Durante todo el siglo 20, al menos en el mundo occidental, uno de los paradigmas aceptados casi de forma unánime fue la necesidad de obtener un título universitario como requisito para aspirar a la movilidad social. Los padres de familia con menores ingresos se esforzaron de forma consistente para que sus hijos fueran a la universidad y obtuvieran lo que se consideró largamente el pasaporte a una vida mejor.
Pero ese es hoy un paradigma resquebrajado... al menos en el vecino país del norte. Y es que en los Estados Unidos hace varios años que viene observándose un creciente fenómeno de contracción de la matrícula universitaria debido al avance de una creencia contraria a la arriba señalada: un título universitario no garantiza el acceso a un futuro mejor.
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Un estudio del Pew Research Center, publicado apenas en mayo pasado, reveló que solamente uno de cada cinco estadounidenses considera que endeudarse para obtener un título universitario es una buena inversión, mientras que casi la mitad dijo considerar que la educación universitaria solamente vale la pena si no está condicionada al endeudamiento.
Peor aún: casi el 30 por ciento de los encuestados en el referido estudio afirmó que la educación universitaria no vale lo que cuesta, lo cual pone en duda el papel central largamente jugado por este elemento de la vida social.
No faltará quien diga que se está reseñando un problema exclusivo del vecino país y que éste no guarda relación con nuestra realidad. Sin embargo, vale la pena tener en cuenta, antes de suscribirnos a tal opinión, la decisión anunciada ayer por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, campus Saltillo, en el sentido de “contraer” su oferta educativa universitaria a nivel local.
La institución no ha anunciado el cierre de sus instalaciones, pero sí algo cuyo significado no queda del todo claro, al menos en primera instancia: a partir de 2025, quienes se inscriban en el campus de Saltillo solamente cursaran aquí los primeros semestres de sus carreras y deberán emigrar para concluir los estudios en otro campus del país.
¿Es esta decisión del Tec de Monterrey un anticipo de cómo la oferta educativa universitaria en México está comenzando a experimentar un fenómeno similar al que en Estados Unidos ha llevado al cierre de múltiples universidades, sobre todo privadas?
Parece pronto para decirlo, pero sin duda que la decisión anunciada ayer deriva de un análisis cuidadoso del entorno y del comportamiento de quienes son susceptibles de pertenecer a su comunidad.
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El Tec de Monterrey sigue siendo, a no dudarlo, una de las instituciones educativas de mayor prestigio en el país y una opción de estudios universitarios que constituye una aspiración para muchos jóvenes de todas las entidades de la República.
Por ello, la decisión anunciada ayer es una cuyas motivaciones y consecuencias es preciso conocer y tener en cuenta, pues podría ser un anticipo de los cambios que viviremos en el futuro inmediato en el mundo de la educación en México.
