El arte de ganar, de acuerdo con Henry Kissinger
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¿Y esta libreta? Se me apareció en una caja llena de papeles que revisaba ayer. Encuentro ahí cuadernos de mis tiempos de estudiante en la Universidad de Indiana. Hallo notas de mis clases ahí, y un boleto de entrada al Rose Bowl de enero del 68. El resultado de ese juego fue: Universidad del Sur de California, 14; Indiana, 3... La gran figura de ese juego fue un muchacho de la USC que se llamaba O.J. Simpson.
Aquí hay otro boleto, el de un recital de Ella Fitzgerald. Veo también un pase de entrada a una lectura de poemas hecha por Pablo Neruda. Recuerdo la ocasión. Cuando el poeta empezó a leer sus versos había mil oyentes en la atestada sala. Cuando acabó éramos 300. Y es que Neruda destruyó la belleza de sus poemas al leerlos con voz monótona y cansada, sin levantar jamás la vista de las páginas. Ni siquiera se dio cuenta de que la gente se estaba saliendo.
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Ahora miro, escritas en mi particular taquigrafía que hoy apenas puedo descifrar, las notas que tomé en una conferencia dictada por Henry Kissinger, entonces en el apogeo de su poder y de su fama.
“...Cualquier cosa podrán ustedes conseguir si saben aprovechar la ambición de los que también quieren conseguir lo suyo. Hagamos un ejercicio muy sencillo que espero resulte interesante. Vamos a proponernos lograr algo, lo más absurdo que ustedes puedan imaginar. Propongámonos, por ejemplo, casar a una hija de Rockefeller con un mujik −un campesino pobre− de Rusia... (Risas).
Lo primero que haremos será viajar a Rusia. Nada más ahí hay mujiks. (Risas). Escogemos uno al azar, cualquiera, y le decimos:
-¿Te gustaría casarte con una norteamericana?
-¿Casarme con una norteamericana? −se sorprenderá el mujik−. ¿Para qué? Aquí hay muchachas muy bonitas.
-Pero ésta es hija de Rockefeller.
-Bueno, la verdad es que no me haría daño casarme con ella. (Risas).
Hemos dado el primer paso. Y el primer paso es siempre el más difícil (risas). Lo demás es cuestión de mero detalle. Viajemos ahora a Suiza y presentémonos en una junta del consejo de administración del Swiss Bank, el más importante del país.
-Vengo a proponerles a un mujik para presidente del Consejo.
-¿Está usted loco?
-No tanto. Este mujik es yerno de mister Rockefeller.
-Ah, vaya. ¿Cómo se llama el distinguido caballero? (Risas).
El segundo paso está dado. Vayamos al tercero. Nos entrevistaremos ahora con mister Rockefeller.
-¿Aceptaría usted por yerno a un mujik ruso?
-What do you mean? ¿Un mujik ruso? Nonsense! Mi hija no puede casarse sino con un banquero.
-Este mujik es presidente del Consejo de Administración del Swiss Bank.
-¿De veras? ¿Cuándo podría presentarle a mi hija? (Risas).
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Ahora pongámosle la cereza al pastel. (Risas). Nos dirigimos a darle la noticia a la señorita Rockefeller: se casará con el presidente de un banco suizo. A ella no le gustará la idea. Conoce a los banqueros. (Risas).
-Son muy aburridos −nos dirá.
-Tiene usted razón, miss Rockefeller. ¿Qué le parece, entonces, si se casa con un mujik ruso?
-¿Un mujik ruso? ¡Gee, eso suena interesante!
(Risas).
Muchachas y muchachos: nuestro propósito está cumplido. (Risas estrepitosas y ovación)...”.