2025... Lo que se nos viene

Opinión
/ 31 diciembre 2024

Lo que se está fraguando (no, consumando) no tiene antecedente en el mundo democrático del que tanto esfuerzo nos costó obtener la membresía

Si está leyendo este artículo en lugar de estar −¡no sé!− embarrando tamales, es probable que sus ganas de ayudar en la cocina sean tan apreciadas como un gasolinazo y le hayan proporcionado mejor un teléfono o tablet para mantenerlo “ocupado”.

Yo, que decididamente no pienso mover un sólo músculo para celebrar el inicio de un nuevo año que −seamos honestos− sólo se antoja “especial” por lo que viene arrastrando del que le precede.

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El año nuevo es como un hijo de AMLO, un “nepo-baby” que les llaman ahora (“nepo” de nepotismo): Que de origen no tiene nada de particular, pero es su ascendencia lo que nos hace observarlo con una buena dosis de ansiedad aplacada con Xanax.

Quiero decir, que el 2025 no tendría nada de particular si no fuese porque es hijo del 2024. Pero ya volveremos a ello.

Primero me parece necesario reflexionar... ¿Se percató de que ya nos echamos un cuarto −¡un cuarto!− del Siglo 21 y se nos fue en puras pendejadas?

Internet ya teníamos cuando arribamos al celebérrimo año 2000, sólo le han ido colgando más y más periquitos a las redes sociales para vendernos teléfonos cada vez más caros.

Y la primera película de Spider-Man (antes le decíamos Hombre Araña) llegó dos años después, así que Hollywood tampoco nos sorprende ya desde entonces.

Admitámoslo, se nos ha ido la cuarta parte del siglo 21 en checar el “féis” y esperar la siguiente película de MARVEL, a cual más mala que la anterior.

Pero en lo que va del siglo ni acabamos con el PRI (sólo lo afiliamos a Morena), ni colonizamos Marte (porque el que nos iba a llevar, Musk −otro “nepobaby”− resultó un especulador bursátil-empresarial sin escrúpulos, más preocupado por influir en la política que en la ingeniería del futuro).

A propósito, el primer sainete programado para el 2025 será la toma de protesta para su insólito segundo periodo presidencial en la Casa Blanca de Donald John Trump, en la que precisamente estará acompañado en todo momento por su Primera Dama: “Melonia Musk”, que es como ya le llaman al dueño de X antes “tuíter”.

No me encanta. Sabe Dios, lo sabe usted y lo sabe el mundo que detesto al “Míster”, pero quizás sea eso lo que el mundo necesita: Cuatro añitos de “idiocarcia” y populismo; para ver si las facciones progresistas del mundo vuelven a preocuparse por los asuntos relevantes de la humanidad en lugar de estar abanderando a las legiones de “ofendides” en las Guerras Culturales (ya ahondaremos al respecto si el 2025 nos da la ocasión).

Nosotros en México, que ya tenemos sexenio y fracción viviendo el sueño populista, tenemos agendado para el año que inicia un evento también sin precedentes.

Y cuando decimos “sin precedentes”, en esta ocasión no es sólo una hiperbólica muletilla retórica. Lo que se está fraguando (no, consumando) no tiene antecedente en el mundo democrático del que tanto esfuerzo nos costó obtener la membresía, misma que no tiene carácter de irrevocable para ninguno de sus miembros. En cualquier momento la sociedad más avanzada e ilustrada vota a un tarado mesiánico que los regrese en dos decretazos al vasallaje.

En México celebraremos en 2025 lo que los expertos en materia jurídica de todo el mundo califican de barbarie, a la que los catedráticos de Harvard se refieren como “oiesamamada”.

Los mexicanos habremos de elegir a los juzgadores del Poder Judicial sin tener la más pálida, escuálida, diminuta, insípida, intrascendente o desvencijada idea de quienes son los aspirantes, en un proceso que de origen viene viciado y que el Gobierno no tiene idea de cómo implementar.

Desde luego, ya estaremos haciendo la respectiva crónica de esa catástrofe anunciada.

Lily Phillips es una joven británica de 23 años que acaba de saltar a la volátil fama que ofrece la era informática tras culminar el reto autoimpuesto de hacer el delicioso con 100 voluntarios.

Su hazaña fue registrada por un documentalista que dio fe y testimonio de esta prueba del espíritu humano, y en respuesta los opinólogos saltaron a debatir si aquello fue un acto valiente, liberador y empoderador o, por el contrario, es sólo el resultado de la objetificación de la mujer y el abaratamiento de la experiencia erótica como vil mercadería.

La chica fue objeto de severas críticas por la falta de controles sanitarios en su maratón de embutidos pero, sobre todo, porque al final de dicho buffet lejos de verse contenta, plena, realizada, se le veía más bien apagadona, apachurrada, deprimida y con los ojos rojos (aunque no de las ganas de llorar).

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Yo no voy a emitir juicio o comentario alguno respecto a su conducta. Mucho menos de índole moral, porque nosotros no hacemos eso aquí.

Yo nada más quería comentarle que la señorita (¡ja!) Philips también tiene planes para el 2025 y esos son los de pasarse por las armas a UN MILLAR de comensales.

Esos serán los eventos que marquen el año que estamos por recibir. En cualquier caso, una mujer, una nación o el mundo, una jodienda multitudinaria.

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