Con la elección de jueces y ministros... sólo nos quedó la sopa de jodeo.

Opinión
/ 19 junio 2025

Tuve en la secundaria a un profesor por el que sentía verdadera tirria e incluso hasta un poco de fobia. Esto se explica sencillamente porque él era mi maestro de matemáticas. Recuerdo que en una ocasión me pidió que pasara al frente del aula para que resolviera en el pizarrón un problema algebraico que ni el mismo Leonhard Euler, considerado por muchos como el matemático más grande de la historia, hubiera podido resolver. Inútilmente analizaba yo aquellas letras y símbolos que hacían las funciones de números, hasta que llegó el momento en que el profesor, autoritario como era, me dijo: “Haber Javiercito, ¿no has aprendido que yo sólo ofrezco a mis alumnos de dos sopas? Conmigo sólo puedes encontrar sopa de fideo o sopa de jodeo... ¡y para ti sólo me queda la sopa de jodeo!”, dijo alzando la voz en tono de amenaza.

No sé por qué acudió este maestro a mis recuerdos, será porque con la elección de jueces y ministros sólo nos queda ya a los mexicanos la sopa de jodeo.

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Yo, como millones de mexicanos, me negué a participar con mi voto en la elección judicial ante la evidente farsa que ésta representó. De poco sirve decir ahora que no acepto la llegada de los nuevos jueces y ministros. En eso, como en la mayoría de las obras y proyectos nacidos del capricho de López Obrador, los mexicanos nos hemos tenido que joder. Sin embargo, no está de sobra explicar el por qué no acepto a los jueces y ministros que pronto habrán de actuar como árbitros legales.

No acepto a jueces y ministros que fueron electos más por su afiliación que por su formación. Hoy sabemos que quien habrá de suceder a Norma Piña como ministra presidente de la Suprema Corte de Justicia es un individuo claramente identificado con Morena y su caudillo. Prácticamente su único “mérito”, más que gozar de una formación jurídica envidiable, es ser supuestamente indígena. Junto a él seguirán estando la ministra Yasmín “Morgan” Esquivel, a quien AMLO defendió a capa y espada pese a demostrarse que pirateó su tesis de licenciatura, por lo cual no debería tener título de Derecho. Seguirán también Lenia Batres, con sus onerosos gastos en asesores, y Loretta Ortiz. Esta tríada idolatra a López Obrador todavía más que los argentinos a Maradona, y eso ya es mucho decir.

No acepto a jueces y ministros electos gracias a que su nombre y numerito venían en un acordeón que presuntamente distribuyó Morena a miles de votantes acarreados.

No acepto a jueces y ministros leales a un régimen autoritario y a un partido que fomenta la impunidad, el nepotismo, la ilegalidad, la asociación delictuosa y la corrupción. Andrés Manuel López Obrador pasará a la historia como uno de los peores presidentes de México. Él acabó con la independencia del INE, acabó con instituciones que defendían al ciudadano por encima del gobernante, como por ejemplo el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI). Acabó con derechos básicos de todo ciudadano sobre todo en lo relativo a seguridad, salud y educación pública. Por si fuera poco, acabó con la República al eliminar a un Poder Judicial autónomo y que resultaba un contrapeso legal ante todos sus caprichos: “No me vengan con que la ley es la ley”. AMLO cumplió su sueño de mandar al diablo a nuestras instituciones e instaurar un régimen en el que sólo una voz debe ser escuchada y sólo una voluntad acatada.

No acepto a un Poder Judicial lacayo de la voluntad de unos cuantos y no de todos los mexicanos ni de su Constitución.

No acepto a jueces ligados a delincuentes ni que sean ellos mismos los delincuentes.

No acepto la existencia de un Tribunal de Disciplina Judicial que habrá de sancionar incluso con cárcel a algún juez o ministro que se salga del redil como en su momento se salió Norma Piña quien, apegada a la ley, fue en contra de las loqueras del caudillo. Los fallos de dicho tribunal serán inapelables, es decir que nadie ampara ahora a los jueces ante la inquisición disciplinaria fiel al régimen de la 4T.

Lo que ahora se vende como un avance democrático sin precedentes, es en realidad el fin de nuestra República, pues ahora habremos de sobrevivir, muy a nuestro pesar, en un México en el que el gobierno lo controlará todo, incluso lo que es delito y no, lo que es nepotismo y no, lo que es corrupción y no.

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