Al maestro, pero con cariño, por su labor transformadora
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¿Cuál es el primer principio político? La educación. ¿Cuál es el segundo? La educación. ¿Y el tercero? La educación. Así respondió el maestro e historiador, Jules Michelet (1798-1874) cuando fue cuestionado acerca de los tres principios básicos que debería seguir cualquier político. La obra de Michelet es muy vasta, destacando sus libros, “La Historia de Francia”, “Las Mujeres de la Revolución” y “El Insecto”.
Para millones de padres de familia en México, la educación es la principal herramienta para que nuestros hijos enfrenten mejor el futuro, e incluso la consideramos como nuestra única herencia. Entendemos a la educación y a los maestros como los agentes transformadores para hacer de ellos personas trabajadoras y responsables; hombres y mujeres con conocimientos, preparados para la vida y personas justas.
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Pero aunque usted no lo crea, durante años en México, fuerzas opositoras al trabajo liberador de los maestros han emprendido campañas de desprestigio que intentan mancharlos. No han tenido éxito porque el trabajo de un maestro va mucho más allá de educar para comprender las matemáticas o cualquier disciplina. Y aunque es verdad que hay líderes que han ensuciado su labor y sus nombres son de sobra conocidos, la inmensa mayoría de ellos, educan para la comprensión humana y ahí se encuentra justamente su misión espiritual y evangelizadora, porque su cercanía a la gente en las comunidades rurales más alejadas y en las colonias más marginadas tiene un sólo propósito: enseñar a niños y jóvenes la comprensión entre las personas como condición y garantía de la solidaridad intelectual y moral de la sociedad.
Por eso, para Jules Michelet, el pueblo tenía derecho a imaginar su futuro, y en ese futuro la educación era la luz que iluminaba el mundo para volverlo inteligible y del conocimiento surgía esa luz para seguir viendo el mundo.
Otros grandes maestros del mundo, como Juan Melchor Bosco Occhiena, mejor conocido como Don Bosco, que fue un sacerdote católico, educador y escritor italiano. Dotado de gran carisma y de un espíritu alegre, Don Bosco desarrolló un método de educación al que llamó “Sistema Preventivo”. Fue fundador de la Congregación de los Salesianos, comunidad religiosa dedicada a la educación de los jóvenes. Su obra social creció como un árbol gigantesco, cuyas ramas se extienden a 124 países de los cinco continentes. En 1888 muere en Turín, siendo elevado a los altares en 1934. En 1988, Juan Pablo II lo declara “Padre y Maestro de los jóvenes”.
En su obra “El Sistema Preventivo en la Educación de los Jóvenes”, Don Bosco asegura que la educación tiene que llegar antes de que los agentes deshumanizadores del ambiente hagan un estrago irreparable. Lo hace concientizando, despertando y motivando las capacidades de reacción, de superación y de esperanza del joven en peligro.
Menciono al último: Jaime Torres Bodet, uno de los mexicanos más notables del siglo pasado, quien fue secretario de Educación Pública, poeta, ensayista, diplomático y miembro de “Los Contemporáneos”, grupo de intelectuales integrado por Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Carlos Pellicer y Jaime Sabines. Un 13 de mayo de 1974, se suicidó.
En un discurso ante el sindicato de maestros, Torres Bodet dijo: “los derechos que han logrado son garantías que ninguna autoridad comprensiva intentará desarticular jamás”. Y es que la educación no debe ser un servicio que se ofrezca en el mercado al mejor postor, es el medio para superar el más grave de los problemas de México: la desigualdad de origen.
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Comprendamos que la educación pública es el instrumento más igualitario que tiene cualquier democracia. Que la educación y los maestros son los grandes liberadores y que millones recordamos con aprecio a nuestros maestros, porque un buen maestro impresiona para la eternidad.
Jaime Torres Bodet decía que la educación tiene valor porque transforma, cambia y mejora la realidad que nos rodea, y al tiempo que cambiamos, nos transformamos y mejoramos a nosotros mismos y a nuestros semejantes. Para lograr este ideal, necesitamos de los maestros y las maestras de México. Feliz Día del Maestro.