Dos gritos, un mismo dolor (corregida y abreviada)
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Acalorado debate desató la celebración del MCLXVIII aniversario de nuestra Independencia (no trate de leer el número romano, sólo amontoné unas letras aleatorias a lo pendejo).
Particularmente en nuestra localidad, cuna del vaquero-hípster, antes conocido como SaltiYork, hoy convertido en colonia del Imperio Británico, SaltiYorkshire, la discusión se tornó muy acalorada. Y como siempre, el centro de la polarización fue Andrés Manuel López y su contraste –o la falta de éste– frente al régimen tradicional. Veamos:
Luego de más de dos años de pandemia, AMLOVE pudo por fin celebrar un Grito como lo dictaban sus más húmedos y lúbricos sueños: Con un Zócalo repleto de incondicionales que le ayudasen a aplacar un poco su insaciable hambre de cariño.
López dio un Grito totalmente indiferente a los reclamos populares de salud, de justicia, de transparencia y sobre todo, de seguridad. Y desde luego y acorde con su estilo, AMLO aprovechó el acto protocolario para insertar su muy personal agenda e ideología dentro de la arenga que, se supone, debe honrar a los héroes de la gesta independentista.
Tuvo que recetarnos su monserga esotérica de la Fraternidad Universal (ooootra vez). Y luego de la primera tanda de “vivas”, nuestro mandatario hizo un interludio de “mueras”.
“¡Muera el clasismo!”, dijo el Presidente que no deja de señalar las diferencias entre clases.
“¡Muera el racismo!”, dijo el señor que no reconoce su herencia española, porque en su imaginario sólo el elemento indígena es digno de formar parte de nuestra identidad nacional.
“¡Vivan los pueblos indígenas!”, dijo el Presidente que quiere mantener a las comunidades indígenas en una burbuja de rezago; el mismo que le niega la justicia a las niñas de la sierra que son desposadas con adultos porque, son sus usos y costumbres y ni que fueran tantas...
Y un “¡Muera la corrupción!”. nos espetó el mismo que solapa a Manuel Bartlett y a Alejandro Gertz Manero; el mismo que ha premiado a Delfina Gómez por robar para su partido; el mismo AMLO que ha protegido a sus familiares y allegados de la acción de la justicia. Lo dice él, cuya administración está plagada de expedientes reservados y contrataciones directas. “Muera la corrupción”, dice el viejito que no quiere dar a conocer la identidad de los dueños de la mina de El Pinabete. Y lo gritó con la mano aún caliente luego de pactar con el PRI impunidad para Alito Moreno a cambio de que le aprobasen la infame militarización México. De veras, ¡qué poca madre la del Presidente!
Celebrar mientras el País está sumergido en una ola de violencia y un baño de sangre, con una cifra récord de muertos que supera incluso la de los dos gobiernos anteriores... ¿No es el tipo de incongruencias que hacía clamar antes a la autodenominada izquierda, cuando eran oposición: “nada que celebrar”?
Pero como ya le decía, en Coahuila no cantamos mal las norteñas. El gobernador del Estado, Miguel Riquelme, había anunciado primero que el tradicional Grito se llevaría a cabo a puerta cerrada (la verdad no sé si nos estaba avisando o nos estaba albureando).
Esto desde luego causó desazón entre todos aquellos que repudian al régimen local y exigían que se respetara el protocolo de realizar públicamente la ceremonia para poderla desairar no asistiendo porque repudian al régimen local.
Pero a última hora sí se llevó a cabo el Grito en una Plaza de Armas siempre cercada por una valla metálica, tal como lo ha estado durante prácticamente todo el presente sexenio y con la vigilancia de un fuerte dispositivo de seguridad militar, cosa que rompe un poco la ilusión de Independencia y no permite sentir ese elemento libertario que es esencial para esta celebración.
Riquelme se ha pasado los años de su gobierno atrincherado, resguardado en el Palacio Rosa al cuál convirtió en su búnker personal, por miedo a que un grupo de maestros veteranos con muchas inquietudes y reclamos sobre su sistema de salud y de pensiones, cometan alguna locura como perpetrar un ataque con bombas estilo talibán. Todo esto le ha valido a Riquelme una fama de autoritario y represor.
Pero si Riquelme ha puesto una valla alrededor del Palacio de Gobierno, AMLO I mandó fortificar el Palacio Nacional con planchas de hierro por temor a que los grupos feministas se lo fueran a maltratar y es que el señor don Modestia allí reside, en el Palacio.
Chairos contra fifíes se debaten sobre quién es el peor gobernante y quién cometió los peores excesos durante las pasadas celebraciones, toda proporción guardada respecto a los niveles de gobierno Estatal y Federal.
Yo la verdad pienso que el 15 y 16 de septiembre son días de unidad en los cuales deberíamos como mexicanos hacer a un lado nuestras diferencias y nuestros partidismos, para fundirnos en un abrazo fraterno y entender que, mientras el pueblo está en la calle debatiéndose por una y otra ideología, al interior de sendos castillos, sus respectivos monarcas pasan una velada increíble entre viandas de lujo, bebidas finas, artistas de primer nivel y gente bonita (Me comunican que la celebración en la capital de Coahuila fue realmente muy austera y la verdad ya no sé qué es peor: Si derrochar en una fiesta a puerta cerrada o clavarse toda la lana y no ofrecerle a los invitados ni siquiera un Padre Kino).
Pero no veo yo para qué pelear y discutir sobre cuál es peor, cuando está visto que ambos dos, unos y otros, son la misma cosa y podemos mandarlos por igual a que nos saluden mucho a la Coatlicue o cualquier ente que tengan por madre.
¡Viva septiembre, mes del testamento!