¡El coraje de ser mexicano!

Opinión
/ 1 noviembre 2024

En este tiempo que políticos canallas, traicioneros, mezquinos e indignos toman de manera rabiosa o sueltan de manera inescrupulosa para salvarse a sí mismos, el presente y futuro de nuestro país es de crucial importancia prepararse para mostrar nuestra mejor versión como mexicanos y reconstruir, poco a poco, la esperanza más radical y alterna que permita, con serenidad y templanza, edificar el otro México posible.

Por ello, ser mexicano hoy exige una valentía sin par. No es la osadía del chinaco guerrillero liberal durante la independencia y en luchas intervencionistas. Tampoco es el arrojo de la soldadera inmortalizada en el andén del tren revolucionario. No.

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Tampoco es el coraje intelectual por la búsqueda de nuestra identidad plasmado en los textos de Samuel Ramos, Octavio Paz y Roger Bartra.

No es el coraje poético, desgarrador y entrañable, fijado en las letras e imágenes de Ramón López Velarde, Efraín Huerta y José Emilio Pacheco.

Mucho menos es el coraje pictórico, esencial y telúrico, expresado en las pinturas de Gerardo Murillo, Saturnino Herrán y José María Velasco.

No. El coraje exigido por nuestro México -en estos tiempos de caos y regresión- es distinto. Hoy nuestro México nos exige un coraje espiritual y político sin igual.

Es un coraje que nos grita a cada instante, con las palabras de Octavio Paz; “hay que dormir con los ojos abiertos/ hay que soñar con las manos/ soñemos sueños activos de río buscando su cauce, sueños de sol soñando sus mundos/ hay que soñar en voz alta/ hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros/ cantar hasta que el sueño engendre y brote del costado del dormido la espiga roja de la resurrección...”.

Es el coraje para construir puentes de diálogo y reconciliación bajo ríos turbulentos de aguas embravecidas; sin odios viscerales o confrontaciones fratricidas.

Es el coraje para edificar con humildad pequeños futuros brillantes como miles de luciérnagas en la inmensa oscuridad que atraviesa el país. Pues sólo así podremos entender la luminosidad del futuro por amanecer.

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Es el coraje para erradicar la violencia de nuestro ser -en cualquiera de sus manifestaciones- para mirarnos en el otro y abrazarnos con él, como iguales, en la diferencia, el respeto, la tolerancia y la esperanza radical de parir juntos, cada día, un mejor México para todos por igual.

Porque sin ese coraje, nunca podremos engendrar “la espiga roja de la resurrección” en el tiempo posible y necesario; con el trabajo y el sacrificio obligados.

Sin ese coraje, ¡nunca podremos llamarnos mexicanos!

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