¿Quién es Sara Aldrete ‘La Narcosatánica’?... la mujer que cocinaba a sus víctimas y sacrificaba niños; fue condenada a 600 años de cárcel
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La originaria de Tamaulipas cocía a sus víctimas en calderos y fue una de las líderes de un oscuro culto llamado ‘Los Narcosatánicos’
En la década de los 80, los Narcosatánicos estuvieron involucrados en decenas de asesinatos y sacrificios humanos en la ciudad de Matamoros, ubicada en Tamaulipas, México, y su caso más famoso fue el del brutal crimen en contra de Mark Kilroy, un estudiante estadounidense víctima del culto en 1989.
Quienes lideraban el culto de los Narcosatánicos eran Adolfo de Jesús Constanzo y Sara María Aldrete Villareal, una joven de 28 años que posteriormente fue conocida como “La Madrina” o la ‘La narcosatánica’.
Sara María Aldrete Villareal es originaria de Tamaulipas y en 1987 a sus 23 años de edad cursaba la carrera de Educación Física en el Southmost College en Brownsville, Texas. En esos años previos a ser conocida como “la narcosatánica”, ocupaba su tiempo para dar clases de tenis y practicar danza gracias a que tenía una beca para ello.
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Sin embargo, para 1989, su rostro saldría en los titulares de la nota roja de la prensa de la época junto con un hombre llamado Adolfo de Jesús Constanzo bajo el título “A la caza de los diablos mayores”, “¡Más crímenes satánicos!”, según cita el portal del antiguo programa cultural gubernamental Tierra Adentro.
En los reportes de prensa señalaban los ‘templos satánicos’ que creó ‘el rey de la cocaína’ Adolfo Constanzo el llamado ‘Padrino de Matamoros’.
A los narcosatánicos se les atribuyó el sacrificio de niños así como cercenar a sus víctimas que secuestraban, torturaban y asesinaban, ritos realizado para que tuvieran protección metafísica a través de ofrecer las ofrendas sangrientas.
Cuando cumplió 28 años de edad, Sara conoció a Adolfo, un joven estadounidense de origen cubano que había sido criado en Puerto Rico por su madre que lo introdujo en el mundo de la santería del culto afroamericano conocido como Palo Mayombe. A Sara pronto le llamó la atención Adolfo tanto por su apariencia física de tez clara y ojos verdes, así como su conocimiento en la santería y que tenía un alto poder adquisitivo derivado del tráfico de drogas.
Para 1984, el narco ya era líder en Matamoros de un grupo dedicado a la santería y al narcotráfico y tres años después reclutaría a Sara Aldrete para ingresarla a aquel culto donde sería “bautizada” como “La Madrina”. Durante ese tiempo, los dos líderes del culto reclutaron a varios “ahijados” para el trasiego de drogas y para secuestrar y tortura a la gente.
En 1985, Constanzo y sus ‘discípulos‘ se establecieron en Matamoros, Tamaulipas. Ahí siguieron trabajando como uno de los sanguinarios brazos armados del Cártel de Juan García Abrego. También comenzaron practicar ritos en donde utilizaban partes de los cuerpos de sus víctimas para realizar misas donde pedían protección y hechizos con los que podían volverse ‘invisibles’ a las autoridades que todavía no corrompían.
Tanto a Sara como al resto de los narcosatánicos, la seducción por el poder y el dinero, y no respetar la vida humana, los llevaron a sacrificar a las víctimas.
Sara mutilaba los cuerpos para preparar sus restos en calderos para comenzar con los rituales. A petición de “El Padrino”, cocinaba las columnas vertebrales, los corazones y los cerebros de los asesinados para lograr tener invulnerabilidad tanto para ellos, como para algunos de sus clientes de santería.
El asesinato de Mark Kilroy
El 13 de marzo de 1988, los seguidores de Constanzo secuestraron a Mark Kilroy, estudiante estadounidense de 21 años, y lo llevaron a su rancho. Ahí, lo torturaron y mutilaron.
A su cadáver le quitaron el cerebro y lo hirvieron para hacer una de las pociones que, creían, los volvían invisibles.
En abril de 1989, el culto de Sara y Adolfo terminó luego de que uno de sus trabajadores identificado como David Serna, fue detenido por la policía al no respetar un retén, por lo que al ser cateado su automóvil, los uniformados encontraron una arma de fuego, droga y un extraño caldero el cual tenía manchas de sangre y restos de los corazones, columnas vertebrales y cerebros que usaban los santeros.
Kilroy se encontraba de vacaciones y al no volver, su familia en Estados Unidos dio aviso y las autoridades de aquel país comenzaron a buscarlo. Serafín Hernández, uno de los miembros de la banda fue detenido y dio información sobre el rancho en Matamoros, pero los otros sicarios huyeron del lugar.
“El Padrino” y el resto de la banda se trasladaron a la Ciudad de México. En mayo de 1989, Constanzo y Martín Quintana murieron al ser abatidos en un departamento en la alcaldía Cuauhtémoc, muy cerca de Paseo de la Reforma.
Sara Aldrete sobrevivió y fue detenida. Su relato se hizo popular e incluso, escribió un libro llamado “Me dicen la narcostánica”.
La ex estudiante de Educación Física se declaró inocente pues decía que solo había sido una víctima más de Adolfo; sin embargo, la mujer fue declarada culpable y fue sentenciada a purgar una condena de 600 años de cárcel, misma que aún cumple. La última vez que se supo de ella, estaba recluida en el entonces penal femenil de Tepepan ubicado en Tlalpan.