Arsénico: La omisión y el olvido de los afectados hídricos en La Laguna
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A pesar de la gravedad del problema, no existe un registro oficial de los afectados, ni mucho menos un programa de seguimiento médico que garantice su atención
No es suficiente que se reconozca que el 70.8 por ciento del agua de los municipios Francisco I. Madero, Matamoros, San Pedro, Torreón y Viesca del estado de Coahuila, y Gómez Palacio, Lerdo, Mapimí y Tlahualilo del estado de Durango, rebase el límite permitido de concentración de arsénico.
Tampoco es suficiente que, en las mediciones del Simas Torreón, la mayoría de los pozos salgan por encima de las concentraciones de arsénico permitidas. Tampoco que surjan estudios, como el último financiado por los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces) del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt), liderado por el investigador Gonzalo García de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), que encontró que el 50 por ciento de la población analizada tiene una exposición por arriba de 35 microgramos de arsénico.
Estudios hay. Diagnósticos existen. Bibliografía y antecedentes, ahí están. Pero el Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE) sigue sin ser un padecimiento a tomar en cuenta por las autoridades de salud.
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Es cierto que las enfermedades de origen ambiental son difíciles de encontrar o tardan en manifestarse, pues inclusive comienzan a aparecer síntomas muchos años después del consumo.
Sin embargo, también es cierto que ha habido una omisión por parte de las autoridades de salud para detectar, vigilar y dar seguimiento a los casos.
Para muestra, el estudio de Pronaces: a pesar de que los resultados, de acuerdo con el toxicólogo Gonzalo García, fueron entregados a las autoridades de salud, no hay registro de un seguimiento epidemiológico.
En la pasada edición de SEMANARIO publiqué el reportaje “Arsénico en La Laguna, décadas de omisión en la vigilancia epidemiológica”, donde precisamente muestro testimonios de personas a las que les realizó un análisis de arsénico en orina, cuyos resultados salieron por arriba de 35 microgramos, pero hasta la fecha nadie les da un seguimiento.
Quizá no presenten manifestaciones o síntomas, pero la presencia del metal está allí. ¿Qué se necesita para que haya una atención de salud para todas estas personas?
AL TIRO
La problemática del hidroarsenicismo, lejos de ser un secreto, ha sido objeto de múltiples estudios y denuncias. Sin embargo, a pesar de la evidencia científica y los testimonios de los afectados, la respuesta de las autoridades ha sido, en el mejor de los casos, tibia.
La falta de una vigilancia epidemiológica de primer nivel es una muestra más de la negligencia que ha caracterizado la gestión de esta crisis.
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A pesar de la gravedad del problema, no existe un registro oficial de los afectados, ni mucho menos un programa de seguimiento médico que garantice su atención. Dicho sea de paso, las zonas rurales, las más afectadas por el arsénico, son las más olvidadas médicamente hablando.
Es más, en la Ley Estatal de Salud de Coahuila o la de Durango no aparece el Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico como una enfermedad para la que se deben de realizar actividades de vigilancia epidemiológica.
La falta de diagnóstico y seguimiento tiene consecuencias devastadoras. El arsénico es un metal pesado que se acumula en el organismo y puede causar graves enfermedades, como cáncer, problemas cardiovasculares y neurológicos. Al no contar con un registro oficial de los afectados, se dificulta el acceso a tratamientos adecuados y se perpetúa la incertidumbre sobre el verdadero alcance de la crisis.
La vigilancia epidemiológica debe ser una prioridad, con una política pública que incluya programas de monitoreo continuo, diagnóstico temprano y seguimiento médico.