2023: ¿traiciones partidistas o juego de espejos? (1)
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¿Por qué las traiciones a Miguel Riquelme florecen –mayormente– en Torreón y no en Saltillo? ¿Cuál es el peso electoral específico –en términos territoriales– de cada una de ellas?
Cual introducción a la primera pregunta, comparto lo escrito en una de mis columnas en julio pasado: “El Iluminado y Vidente Popochas me visitó en sueños para decirme: ‘la deslealtad y la traición florecerá entre los torreonenses cercanos a Miguel Riquelme; no, entre los saltillenses, también amigos de él. La cultura política de cada región es harto distinta, enfatizó el avatar, antes de desaparecer”.
Los profetas, como el Maestro Popochas, suelen hablar en términos categóricos y contundentes. Por ello, es importante matizar su augurio. La traición no es monopolio de los torreonenses por ser un elemento integral del quehacer político desde tiempos inmemoriales. Pero, en esta coyuntura preelectoral ha florecido –entre algunos torreonenses– cual acacia blanca del desierto.
¿Entenderán ellos que su deslealtad e ingratitud, “al traicionar a (su amigo Riquelme) y no tener palabra” sólo les haría ganar poder en el mejor de los casos, pero no gloria, como lo sostiene Maquiavelo? No. Es mucho esperar de cada uno de ellos.
¿Habrán imaginado que en ese universo traicionero que ahora habitan sus nuevos compañeros mirarán sus “sonrisas como dagas” y su cercanía como “sanguinaria”, cual lo expresa Donalbain, el personaje de Macbeth de Shakespeare. Imposible. Ninguno de ellos posee tales alcances.
Su nivel lo precisa Mehmet Murat İldan, escritor y dramaturgo turco, con estas palabras: “Ningún búho tiene miedo de la noche, ninguna serpiente del pantano y ningún traidor de la traición”.
¿Por qué en esta coyuntura preelectoral, priistas torreonenses de cepa, como Jorge Luis Morán, Mario Cepeda y Shamir Fernández, han traicionado –abiertamente– a Miguel Riquelme? ¿Por qué los priistas saltillenses –aunque lo pensaran– no lo han hecho?
Son dos culturas políticas diferentes: La saltillense está forjada en una tradición histórica y cultural ligada al poder político de manera central y cotidiana. La torreonense no.
Tres situaciones han incidido de manera puntual para forjar la cultura del político saltillense: 1.- El impacto económico y laboral que ha tenido el Gobierno estatal a lo largo de la historia, como centro del poder. 2.- La canalización de decenas de miles de saltillenses que desde las universidades –en particular, la Facultad de Jurisprudencia de la UAdeC– han nutrido las filas de la burocracia del Gobierno estatal. 3.- Estas dos situaciones han derivado en una serie de comportamientos básicos –de la clase política y de la burocracia– ante el poder público, anudados en torno a la importancia de preservar la institucionalidad del Gobierno estatal, como un atributo básico para fortalecer el Estado de Derecho, pero sobre todo, para asegurar su supervivencia económica y política –personal o grupal–, más allá de su función o del nivel ocupado en la estructura de Gobierno estatal.
De ahí surgen formas y contenidos de una manera de hacer política que difícilmente atentaría –de manera frontal y contundente– con el orden establecido. Porque sería un acto suicida en lo personal e institucional.
No en balde, me señala la agudeza de un amigo, la figura icónica del político saltillense es Venustiano Carranza. El forjador inicial de la institucionalidad contemporánea en México.
¿Cuáles son las características de la cultura política torreonense que la hace proclive a la traición? En ese juego de espejos preelectoral, ¿cuál es el peso político electoral de los priistas traicioneros para incidir de manera determinante en los resultados electorales de 2023?
Continuará...
Nota: El autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.