Elección de candidatos judiciales: Jugando a ser Tyche

Opinión
/ 6 febrero 2025

El destino de la boleta puede estar orientado (o no) para perfilar el azar a favor de ciertos perfiles en perjuicio de otros

En la antigua Grecia, la lotocracia era una forma de decidir, por sorteo, la función pública. Es la mano de la Diosa Fortuna (Tyche) que elige, por casualidad, a las personas que nos deben representar para tomar decisiones en nuestro beneficio o perjuicio. Como toda regla, tiene pros y contras. No es puro ni impuro. Menos aún es la receta perfecta para resolver todos los males de la democracia.

En la etapa de insaculación de las elecciones judiciales federales se implementó, con bolitas y tómbolas, el criterio del sorteo para −literalmente− depurar las listas de las candidaturas. Muchos lo han criticado: consideran un trato indigno dejar a la suerte la posibilidad de ir o no en la boleta; otros lo aceptan: es un resultado neutral e imparcial, sin manipulación partidista.

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Lo cierto es que si la suerte te acompaña, podrás ser tomado en cuenta para la candidatura; si no, lástima, Margarito, gracias por participar... ¿Es razonable este criterio para decidir quién puede acceder a la función jurisdiccional? Comparto algunas ideas a discutir:

1) El sorteo evita que una minoría partidista decida quién puede o no ser candidato: a todos los interesados les da la misma oportunidad de ganar el volado.

2) La justicia no es una tómbola y, por ende, las personas deben ser tomadas en cuenta por sus méritos, al margen de su suerte.

En mi opinión, la lotocracia es un criterio que pueden ser razonable bajo ciertos casos, límites y condiciones. No es una fórmula perfecta. Puede ser buena o mala según las condiciones del sorteo, los criterios a elegir y la manera de implementarlo.

Por ejemplo, el sorteo en las competencias deportivas tienen diferentes modalidades de sentido común. Explicaré la regla de la competencia:

Para determinar con quién vas a jugar en un mundial de fútbol, se hace un sorteo para asignar los grupos a competir, diferenciando entre los equipos más y menos competitivos. Eso ayuda a un juego justo.

En efecto, los mejores equipos no se sortean entre sí; la suerte puede eliminarlos desde el principio, es decir, el sorteo competitivo permite que en la primera etapa las cabezas de serie jueguen con los menos competitivos para que al final lleguen los mejores equipos.

En un mundial, por tanto, vemos que a las finales siempre llegan los equipos más competitivos. No sólo porque son los mejores, sino porque, por el sorteo, se van eliminando hasta el final. Los equipos (menos competitivos) se van eliminando al principio.

Eso permite tener una competencia más emocionante, sana y justa, porque los mejores, por lo regular, son los que quedan al final. De lo contrario, los equipos menos competitivos serían los beneficiarios de un sorteo que es desigual.

¿Qué pasa con los cargos judiciales? Creo que si aplicamos la experiencia de los mundiales, si el sorteo es igualitario entre los mejores y peores, pues será una regla que permitirá premiar a cualquiera al margen de sus méritos. Los peores perfiles podrán competir sin tener méritos. A nadie le gustaría que en un mundial, por ejemplo, quedarán fuera los grandes equipos porque los menos competitivos ganaron el sorteo para pasar a las finales.

En conclusión, el sorteo no es un criterio razonable si deja fuera a los mejores competidores porque los peores (que son mayoría siempre) pueden tener mayor oportunidad de ganar por ser más.

¿Este sentido común −que cualquiera puede entender, sin necesidad de un curso de teoría de la justicia− está previsto en la reforma judicial? Creo que, por las reglas de selección de un listado mayoritario para facilitar que cualquiera participe, la suerte al final tiene más probabilidad de privilegiar a los perfiles menos competitivos, aunque también resulten algunos más idóneos.

LEY DE LA PROBABILIDAD AZAROSA

El azar, a mi juicio, es una cuestión de causalidad. No es tan fortuito que puedas llegar a la boleta o no en las elecciones judiciales.

Si, por ejemplo, se van a sortear tres lugares, entre 10 perfiles, es claro que si se seleccionaron en su mayoría perfiles afines a un proyecto político, el sorteo al final va a permitir tener la mayor cantidad de perfiles ad hoc a esa selección previa.

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No es suerte. Es condicionar la suerte. Es una explicación del mayor número de personas que pueden quedar en la boleta. El problema no es el volado. Es el cómo se lanzó el volado.

Entonces, si se hace una investigación seria y objetiva de cómo se hizo la selección previa para escoger a los perfiles, podemos encontrar la respuesta de si la tómbola fue un procedimiento justo o no. El destino de la boleta, por tanto, puede estar orientado (o no) para perfilar el azar a favor de ciertos perfiles en perjuicio de otros.

La conclusión es clara. No es el mérito. Fue la selección del privilegio a estar en la lista previa con un determinado número de perfiles afines. ¿Usted qué opina?

@LERiosVega

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