Choque político en Torreón: Help! ¡Urgen mediadores!

Opinión
/ 14 octubre 2024

Mi editorial del pasado viernes cerraba con estas palabras: “De no pararse en seco este conflicto (ocasionado por la separación del municipio de Torreón del Mando Único estatal), (Manolo) Jiménez y (Román) Cepeda perderán y, con ellos, perderemos los torreonenses, los laguneros y, eventualmente, los coahuilenses”.

Ese mismo día, Jiménez visitó la Universidad Tecnológica de Torreón para inaugurar con Cepeda el Edificio de Idiomas y Docencia. Manolo llegó en su camioneta con el riquelmista y acérrimo enemigo de Román, Xavier Herrera, recién nombrado subsecretario de la Secretaría de Gobierno. Terminado el evento, Jiménez se retiró con Herrera para dejar a Cepeda un mensaje claro: “Tú no eres un interlocutor confiable para mí”.

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Más tarde, Manolo y Román comieron con los integrantes de la Canaco para celebrar su tradicional “Comida de la Amistad”. Testigos aseguran que la tensión entre ellos podía partirse con una sierra eléctrica marca Hychika, la mejor del mercado, que corta casi cualquier situación u objeto con una velocidad de 3 mil rpm.

En esas dos reuniones, ni el lenguaje político o las fotografías oficiales, pudieron ocultar esa energía oscura que reflejaba rupturas entre ambos.

De no resolverse a fondo esta confrontación, ¿qué ocurriría? Los dos ignorarían el aleteo, no de una tierna y frágil mariposa, sino el aleteo de las orejas de un brutal y poderoso elefante con rostro criminal y camiseta ajustada color guinda que trituraría el blindaje en seguridad y en política de La Laguna y, eventualmente, de Coahuila.

Lastimosamente, los dos políticos privilegiarían los gritos histéricos de sus corifeos que de manera irresponsable exigen oler sangre y regocijarse con el espectáculo, como si miraran una lucha libre Triple A en “jaula electrificada”; mientras, de manera descarada, sus rivales enmascarados por abajo del agua revuelven más el río para agudizar el conflicto, aprovechar el desorden y sacar raja de la ingobernabilidad del momento.

De no resolverse a fondo este enfrentamiento, ¿cuál sería la siguiente etapa? Consistiría en cerrar el círculo del “golpe seco y fuerte” de la autoridad estatal ante el “reprobable” desacato de Román, a través de un juicio político, que instrumentaría Antonio Attolini, diputado local morenista, para inhabilitar a Cepeda e impedir que este llegue a su segundo periodo como alcalde de Torreón. Y, generar, con ello, las condiciones ideales para desmoronar el blindaje en seguridad (contra el crimen organizado) y en política (contra Morena) en Coahuila.

¿Cómo sería posible arreglar este amenazante conflicto? a) Manolo tiene que dar el primer paso y actuar como estadista; por el poder y la responsabilidad que le da su jerarquía; por el riesgo que representa para su gestión como gobernador, que está apenas por completar su primer año, y por su pretensión de ser un personaje político nacional con la posibilidad de competir por la presidencia de la República en 2030.

b) Román, por su parte, está obligado a adoptar una actitud receptiva, abierta y conciliatoria que reconozca la autoridad del gobernador e ignorar esas voces regionalistas que se desgañitan por una revancha torpe, irracional y sin sentido.

c) Un mediador sería clave para destrabar esta pugna. Surgen tres: Óscar Pimentel, secretario de gobierno, por obligación institucional pero, sobre todo, por experiencia y capacidad acumuladas por décadas.

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Jericó Abramo, diputado federal, por haber sido el primero en arropar la legítima autoridad de Jiménez bajo la consigna: “la seguridad no se politiza; se garantiza”, mientras el resto de los actores políticos de Saltillo y Torreón enmudecían. Jericó tiene capacidad para mediar y una sólida relación con ambos personajes.

Y Enrique Martínez padre, quien fue un gran amigo de don Luis Horacio Salinas, abuelo de Manolo. Por otro lado, cuando Enrique fue secretario de Sagarpa nombró a Román como delegado en la región Laguna. En este caso, Martínez también, al igual que con la familia de Jiménez, ha tenido una relación de décadas con la de Cepeda.

La moneda está en el aire: mientras gira, los torreonenses, los laguneros y los coahuilenses se comen los pellejos que aún les quedan de las uñas.

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