amenaza nuclear, tanto en la televisión como en revistas académicas, alegando que una explosión atómica —en Ucrania, en Europa o tal vez con una prueba sobre Siberia— es la única manera de restaurar el miedo de Occidente al poderío ruso.
Pero hasta el momento, el presidente Vladimir Putin no se ha sumado al coro.
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Putin no está precisamente renunciando a su enfoque belicoso hacia Occidente, pero estos días, cuando se trata de armas nucleares, pareciera disfrutar más el papel de líder sereno en la toma de decisiones, incluso mientras mantiene viva la amenaza de un ataque nuclear.
Discernir las motivaciones de Putin siempre es una tarea peligrosa, pero algunos funcionarios estadounidenses y europeos afirman que hay varias explicaciones posibles para el enfoque más matizado de Putin respecto a las armas nucleares.
Es posible que haya sido escarmentado por la reacción negativa de hace un año, cuando los funcionarios estadounidenses manifestaron una profunda preocupación por una posible detonación nuclear, y China e India, entre otros, advirtieron que no había justificación para el uso de armas nucleares.
También se siente más confiado en el campo de batalla en Ucrania, alardeando con regularidad sobre el estancamiento de la contraofensiva ucraniana, lo que reduce la necesidad de apelar a amenazas nucleares. Las encuestas muestran que, a pesar del apoyo a la guerra en Ucrania, los rusos desaprueban en general el posible uso de armas nucleares.
Y, según algunos funcionarios de inteligencia, es posible que Putin esté aguantándose, de modo que, si decide lanzar nuevas amenazas en el futuro, lo tomen en serio.
Cualesquiera que sean las razones, Putin se negó a morder el anzuelo el jueves cuando un destacado politólogo ruso se levantó de la primera fila de una conferencia en Sochi y se lamentó ante Putin de que “la disuasión ya no funciona”.
Estados Unidos y sus aliados ya no temían lo suficiente el poder nuclear de Rusia, dijo Sergei Karaganov, cuyos comentarios suelen tener influencia en el Kremlin. Karaganov le preguntó al líder ruso si quizás no era hora “de bajar el umbral y subir firme, pero rápidamente por la escalera de la escalada para disuadir y espabilar a nuestros aliados”.
Putin, quien hace un año estaba lanzando sus propias amenazas nucleares, afirmó que estaba familiarizado con las propuestas de Karaganov, que incluyen castigar “una serie de objetivos” con ataques nucleares, pero el líder ruso dijo que no veía la necesidad de alterar la doctrina nuclear actual del país.
Al mismo tiempo, Putin mencionó de forma casual que Moscú había probado con éxito un nuevo y amenazador misil de crucero de propulsión nuclear con alcance global, el cual Rusia ha anunciado como parte de un arsenal recientemente fortalecido de armas nucleares estratégicas. “Nadie en su sano juicio utilizará un arma nuclear contra Rusia”, dijo Putin.
El intercambio fue característico de una dinámica emergente en Moscú, en la que los rusos de línea dura expresan propuestas provocadoras sobre el uso o prueba de armas nucleares, solo para que Putin se presente como una fuerza moderadora que frena a los perros más extremos de la guerra nuclear, aunque en realidad no quita nunca la amenaza de la mesa.
“No creo que debamos dejarnos llevar por ningún tipo de falsa complacencia”, dijo Fiona Hill, investigadora de la Brookings Institution y la exfuncionaria de mayor rango sobre Rusia en el Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno de Trump. “No descarto que decida utilizar un arma nuclear”.
En una entrevista, Hill afirmó que debido a que Putin es cauteloso a la hora de contrariar al líder de China, Xi Jinping, “tiene que ser extraordinariamente cuidadoso con las circunstancias”. Aun así, incluso si nunca usa las armas, dijo Hill, quien escribió una biografía de Putin, “quiere que el impacto psicológico” de su uso potencial afecte cada decisión sobre la guerra en Ucrania.
La provocación de Karaganov se produjo tras otros comentarios incendiarios de destacados rusos en las últimas dos semanas que generaron una atención renovada sobre la amenaza nuclear. Uno de los principales propagandistas de Putin, por ejemplo, propuso detonar un arma nuclear “en algún lugar sobre Siberia”, y uno de sus amigos exhortó a Rusia a reanudar las pruebas nucleares en el Ártico para restablecer el orden geopolítico.
Los partidarios de la línea dura sostienen que incrementar el temor hacia el arsenal nuclear de Rusia llevará a Occidente a dar marcha atrás a su apoyo a Ucrania.
