Entrenar en forma técnica, ética y estética a una jurista
A Yolita, a sus 20 años
Desde niño mi padre me regaló el libro “Mexicano: Ésta es tu Constitución” que, para mí, significó mi primera aproximación al Derecho a partir de la norma que, por un lado, reconoce los derechos que pretendemos disfrutar en nuestra comunidad mientras que, por otra parte, organiza al Estado mediante el principio de división de poderes para evitar la arbitrariedad y garantizar, asimismo, la funcionalidad equilibrada y racional de las instituciones en beneficio del pueblo.
Este libro, seguramente, influyó en mi decisión de estudiar leyes. Me permitió conocer luego el Diario de Debates del Constituyente de 1916-17 para leer la historia del debate legislativo de cada artículo de nuestra Constitución. Mi padre tenía esos grandes libros (de color gris) que le habían regalado como funcionario público federal. Desde entonces me gustó leer la ley, entender su práctica y teoría que es de gran utilidad para la sociedad.
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Después de 25 años de ejercer la profesión del Derecho, me sigue gustando mucho mi profesión como la primera vez que leí la Constitución. Los juristas somos las personas profesionales que le ofrecemos a la comunidad la producción e interpretación de las normas que pretenden resolver, con prudencia, certeza y racionalidad, los diferentes problemas de la sociedad.
Ese gusto que siempre he tenido por estudiar la ley, lo veo también en Yolita, mi hija. Ella decidió formarse como jurista en la Academia IDH. Estoy seguro que, como toda su comunidad estudiantil, tiene grandes oportunidades que ofrece hoy nuestra universidad pública para desarrollarse de manera profesional para servir a su comunidad.
Desde su contexto, Yolita, desde niña, ha sido testiga de la práctica del Derecho en su casa. Ella, sin embargo, ha ido construyendo su propio espacio de formación con su autonomía de decidir sus prioridades académicas. Lo más importante que quizás le podré dejar para su formación profesional es una Biblioteca que pueda utilizar para leer el Derecho.
Pero si quisiera compartirle a ella algunas sugerencias para su formación, más allá de mi opinión jurídica o mi experiencia profesional, le diría que aprender el Derecho es una cuestión técnica, ética y estética que debe dominar con los mejores saberes de la ciencia jurídica.
En primer lugar, el Derecho se debe aprender en forma técnica. Nadie nace con un sentido natural de la justicia. Las personas (justas) que toman decisiones (justas) se forman con criterios racionales que deben explicar siempre para justificar sus decisiones. Nadie tiene la gracia de ser la divina justicia. Debemos siempre argumentar de manera correcta la ley para crearla, interpretarla y aplicarla.
Sin duda, aprendemos diferentes concepciones técnicas que nos permiten tener una determinada forma de pensar el Derecho. No es lo mismo descubrir o justicar una norma desde el iusnaturalismo, positivismo o realismo jurídico. Como tampoco es lo mismo aplicar ciertas metodologías jurídicas para entender ciertas formas de interpretación del Derecho, como el formalismo, el originalismo, el funcionalismo, etc.
Pero ante todo, un buen jurista debe aprender que el Derecho es una cosa seria que hay que dominar en forma técnica, porque eso es lo que orienta nuestras razones legales para evitar decisiones arbitrarias. El Derecho, en efecto, es contrario a la arbitrariedad.
En segundo lugar, aprender el Derecho implica una formación ética. Los valores de la justicia son fundamentales para guiar los fines que pretendemos lograr con las normas legales. El Derecho no sólo es una cuestión formal nada más. Es una idea que pretende asegurar una sociedad justa: más libre, igualitaria y fraterna. Estos ideales también se enseñan.
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Cuando el jurista piensa en crear una ley, interpretarla o aplicarla a un caso, debe entender que la misma tendrá una finalidad en la realidad. De lo que se trata es que se castigue en forma razonable a una persona que cometió un delito, que el deudor le pague al acreedor, que un menor tenga garantizados su interés superior o que un adulto mayor tenga asegurado sus derechos de seguridad social. Si las normas sirven para justificar la arbitrariedad del poder, entonces el jurista debe usar su técnica de manera ética para asegurar los fines del Derecho.
Finalmente, el Derecho exige una sensibilidad y creatividad estética para desarrollar los mejores sentimientos de la humanidad en nuestra comunidad. Cuando uno lee un contrato, una ley o una sentencia mal escrita causa repugnación. No se trata de que los juristas los preparemos para ganar el premio nobel de literatura, pero deben aprender a escribir bien, claro y preciso. Pero, además, los juristas deben aprender de las artes la mejor manera de vincular su creatividad para tener un mejor Derecho en la sociedad.