Conflicto en Medio Oriente y desinformación: la presencia china

Opinión
/ 29 octubre 2023

Hace unos días se estuvo difundiendo en redes sociales la noticia publicada por varios medios sobre la llegada de seis buques de guerra chinos a Medio Oriente. La idea que corría en redes sociales era que se trataba de una respuesta de China ante el despliegue de portaviones estadounidenses como respaldo a Israel, y que, por tanto, Beijing estaba “aumentando” su postura naval en la región, lo que eventualmente podría quizás resultar en un conflicto mayor entre las superpotencias. Sin embargo, la presencia china en la zona no es inusual y no está relacionada con el conflicto actual.

De acuerdo con un análisis del INSS (2023), China ha enviado fuerzas contra la piratería a la región en el pasado, lo que incluye la zona del Golfo de Adén, el Mar Arábigo y el Golfo Pérsico. Estas fuerzas están destinadas a garantizar la seguridad de las rutas de envío y suelen ser de alcance limitado.

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En junio de 2023, la Fuerza china de Escolta Naval número 44 llegó a la región, y en septiembre, la Fuerza de Escolta Naval número 45 partió de China para reemplazar a la 44, llegando en octubre. Como es habitual, después del reemplazo, la fuerza que sale (en este caso, la Fuerza 44) realiza visitas diplomáticas en varios puertos de la región.

No obstante, la noción de que el despliegue chino estaba respondiendo ante el incremento de la postura estadounidense en la zona fue difundida por todo tipo de cuentas en las redes. Esto produce emociones colectivas con efectos negativos hasta incluso pensar que la tercera guerra mundial es “inminente”.

Este caso —que no habla de una información falsa sino de una interpretación errónea acerca de una noticia real—ilustra una parte de lo que está sucediendo en el ecosistema de comunicaciones en el que nos movemos. En ese ecosistema, existen fenómenos paralelos ocurriendo, lo que incluye medios tradicionales, actores políticos locales, regionales e internacionales, personas expertas en esos temas, personas expertas en otros temas pero que hoy participan de manera activa en las discusiones sobre esos conflictos, y personas con otros perfiles; todo esto, además de cuentas falsas y bots creados para librar la guerra informativa, y cuentas a las que se paga por participar en las conversaciones. Así, se producen fenómenos orgánicos, hasta otros inducidos con fines políticos por parte de actores implicados o no en el conflicto.

Estos momentos en los que hay una guerra material (ya con varios frentes paralelos) arrojan enormes aprendizajes, porque las guerras de propaganda y las luchas narrativas que siempre han ocurrido, acontecen en un ecosistema de comunicaciones muy diferente. La primera es que, lamentablemente, las explicaciones de fondo no se encuentran en la rapidez, brevedad, o en la reducción de las redes sociales. Hay, como es natural, diferentes posturas o interpretaciones —a veces opuestas, a veces en competencia— acerca de la historia, acerca de las negociaciones y sus fracasos, acerca de las razones estructurales que impiden la paz y favorecen la radicalización o el terrorismo, acerca de la persistencia de la ocupación israelí, la persistencia del control de Gaza por organizaciones extremistas y armadas, y acerca de las posibilidades de salir del laberinto. Pero se trata de textos que toma más tiempo de leer que el que hoy, aparentemente, gente que muestra su interés, está dispuesta a dedicar al tema.

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En fin. Las redes seguirán haciendo lo que hacen, y los usuarios se conducirán como decidan hacerlo. Solo acaso tener conciencia de que la realidad que se proyecta en esas redes representa mucho más a las guerras informativas y narrativas, que a la complejidad del mundo que nos está tocando vivir.

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