El gran paraíso
Vivir en Las Vegas significa el sueño efímero
Añada al calor amenidades. Clima de almas secas. Vivir en Las Vegas significa el sueño efímero. Muchos mexicanos asisten con regularidad a sus casinos. Gastan miles de dólares en máquinas tragamonedas.
En las mesas han encontrado a poderosos políticos nacionales. A la caída de sus influencias imposible comprobar el origen legal de los recursos. La diversión comienza en los periódicos. Sensacionalismo al puro estilo de los tabloides.
Las Vegas puede hacer del desierto, de las tormentas de arena, de los proxenetas y de riesgos al amparo de los bajos impuestos para quienes deciden vivir en la ciudad del estado de Nevada.
Los Raiders de la NFL, la gran esfera para eventos del calado de la descomposición moral norteamericana. Hacer temporada sirviendo en el circulo social de los hoteles ultra exclusivos.
Desde Frank Sinatra hasta Madonna. La película de los soñadores pasea por la falsa Venecia. Fotografiados en la peor copia de la Torre Eiffel de Paris. Nuestra línea de viajes económica hace varios viajes a la semana a ese destino. Lleva a ilusionados personajes de la tercera edad a gastar centavos, a comer en los bufetes celestiales.
Imaginan como la vida alterna de los potentados. Verlos de lejos en el cuento de hadas de cuatro días y tres noches.
Las Vegas representa para el mundo la moderna Sodoma y Gomorra. Podría caer fuego del cielo para concluir la infracción de los 10 mandamientos. Terminaría con el ministerio de Hookers for Jesus. Los cientos de capillas de matrimonio instantáneo. Los imitadores de Elvis cantan cada 30 minutos. La industria del porno realiza los premios AVT cada año.
Todo quedaría convertido en cenizas. Mujeres a medio vestir en estatuas de sal. Excepto el cuerpo perdido de Jimmy Hoffa.