Block de notas (38): La chingada como símbolo del lenguaje mexicano

Opinión
/ 23 diciembre 2024

López Obrador fue siempre y ha sido un chingaquedito. Engañó y engatusó a todo un país con su lengua de trapo. Ya luego enseñó lo que era: un depredador

Gracias por leerme. Amplia y mucha respuesta tuvo este “Block de notas” en su entrega anterior. Hartos comentarios (buenos y malos) me llegaron. Muchos ecos de todo tipo de pelaje me alcanzaron con motivo de mis palabras anciladas sobre la prosa del periodista Alan Riding. Su libro se ha agigantado con el paso del tiempo. Es “Vecinos Distantes” y el subtítulo es mejor: “Un Retrato de los Mexicanos”.

Agradezco las apostillas de varios y mejores lectores y analistas a su servidor, es el caso del contador y abogado, don Rogelio Ochoa. Es el caso del abogado, el hombre que más sabe sobre derecho electoral en México y, sin duda, el mejor del norte, don Gerardo Blanco Guerra. Apostillas me llegaron del politólogo, maestro y editor, don Samuel Rodríguez Martínez. Crucé una llamada milimétrica con el “Seductor del Sureste”, el exgobernador Humberto Moreira. Hubo un denominador común: repito, mis letras bajo el palio del análisis de Alan Riding. Gracias a todos por leerme.

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El libro de Riding se ha agigantado con el paso del tiempo, insisto, pero a la vez este es deudor y, como siempre, de dos libros vertebrales en México y sirven para toda América Latina: “El Perfil del Hombre y la Cultura en México” de don Samuel Ramos y “El Laberinto de la Soledad” del Nobel mexicano, el único (no veo más en el horizonte cercano), el mismísimo y amado por su servidor, don Octavio Paz.

El periodista Riding lo retoma una y otra vez; las ideas de Paz las hace suyas y las explora con los datos e información de hoy. Es decir, uno de los temas del periodista es el porqué nosotros, los mexicanos, solemos mandar todo a la “chingada”; por qué echamos a perder todo, justo cuando estamos a punto de ganar o lograrlo todo. Los dos capítulos que le dedica Riding a explorar lo anterior se llaman: “Los Mexicanos” y “Las Raíces de la Nación”.

Nota uno: ¿Por qué nosotros, los mexicanos en especial y los latinoamericanos en general, solemos mandar todo a la chingada y por qué nos vale madre todo? Avanzamos: Chingaquedito. Andrés Manuel López Obrador fue siempre y ha sido un chingaquedito. Engañó y engatusó a todo un país con su lengua de trapo. Ya luego enseñó lo que era: un depredador. López Obrador es un chingaquedito. Una de las últimas escaramuzas que tuvo con el entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, y hoy presidente electo, me han provocado estas notas breves y rápidas. Van a vuela pluma, como siempre.

Nota dos. En su primer mitin, cuando fue oficializado como candidato republicano, Trump arremetió contra México y se burló ácidamente de todos: de AMLO, Marcelo Ebrard y, claro, de todo México. En una línea devastadora lo pulverizó, dijo: “Es un gran tipo (AMLO), ya no es presidente” (sábado 20 de julio). Vendría después la respuesta de López Obrador en sus conferencias, desde su púlpito, y le recordó que aún era presidente y que todavía no se iba a su rancho para retirarse en Chiapas. ¿Cómo bautizó su propiedad de retiro? “La Chingada”. Trump ganó y marcó la agenda.

ESQUINA-BAJAN

Nota tres: En la “Anarquía del Lenguaje en la América Española”, Darío Rubio examina el origen del término, de la palabra “la chingada”. Enumera las significaciones que le prestan casi todos los países hispanoamericanos. Habla de que su procedencia es azteca (sigo a Octavio Paz): “chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado). La voz y sus derivados se usan en casi toda América Latina y en algunas regiones de España...”. El “Diccionario de la Lengua Española” de la Real Academia Española acepta las siguientes tres voces: “Chingar”, “Chingaste” y “Chingo/a”.

Nota cuatro: El rancho de AMLO para retirarse es “La Chingada”. Palabra cara, bella, siniestra, oscura y luminosa en el lenguaje mexicano. Arraigada en nuestro lenguaje, idiosincrasia, cultura, imaginario y ADN nacional. México nunca pierde. ¿Y si pierde? Pues arrebata, hijos de la chingada. Cosa curiosa: las tres sílabas de la palabra (chin-ga-da) no son sílabas, sino entes vivos. La palabra muta, se transforma, cambia. Es adjetivo, pero también sustantivo. La chingada no es sólo una palabra más, un vocablo más; es la magia de Dios que bendice (eres un chingón) o es el beso del diablo que maldice (vete a la chingada, cabrón).

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Nota cinco: Es una maldición, una bendición y una imprecación. Salta en nuestro lenguaje a la menor provocación posible. El poeta Jaime Sabines, uno de los poetas mexicanos más leídos, usa dicha imprecación en su famoso “Recado a Rosario Castellanos”. Ella muere por una descarga eléctrica en la Embajada de México en Israel. Parte del poema de Sabines dice a la letra:

“¡Cómo duele, te digo, que te traigan,

te pongan, te coloquen, te manejen,

te lleven de honra en honra funerarias!

*

(¡No me vayan a hacer a mí esa cosa

de los Hombres Ilustres, con una chingada!)”.

LETRAS MINÚSCULAS

Los dos capítulos que le dedica Alan Riding a lo anterior, a analizar por qué los mexicanos solemos mandar todo a la “chingada”, por qué lo echamos todo a perder, son de maravilla. Volveré al tema.

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