El Merendero Saltillo, uno de los más viejos establecimientos de la ciudad
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A pesar de su crecimiento acelerado y de los tantísimos fraccionamientos que cada día crecen en número y población; a pesar de las muchas industrias arraigadas en la zona; de los nuevos comercios que llegan a establecerse y de los que por incosteables han cerrado sus puertas; a pesar del crecimiento en número de habitantes y en número de automóviles por habitante, Saltillo conserva lugares en los que no parece haber transcurrido el tiempo. Esas casas que conservan las características de las construcciones viejas: los cuartos en hilera, el patio en medio o a un lado de las habitaciones, y que por su aspecto físico siguen siendo de antaño, pero que también poseen detalles muy vivos del presente, tan vivos que constituyen su propia y actual forma de vida.
El Merendero Saltillo es uno de esos lugares casi mágicos. Ubicado al poniente, sobre la calzada Madero, en un espacio que antes constituía las orillas de la ciudad y hoy es una parte de la zona centro de la misma, frente al antiguo Panteón de Santiago, cuenta ya con varias generaciones desde que sus primeros dueños lo fundaron. La señora María del Carmen García Coronado, hasta hace unos años al frente del mismo merendero, recuerda a sus antepasados tlaxcaltecas, ella pertenece a la cuarta generación de aquellos que traídos por los españoles vinieron a establecerse en 1591 para ayudarlos a fortalecer la población y defenderla de los ataques de los feroces guerreros de la región.
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Probablemente la actual casa que alberga el Merendero, más bien, la producción del pan de pulque porque el merendero ya cerró hace algunos años, haya sido construida a principios del siglo 20, pero todavía está en el mismo lugar desde hace más de 100 años. Y hace algunos años, el parroquiano que se sentaba en una de sus mesas a cenar las riquísimas enchiladas típicas saltillenses podía ver a través de la ventana un cuadro extraño. Extraño porque era difícil mirarlo ya en esos tiempos en alguna casa de esta ciudad que, por un lado, se resiste a la modernidad y por el otro levanta amplios bulevares y calzadas para agilizar el perpetuo tráfico de automóviles, y que constantemente levanta nuevos fraccionamientos, grandes y pequeños, para cambiar su rostro y albergar a su creciente población. La escena en cuestión era un gallo dormitando en una gruesa rama del árbol que sombrea el patio del Merendero. El mismo gallo cuyo canto debe despertar en la madrugada a las dos o tres familias que habitaban los cuartos circundantes para que inicien sus afanes diarios, entre ellos, la elaboración del tradicional pan de pulque, el más sabroso de toda la ciudad, entonces todavía cocido en horno de leña, actualmente en hornos de gas por la dificultad de conseguirla, y cuya especialidad son las semitas y las empanadas de nuez.
La señora García afirmaba que el pan de pulque es herencia tlaxcalteca, nacida de la bebida que acostumbraban a ingerir los habitantes del pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, contiguo a la villa de los españoles llamada entonces Santiago del Saltillo. Su padre, Leonardo García Jiménez, le enseñó el oficio de hacer el pan a su madre, doña María Coronado, quien a su vez le transmitió la noble herencia, y ella la inculcó a sus tres hijos.
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Desde la época de los tatarabuelos de doña María del Carmen, el Merendero huele por las tardes a pan recién horneado y la familia conserva vivo el recuerdo de cuando, estando al frente su abuela, en 1864 el presidente Benito Juárez durante su estancia en Saltillo iba a consumir las enchiladas, los tamales, el atole y el sabroso pan de pulque que todavía hoy podemos saborear. También se precian de las visitas de otros gobernantes, asiduos comensales del negocio, como fueron don Nazario Ortiz Garza y don Óscar Flores Tapia.
Hermosa tradición de la familia García es la de elaborar el pan de cada día. Una tradición que debe enorgullecer a los saltillenses y que debe ser resguardada para el conocimiento y la delicia de muchas generaciones más.