Acaban de publicarse varios resultados económicos respecto al fin del segundo trimestre de la economía que dan la sensación de que la “felicidad” en México está llegando a su fin, junto con el fin del sexenio. Desde lo político a lo económico, el presidente López Obrador, no podrá irse diciendo que todo está “muy bien” o mejor de lo que estaba en el pasado. El cambio económico como tal, sigue sin concretarse.
Para empezar, el indicador del crecimiento del producto interno bruto creció apenas 0.1% en el último periodo y a tasa anual apenas a un 1.1%, muy bajo y si sigue esa trayectoria que es lo más seguro, el sexenio tendrá un crecimiento promedio de 0.7%, nada bien comparado con los periodos neoliberales que alcanzaban un 2.4%. Este es uno de esos rubros en donde no se puede esperar mucho por las políticas públicas de los programas sociales, ya que estos fueron utilizados exclusivamente para dar dinero en la mano a los que menos tienen, canalizándose solamente al consumo y nada al ahorro. Además, durante las últimas elecciones, los programas sociales entregados por adelantado y los correspondientes al periodo sumaron cerca de 3 billones de pesos. Parte salió del gasto programado y parte de algún otro lado que no se ha explicado su procedencia. Sin embargo, como es dinero que terminó sin producir nada, ahora que ya se gastó, la gente está preocupada y hasta pidiendo más para poder subsistir porque no lo administró correctamente, dándose cuenta que en realidad no tenía más dinero, sino era parte de los recursos que debía haber administrado para el futuro. En pocas palabras, para este grupo se acabó la felicidad.
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Después tenemos que hablar de la inflación, uno de los temas que más afectó al actual presidente durante el sexenio. Al salir de la pandemia se tuvo una inflación que llegó al 8.4% y que en la parte de los alimentos llegó por arriba del 20%. El daño mayor estuvo en las clases sociales más marginadas porque para ellas tanto la comida como el gasto cotidiano se volvieron un asunto de sobrevivencia. El presidente creó el PCIC (Programa contra la inflación y la carestía) que no funcionó, no controló la inflación alimentaria, que era a la que más estaba enfocada. Ahora, hacia el final de su sexenio, vuelve la inflación de una manera escalofriante y ha llegado a un 5.61%, pero siendo sinceros, fue ocasionada por él mismo. Esto sucedió porque todos los apoyos entregados en tiempo y por adelantado, crearon una gran cantidad de circulante (vía el consumo) en el sistema económico nacional. Está claro que muy poco o nada del dinero usado durante el periodo de la campaña fue ahorrado por los receptores de esos programas. Eso explica claramente porque hay un pico tan marcado en la inflación con respecto a periodos anteriores. A menos de 60 días de terminar su mandato, el presidente no tendrá un buen resultado en este tema que fue su “coco”. El Banco de México ha hecho su trabajo correctamente para evitar que la inflación se vaya a límites que no se puedan controlar. A lo largo de estos casi 6 años, se mantuvo una lucha económica entre la Secretaría de Hacienda y el Banco de México. La primera siempre buscando apoyar los programas y políticas públicas del presidente a cualquier costo, el segundo tenía que realizar los ajustes y correcciones para evitar que se generarán problemas. En conclusión, se anularon mutuamente, y aunque haya muchas personas que no estén de acuerdo con este argumento, los resultados del poco crecimiento nacional hasta el momento, son prueba de esta lucha de fuerzas que afortunadamente alcanzó el equilibrio, parcialmente. Para los ciudadanos que no recibimos ningún apoyo social, la inflación ha acabado con nuestra felicidad. Los aumentos del mes de enero (para quienes los tuvieron) se han ido pulverizando, pues ese aumento en términos reales, al mes de julio ya ha desaparecido, por lo que toda la inflación que se acumule de aquí en adelante, solo disminuirá más nuestro poder de compra. Nada que reportar en el campo de la felicidad.
Para los empresarios y los que debemos dinero a las instituciones financieras, la mala noticia es que los intereses no bajaron como lo dijo el presidente. Ni las condiciones del país, ni las condiciones internacionales favorecieron una reducción de la tasa de interés de referencia del Banco de México que se encuentra en 11%, y que en la reunión que tendrá el comité de política económica la próxima semana no habrá una reducción como se comenzó a manejar en semanas anteriores al resultado inflacionario. Esto se traduce en que los bancos comerciales no bajarán sus tasas de interés por lo que el costo de los créditos seguirá siendo elevado, y se ha vuelto un impedimento para la creación de nuevos negocios y en consecuencia de más empleo. Este último también cerrará el sexenio a la baja. Ni los deudores ni los empresarios, hemos tenido un buen 2024. Hay que pagar altos intereses, el dinero alcanza cada vez para menos por la inflación y no hay indicios de que esto vaya a cambiar pronto. De felicidad mejor ni hablar.
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Finalmente, el tipo de cambio del peso frente al dólar no será un señalamiento de “felicidad” para el presidente pues se acabó el periodo extraño de un dólar por debajo de los 17 pesos. Hoy está en 18.92 pesos por billete verde y ya nada se habla de un “superpeso” o de que el dólar en su precio más bajo representaba la estabilidad económica que se había inyectado desde palacio nacional. Como tema político, ha desaparecido y por otro lado está encareciendo el nivel de vida de los mexicanos, porque hay que recordar que más del 60% de los productos de consumo cotidiano tienen al menos un componente importado. Así que un dólar caro no ayuda a bajar la inflación o a crear una sensación de felicidad. En el caso de los exportadores, si empieza a haber felicidad, pero muy poca, porque este aumento del tipo de cambio llegó cuando las exportaciones a Estados Unidos se encuentran a la baja. Lástima, pudo ser mejor pero no lo fue. Un poco de alegría en este punto pero la tristeza ya se asoma porque el mercado norteamericano está comprando menos productos mexicanos.
Así podría continuar con indicadores como el empleo que está bajando, la deuda pública que está aumentando, pero en total, la actividad económica medida por el producto interno bruto está en franca desaceleración. Se está acabando la burbuja de la felicidad y de seguir así las cosas, no dude usted que 2025 no llegue la burbuja de la tristeza, ya que eso dicen los otros datos.