El árbol que besaba
Los dos primeros libros de Anna Kullick Lackner le fueron editados en 1996 bajo los títulos “Anaforismos” y “Háblame en la lengua de la ausencia”
Anna María Kullick Lackner nacida en 1960 en la ciudad de Monterrey, fue una mujer no convencional, de genio alegre y de carácter recio, aprendió a dominar sus demonios, aunque nunca dejo ser como el mar que tanto amó: suave y paralelamente impetuosa.
Nos conocimos en 1978, ella tenía 18 años y fue invitada, como yo, a participar en el taller experimental de música que lideraba el talentoso escritor José María Mendiola. En aquellos años, un grupo de jóvenes con tendencias políticas de izquierda dio fruto al grupo musical “Silencio” que estuvo a la vanguardia en los ámbitos universitarios de finales de la década de los setenta, tanto por el contenido de sus letras como por sus interpretaciones musicales. Siendo muy joven, Anna fue esposa del comunicador y escritor Jorge Villalobos Gómez. Un matrimonio que no prosperó. Fue un tiempo en que surgieron muchas parejas de personas afines en el ámbito del arte. Pero Anna tenía sus propios criterios y alcances, llegando a colaborar con la ONU en los Estados Unidos y teniendo un crecimiento profesional que la distinguió más que por su porte, estatura y belleza, por el encanto de su risa.
Casó por segunda vez con el cantautor e intelectual Luis Mariano Montemayor procreando dos hijos y una hija. Ella fue una mujer leal en todos los planos y por ello eran grandes sus exigencias en su círculo amoroso y de amigos. Así que decidió vivir junto al mar, yéndose a radicar por años a Bacalar, Quintana Roo, como lo hizo su prima hermana, la también notable escritora Patricia Laurent Kullick.
Los dos primeros libros de Anna Kullick Lackner le fueron editados en 1996 bajo los títulos “Anaforismos” y “Háblame en la lengua de la ausencia”. De su producción literaria destaca “Anaforismos” (1996-2018). Su obra póstuma es el poemario “El árbol que besa” editado por la UANL, nombre con el que titulé esta crónica. Se presentará durante el mes de julio.
Recordaré a Anna María siempre risueña. En 1980 algunos integrantes del grupo “Silencio” nos disfrazamos con trajes de los personajes del cuento Alicia en el país de las maravillas del autor Lewis Carroll. Ella personificó a la Oruga Azul que en la trama del cuento intenta conocer la identidad y procedencia de Alicia. Anna también gustaba de hacer preguntas.
Ya no está entre nosotros, su familia y algunos de sus amigos participamos en una ceremonia de amor a su persona en la sala funeraria donde se le veló. Dolores Martínez le cantó “Las simples cosas” y “Rocío de todos los campos”; Ernesto Pérez “El Gallo” interpretó “Solo se trata de vivir”; Patricia Guerrero organizó la ceremonia y le ofreció “Mariposas”. Yo canté una composición que hice a los 20 años y que dibujaba de cuerpo entero el espíritu libre de Anna María, comparto parte de la letra de la canción: “Quién dijo que amarte, era sentenciarte a vivir atada junto a mí, dominar tu mente y ser, simplemente, una muñequita de aserrín... que amar tu conciencia no es cosa de pródiga actuación, ni gris coincidencia que en las circunstancias floreció. Es ver en tus ojos un reto al trabajo explotador, odiar los despojos que sumen al hombre en el dolor, amarte es el gozo de saber que luchas por el bien, amarte es hermoso, es algo que nace de mi ser”. Entre los cantos se leyeron poemas y anaforismos de Anna María; en las voces de las escritoras María Belmonte y Malena Múzquiz, y la teatrista Leticia Parra. Al final del homenaje, Dolores y Patricia entonaron “Gracias a la vida”. Comparto un fragmento del poema “El árbol que besaba”: Advierto asustada al desprenderme que eres tú / que aquí te he dejado en la profunda voz de un destino / en los cavernosos laberintos de palabras / en el incendio de mis sueños / en el árbol bajo cuyo follaje-fogata en ese otoño / hace tantos años nos besamos.
“Para saber si existe, visito a la vida de vez en cuando. Para ensayar su fin, duermo a ratos.” Anaforismo de Anna Kullick Lackner. Ha terminado el ensayo de su fin, ahora ella duerme bajo el pulso pendular de la eternidad.