2023: ¿traiciones partidistas o juego de espejos? (3)

Opinión
/ 29 agosto 2022
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Va una breve introducción para los lectores que no han seguido esta saga: he argumentado que los políticos torreonenses son más proclives a la traición –deslealtad e ingratitud–, no como un tema personal sino por ser propio de la cultura política en la cual han crecido: individualista, pensada desde su provecho personal y regionalista: Pancho Villa es su icono cultural. Jorge Luis Morán, Mario Cepeda y Shamir Fernández son ejemplo de ello.

En sentido contrario, la cultura política saltillense –no exenta de la traición, por ser consubstancial a la política desde tiempos inmemoriales– tiende a disciplinarse de manera personal y colectiva –en situaciones estables o caóticas– para apostarle a la institucionalidad del sistema por razones de supervivencia personal y grupal en sus dimensiones económica y política. En ese esfuerzo disciplinado, Venustiano Carranza es su ejemplo a seguir.

Ahora, estamos en la “Casa de Espejos” de la feria electoral de Coahuila. En un espejo oval diminuto aparece la figura de Jorge Luis Morán. ¿Qué tan relevante es su pequeña traición a Riquelme? Desde una perspectiva electoral: punto menos que cero, porque Morán nunca fue un operador territorial. De hecho, su deserción fue causada para evitar su encarcelamiento mediante su integración al equipo de Ricardo Mejía. Carlos Loret de Mola lo apunta así: “(Hubo) denuncias (ante AMLO) de que empresarios carboneros de la región (Carbonífera) eran extorsionados a cambio de recibir contratos de la CFE para comprarles el mineral: les pedían dinero, viajes y hasta vehículos de lujo. La CFE concluyó que el responsable de toda esta corruptela era un alto funcionario del gobierno estatal priista a quien denunciaría ante la FGR. Ese alto funcionario se pasó a Morena, obtuvo su patente de impunidad y hoy es el coordinador de campaña del subsecretario de seguridad federal, Ricardo Mejía”. Esta es la primera traición agradecida.

En otro espejo, uno rectangular pero cóncavo, sale Mario Cepeda deforme. Este personaje intentó irse a Morena pero reculó, por una sencilla razón: sus operadores territoriales lo dejaron sólo en su desleal aventura.

Sin embargo, Cepeda, fiel a la frase “pobre porfiado, saca mendrugo”, insiste en traicionar a Riquelme: en las pasadas elecciones internas de Morena en Coahuila, el mismo Cepeda movilizó a su gente para que votarán a favor del hijo y la esposa de Víctor Severo Ortiz, mano derecha de Mejía: el hijo quedó como consejero y responsable de la cartera juvenil y la esposa como consejera y encargada de las finanzas de Morena en Coahuila. Por esas acciones, en ese espejo cóncavo, la figura de Cepeda aparece contrahecha.

Pero si Riquelme mantiene –como hasta ahora– control sobre los coordinadores de zona de Cepeda y amarrada la relación con “El Mayín”, hijo de Cepeda, considerado la mejor versión de su padre como operador electoral; la traición de Mario Cepeda será agradecida.

A lo lejos, un espejo roto refleja la imagen quebrada de un político venido a menos: es Shamir Fernández. Nunca ha sido un operador territorial (no tiene estructura alguna) o político con mente propia (su inteligencia siempre fue coordinada por Riquelme, Rigo y, en su momento, Rubén); pero sin duda, Shamir ha sido un exitoso político de escritorio, siempre listo para las fotos de oportunidad con políticos de renombre o selfies en redes sociales.

Shamir, empero, supo venderse caro con Mejía, quien rápido, como en los dos casos anteriores, compró “gato por liebre” para generar la percepción mediática de división interna en el PRI. Sin embargo, esta es la tercera traición agradecida.

¿Piensa Mejía seguir recolectando liebres con olor a cartuchos quemados pzara ganar Torreón? ¿Hasta dónde será capaz de exprimir esa proclividad a la traición de la clase política torreonense?

Nota: El autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.

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Columna: Panóptico

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