Fotomultas: si se reactivan es preciso hacerlo bien

Opinión
/ 1 noviembre 2024

Instaurar las fotomultas, o cualquier otro elemento de coerción para obligar a respetar el límite de velocidad en la ciudad no debe hacerse desde la perspectiva recaudatoria

Confundir fines con medios constituye uno de los peores vicios del servicio público en México. Y esto es así porque al no comprenderse -ni asumirse- la distinción entre un concepto y el otro se toman decisiones contrarias al interés colectivo que, en el mejor de los casos, solamente se traducen en el desperdicio de recursos pero, en el peor, provocan afectaciones en múltiples ámbitos de la vida pública.

Un buen ejemplo de ello es el relativo a la seguridad vial en las ciudades, la cual se construye, casi de forma exclusiva, mediante el desarrollo de un cultura de respeto a las reglas de tránsito. Y una de esas reglas es la relativa al límite de velocidad.

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En Saltillo existe -aunque no sea evidente prácticamente para nadie- un límite de velocidad para circular por las calles y avenidas de la mancha urbana. El que nadie -o casi nadie- respete dicho límite ocasiona, entre otras consecuencias indeseables, accidentes de tránsito de los cuales derivan víctimas fatales o lesionadas.

La disminución de los accidentes de tránsito provocados por conducir a exceso de velocidad y, en consecuencia, del número de personas que pierden la vida o deben cargar con una lesión por el resto de sus días, es una meta que deben considerar en su catálogo de propósitos nuestras autoridades.

Definido el objetivo el siguiente paso lógico es el explorar los medios a través de los cuales puede lograrse tal fin. Y aquí hay un amplio catálogo de posibilidades que pueden surgir, ya de la experiencia comparada, ya del análisis de las circunstancias particulares de nuestra ciudad.

En ese amplio catálogo figuran las fotomultas, una medida que ya se aplicó en el pasado reciente en Saltillo y, sin lugar a dudas, ofreció resultados relevantes durante el tiempo que estuvo en vigor. Hoy, como lo reportamos en esta edición, el gobierno municipal de Saltillo explora la posibilidad de reinstaurar este mecanismo de coerción hacia los automovilistas.

Cabría esperar que en esta ocasión, a diferencia de lo ocurrido en el pasado, se tenga claro, antes de realizar cualquier acción, que la instauración de las fotomultas -o cualquier otra medida- no es un fin en sí misma sino un medio para perseguir un propósito.

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No se trata de una observación trivial sino de una de la mayor relevancia, pues justamente el hecho de no considerar este aspecto fue lo que condujo al fracaso de la medida en la ocasión anterior. Y es que al considerar las fotomultas un fin en sí mismas, la administración de Isidro López solamente se concentró en buscar un modelo “económicamente viable”.

De esta forma, aunque consiguió una finalidad plausible, que fue la reducción de accidentes y de muertes, en realidad se convirtió en un mecanismo cuya finalidad principal era incrementar la recaudación del municipio vía el cobro de multas.

Valdrá la pena por ello que en el proceso actual de análisis el enfoque sea el correcto pues de otra forma lo más probable es que tropecemos de nuevo... y con la misma piedra.

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