El clamor entre los agresivos halcones de guerra ha aumentado este año a medida que han ido disminuyendo los temores de Washington de que el Kremlin recurra a las armas nucleares. Al comienzo de la guerra en Ucrania, el presidente Joe Biden dudó en enviar potentes misiles, tanques, sistemas de defensa aérea y aviones de combate F-16 para armar a Ucrania, en gran parte por temor a una escalada nuclear por parte de Rusia.
Pero de manera gradual durante el último año, Biden y los aliados de la OTAN llegaron a la conclusión de que las “líneas rojas” de Putin no eran tan claras como temían en principio. Las naciones occidentales han enviado tanques y misiles cada vez más potentes, y están capacitando a pilotos ucranianos para que vuelen los F-16. El resultado ha sido un debate intermitente en Moscú sobre lo que Rusia puede hacer para restaurar una sensación de terror en Occidente y convencer a Washington de que Putin está dispuesto a utilizar su arsenal nuclear.
Aunque se presenta como una supuesta voz de la razón, Putin ha estado subiendo la temperatura a su manera. El jueves, además de afirmar que Rusia había probado con éxito el misil de crucero de propulsión nuclear, planteó la posibilidad de que Rusia pudiera revocar su ratificación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares y señaló que aún no había decidido si Rusia debería realizar pruebas o no. (Estados Unidos nunca ha ratificado el tratado de décadas de antigüedad, pero ha respetado sus disposiciones).
Desde el principio, las nubes oscuras de la escalada nuclear se han cernido sobre la guerra en Ucrania, a veces despejándose y luego reapareciendo, a menudo para servir a la agenda de Putin del momento.
En el discurso en el que anunció su invasión el 24 de febrero de 2022, Putin le advirtió a los países que no interfirieran, amenazando con consecuencias “como nunca han visto en toda su historia”, poniendo de inmediato sobre la mesa la amenaza del uso de armas nucleares. Fue el tipo de amenaza indirecta sobre armas nucleares que Putin ha favorecido durante toda la guerra.
El punto álgido de la ansiedad de Washington se produjo hace exactamente un año, cuando Rusia se tambaleaba en el campo de batalla de Ucrania. Por desesperación, anunció una movilización caótica y la “anexión” de cuatro regiones del este de Ucrania.
Biden expresó abiertamente su preocupación de que el mundo enfrentara la “posibilidad de un Armagedón” con Rusia, y una noche les dijo a sus sorprendidos partidarios en Nueva York que pensaba que el mundo estaba en un momento de peligro nuclear como ningún otro desde la crisis de los misiles cubanos, hace seis décadas.
Los funcionarios del Pentágono y de la Casa Blanca hicieron una serie de llamadas a sus homólogos rusos, advirtiendo sobre consecuencias no especificadas, pero importantes si se llegaba a detonar un arma nuclear.
Aunque los funcionarios estadounidenses todavía creen que Putin podría recurrir a armas nucleares en Ucrania bajo ciertas circunstancias, en especial si se recuperara territorio en Crimea, esas preocupaciones ya no están tan presentes como antes.
Esto ha producido la actual ronda de provocaciones dentro de Rusia, en la que Putin se contenta con dejar que sean otros los que instiguen las amenazas nucleares.
Dmitri Medvédev, expresidente y actual vicepresidente del consejo de seguridad ruso, amenaza periódicamente con la aniquilación nuclear si la OTAN continúa armando y capacitando al ejército ucraniano. Lo mismo ocurre con una serie de analistas que ocupan el espectro radioeléctrico cada noche en la televisión estatal.
Dmitry Trenin, quien durante mucho tiempo fungió como el director del Centro Carnegie de Moscú, cuya afiliación con el instituto financiado por Estados Unidos terminó en 2022 debido a su apoyo a la guerra, concedió una entrevista hace más de un año, republicada en la revista Russia in Global Affairs, con el título “¡Traigan de vuelta el miedo!”.
En Ucrania, algunos altos funcionarios han llegado a expresar escepticismo con respecto a que Rusia recurra a las armas nucleares.
En una entrevista de junio con The Economist, el director de la inteligencia militar ucraniana, Kyrylo Budanov, predijo que Rusia evitaría llevar a cabo un ataque nuclear.
“Como director de inteligencia, les digo claramente que eso no va a suceder”, dijo Budanov. “A pesar de mi disgusto por la Federación Rusa, no hay muchos idiotas gobernando el país”.
c.2023 The New York Times Company