Agenda política (16)

Opinión
/ 22 agosto 2022
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“La joven estaba vestida, a medio vestir (Anita). Al entrar Guillermo despertó sobresaltada... ¡Guillermo! –Llamó la joven con cierto temor– ¿por qué me miras así? Dilatadas las narices y con respiración jadeante, el bandido permaneció sentado algunos momentos... agarrándola por el cuello, la arrastró hasta el centro de la habitación y, dirigiendo una mirada a la puerta, tapóle la boca con su pesada manaza... empuñó seguidamente una pistola... cruzó por su mente la idea de que sería descubierto en el acto si disparaba el arma, entonces con la culata de aquella descargó dos golpes tremendos contra la cara vuelta hacia arriba de la joven...”.

Siga leyendo, por favor: “Tambaleóse la joven y cayó desplomada en tierra, cegada por la sangre que en abundancia brotaba de una herida terrible que los golpes habían abierto en su frente. Pudo incorporarse sin embargo y ponerse de rodillas... El asesino (Guillermo) se acercó a la pared con paso vacilante, agarró una tranca, y volviendo la cabeza a fin de no ver a su víctima, la remató a trancazos... a sus oídos había llegado un quejido lastimero, sus ojos vieron que su víctima movía una mano, y su rabia acrecentada por el terror, le impulsó a herir, a herir y una y otra vez. Echó una colcha ¡Peor, mucho peor!... allí estaba el cadáver... carne y sangre”.

Escalofriante, dantesco, terror real. No, señor lector, no es la muerte de alguna mujer en estas tierras desoladas de México vía la mano de algún tipo miembro del crimen organizado o bien, a manos de los sanguinarios “Zetas” y su larga cauda de dolor sembrado. No, no es un feminicidio más en esa tierra sin ley llamada Monterrey donde hay dos gobernantes virtuales (Samuel García y Luis Donaldo Colosio Jr.) Insisto, no fueron los sanguinarios “Zetas” o el CJNG, no. Es la muerte de Anita, un entrañable personaje de Charles Dickens en su novela (según es lectura para adolescentes) “Oliver Twist” (1838).

Bañada en sangre y encobijada, a Anita se le infringió una muerte de las más dolorosas y sanguinarias que hay en la literatura... lo cual se ha trasladado al mundo real y cotidiano en México. ¿Está la maldad anidada en nuestro cuerpo, en nuestra mente, en nuestro corazón, en eso llamado alma? Y usted lo sabe, “Oliver Twist” de mí amado Dickens es eso: un alegato fiel, poderoso y esperanzador del triunfo del bien sobre el mal. En una parte de la novela nos dice el gran Charles Dickens: “Luz que por contraste brilla más entre las cosas oscuras que hay en la tierra.” Al parecer y en México, nunca más.

Muchos, hartos y puntillosos comentarios he recibido con esta saga de textos donde trato de formar alguna teoría que revele la raíz de tanto mal y maldad cotidianos en este país. Y la verdad: no tengo respuestas. Sólo está pasando esta violencia demoniaca y bestial. Cosa que al parecer, a nadie le importa. Un poeta de culto en el país, José Carlos Becerra, muerto prematuramente en Europa, escribe estos versículos: “Pero la vida sólo exige el acto de la muerte,/ el ruido de las pisadas de nuestras propias hormigas”.

Esquina-bajan

La muerte, lo podrido, la putrefacción, el acto consumado de maldad, la no vida, los gusanos, las hormigas, las moscas, la inmundicia... y si nombramos insectos y demás parásitos, viene a mi memoria una de las mejores novelas que hablan y escudriñan sobre la maldad inherente al ser humano: “El Señor de las Moscas” de William Golding. No hombres sino niños de 6 a 13 años los cuales matan con saña y fiereza canina y bestial.

Punto uno: hubo un acento tocado en texto pasado el cual ha sido ampliamente replicado: los ciudadanos de hoy aman más a su perro... que a un ser humano. El 5 de agosto más de un centenar de ciudadanos taparon la principal arteria de Saltillo (Blvd. Carranza) para protestar por la muerte de una perra de raza “Chihuahua” llamada “Mary” y exigir justicia porque quien la mató, le dio cinco puñaladas.

Punto dos: pero esos ciudadanos preocupados en “exigir justicia” por un pinche animalillo tieso, no salieron a protestar ni se conmovieron, ni se indignaron, ni tomaron las calles ni desataron guerra de memes ni likes cuando en día subsecuente (10 de agosto), una niña de 14 años en la colonia Mirasierra fue raptada por tres sujetos por más de 20 horas donde fue víctima de múltiples abusos sexuales. Importa más un pinche perro que la vida ya torcida y jodida de esta pobre muchachilla.

Punto tres: hay una película nueva de una saga. Ignoro si ya van cuatro o cinco. He visto dos. Es “John Wick” (Juan el malvado, el malévolo), estelarizada por Keanu Reeves. Son cintas sanguinarias. El tema es: muere la esposa del asesino (JW) de muerte natural, pero unos punks rusos desadaptados le matan al perro que dejó como herencia sentimental la esposa. Éste, en venganza por la muerte del perro... mata a 84 seres humanos en la primera cinta.

Punto cuatro: no es broma. Es la realidad. Es decir, son conductas que influyen y permean en las mentes primarias y moldeables de la sociedad que vive en las redes sociales. Un perro es intocable; una niña violada hasta la saciedad por tres tipos drogados, es intrascendente.

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Los perros son amados. Los humanos son despojos, ceniza, polvo. La nada. Este ya no es mi mundo.

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