Electromovilidad: ¿se dirige hacia la consolidación?
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Los vehículos de combustión interna son una especie condenada a la extinción, pero la discusión de fondo es qué tanto podemos -y debemos- acelerar ese proceso
Cualquier proyección que se realice a largo plazo, en torno a la industria automotriz, de forma inevitable llegará a la misma conclusión: el vehículo del futuro no se desplazará merced a la quema de combustibles fósiles, sino del uso de la electricidad o alguna forma alternativa de energía.
Y no puede sino concluirse esto por una razón simple: los combustibles fósiles, que hoy se usan de forma predominante, se ubican en la clasificación de los denominados “recursos no renovables”. En otra palabras: existe un volumen finito de petróleo crudo y por ello, tarde o temprano se agotará.
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¿Qué tan cerca estamos de ese momento? Las previsiones varían, pero una cosa puede decirse con absoluta certeza: la velocidad con la cual nos aproximamos a dicho punto es directamente proporcional al número de vehículos de combustión interna que circulan por las calles y carreteras del planeta entero.
El uso de vehículos híbridos y, más recientemente, de los híbridos enchufables, puede reducir la velocidad con la cual estamos agotando los combustibles fósiles, pero cada litro de gasolina o diesel que se quema en un motor de combustión interna es uno que no puede reponerse.
Con independencia de la velocidad con la cual acabamos con las reservas planetarias de combustibles fósiles existe una consideración adicional que debe tenerse en cuenta a la hora de tomar posición ante la transición hacia la electromovilidad u otras formas de energía: el impacto ambiental que tiene el uso de derivados del petróleo.
Los autos híbridos y los eléctricos, conviene decirlo con toda claridad, no son productos absolutamente “limpios”. Es verdad que su funcionamiento, a diferencia de los autos de combustión interna, no contribuye de igual forma a la generación de contaminantes atmosféricos, pero de todas forman generan un impacto medioambiental. La buena noticia es que se trata de un impacto menor y, conforme la tecnología siga desarrollándose, el resultado será mejor.
Por ello, el que la producción de este tipo de unidades tenga un crecimiento importante en nuestro país es una noticia que debe recibirse como un elemento para documentar el optimismo.
Aún hace falta, desde luego, que México transite hacia la adopción de la electromovilidad y se diseñen mecanismos que favorezcan la adquisición de autos eléctricos o, al menos, híbridos. El costo de las unidades, que hoy se ubica por encima de los vehículos de combustión interna, sigue siendo un obstáculo importante para su popularización.
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Cabría esperar en este sentido que nuestros representantes populares asuman con seriedad la necesidad de discutir las alternativas para que la electromovilidad se instaure en nuestra sociedad, no como un posible -y distante- futuro, sino como una realidad cercana.
El que nuestra región sea asiento de una de las empresas que mayor número de unidades eléctricas fabrica en México tendría que convertirse en una aliciente para fomentar una discusión que a todos conviene.