Café Montaigne 227
COMPARTIR
TEMAS
Lo que ve el que lee. Hay ciertos temas que son eternos. Hay temas que van a ser eternos en literatura y en la búsqueda y exploración del conocimiento, la lectura y claro, la vida misma. Decía el gran poeta mexicano José Gorostiza –el cual si mi memoria no me falla, se suicidó pegándose un tiro– que sólo hay tres temas para escribir: el amor, la vida y la muerte. Sí, esas tres heridas de las cuales también habló en su momento otro poeta, Miguel Hernández. Heridos estamos de todas las heridas, y el buscar el camino de sanación, depende de cada humano. Uno busca su plan salvífico de muy diversas maneras: unos lo van a encontrar en el alcohol, otros en el ascetismo, unos más en la lujuria, muchos otros en la entrega sin fin en el trabajo hasta dejar jirones de la vida misma.
Por eso, ciertos temas serán eternos y se repetirán por siempre. ¿Acaso el ciclo de la vida no es eso, sino una repetición sorda de una rueda de la fortuna donde se nace, se reproduce y se muere? Pues sí, por ello hay que ponerle adrenalina en medio. Agregarle sal y pimienta, grasa y linfa a eso llamado vida. Unos genios, decíamos, enfrentan la vida con el placer y pasión que da el alcohol (Edgar Allan Poe, Arthur Rimbaud, Charles Bukowski...), otros en el ascetismo (Sor Juana Inés de la Cruz, Santa Teresa, San Juan de la Cruz...), otros más se entregan al trabajo creador hasta morir (Wolfang Amadeus Mozart, José Saramago...). He dejado para el final eso que es el motor del mundo: el sexo, la lujuria.
Y dentro de esta parcela, siempre será motivo de debate, polémica y charla para aguzar los sentidos, el sexo en la Biblia. ¿Tema sobado? Sí, como todos los aquí nombrados. Pero, hay que abordarlo una y otra vez por un motivo: hay que explicarlo y explicárnoslos cuantas veces sea necesario para sujetarlos así sea en precarios conceptos.
A estas alturas de la vida, una vez más ¿el sexo en la Biblia? Sí. ¿Debe de asustarnos? Absolutamente no. No invierno, sino un perpetuo verano: en el autobús oloroso a comida barata y sudor, una señorita se abanica con su cuaderno escolar. La pintura derretida en sus bellos ojos, me ha recordado aquel famoso cuadro de Salvador Dalí, “La persistencia de la memoria” o “Los relojes blandos”, como también se le conoce. Cuadro surrealista donde cuatro relojes escurren literalmente por un golpe de calor. En uno de ellos, por si fuera poco, revolotea una mosca. El tiempo podrido no obstante, sigue pasando y los relojes marcan puntuales la hora. Pero la señorita de buen ver, lee un libro, el libro de los libros: la Biblia. Se abanica un poco y luego vuelve a su lectura. ¿Es cristiana, es católica? No lo sé.
El aire marea. Ensucia. Sopla aire, sí, pero este viene preñado de sudor, aire malsano el cual embota los sentidos. Ni pensar en una unidad con clima artificial ni aquí en Saltillo y pocas en Monterrey. Aquí los concesionarios son caciques. Los usuarios somos de tercera. Nos derretimos en el asiento trasero del autobús. No hay piedad ni clemencia.
Esquina-bajan
La señorita se abanica y las letras parecen borrarse a cada giro y vuelta de su libro. Usa una delgada blusa la cual se aprieta aun más a su fértil pecho. Da una revisada rápida a su celular de última generación, deja en reposo su ventilador de papel y contesta en segundos el mensaje. Retoma su abanico y deja abierta la Biblia en un libro en especial, 1ª de Samuel. Y si usted es lector de la Biblia, usted sabe que aquí y en el Nuevo Testamento, la poligamia era aceptada, algo normal en el antiguo Israel (Samuel 1.2 y Samuel 5.13). Y todo, todo viene a cuento porque acabo de ver en librerías el libro “María lloró sobre los pies de Jesús”, con el subtítulo que imagino, se escribió para vender escándalo: “Prostitución y obediencia religiosa en la Biblia”.
Texto como lo que ahora se conoce como novela gráfica del ilustrador canadiense, Chester Brown (1960). ¿Amor, sexo y lujuria en la Biblia? Pues sí, es la vida de varios pueblos en un cierto periodo de la humanidad. Así de sencillo. Días de sol, no de invierno y niebla total. Una señora maldice de su mala suerte al vivir aquí, precisamente aquí, donde el mar es sólo un óleo de Dalí ya derretido. La señorita que lee la Biblia en el autobús, abre sus piernas; sus muslos se adivinan redondos, húmedos de sudor, calientes...
¿Es un tema sobado? Sí, pero también siendo francos, cuando se aborda con inteligencia, buena prosa y conocimiento amplio, el tema vuelve a rejuvenecer y puede ser atractivo. Entonces, ha estas alturas de la vida, una vez más ¿el sexo en la Biblia? Sí. La ficha completa del libro es: “María lloró sobre los pies de Jesús” (Editorial española La cúpula. 300 páginas).
La cosa no es nueva. Lo que sí es nuevo es este libro que así lo explora. El autor quiere “descubrir el hilo negro” del sexo cuando éste, el sexo, la pasión, la lujuria y los amantes florecen en ocasiones en cada página. En el libro 1ª de Samuel (Samuel 1.2 y Samuel 5.13), se desprende: “Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo./ Y tenía dos mujeres; el nombre de una era Ana, y de la otra Penina. Y Penina tenía hijos, más Ana no los tenía...” Lo anterior se puede leer también (es decir, la poligamia) en la 2ª de Samuel y en Revelaciones. El amor, usted lo sabe, es el armado completo del Cantar de los Cantares atribuido a Salomón. Nada nuevo, vaya.
Letras minúsculas
El ilustrador Brown se dedica a pintar “monitos” para ilustrar pasajes de la Biblia. En fin, libro con “monitos” o “memes”, da igual.