Gastar con inteligencia, la brújula para el crecimiento sostenible
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La calidad del gasto público se erige como el verdadero motor del crecimiento a largo plazo y la llave para navegar un panorama de altas deudas y recursos limitados
El Fondo Monetario Internacional (FMI) nos ofrece, a través de su reciente blog “Gasto más inteligente para fomentar el crecimiento,” una hoja de ruta esencial que todo gobierno debería tener presente.
La reflexión central no es novedosa en su esencia, pero sí crucial en el contexto económico global actual: no se trata solo de cuánto se gasta, sino de cómo se gasta. La calidad del gasto público se erige como el verdadero motor del crecimiento a largo plazo y la llave para navegar un panorama de altas deudas y recursos limitados.
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La tentación de inyectar grandes sumas de dinero para estimular la economía es fuerte, especialmente en tiempos de desaceleración. Sin embargo, el FMI subraya que el gasto público debe ser más eficiente y productivo.
Existe una amplia y robusta evidencia empírica sobre como la mera magnitud del gasto no garantiza el éxito.
De hecho, un gasto ineficiente o mal dirigido puede inflar la deuda sin generar un retorno social o económico significativo, convirtiéndose en un lastre para futuras generaciones. De ahí que la clave está en priorizar aquellas áreas que actúan como verdaderos multiplicadores.
El informe destaca la inversión en infraestructuras de alta calidad, el capital humano (educación y sanidad) y las tecnologías verdes como los pilares de un gasto inteligente.
Estos no son simplemente gastos; son inversiones estratégicas que aumentan la productividad, fomentan la innovación y mejoran la competitividad de un país a largo plazo. Por ejemplo, cada dólar invertido en una carretera eficiente o en la digitalización de servicios públicos no solo facilita el comercio o reduce costos, sino que sienta las bases para un crecimiento más inclusivo y resiliente.
En un mundo pospandemia, donde los niveles de deuda pública son históricamente altos, la eficiencia del gasto adquiere un imperativo moral y financiero.
El FMI hace hincapié en la necesidad de mejorar los marcos de gestión de la inversión pública y la transparencia. Es vital que los procesos de contratación, la selección de proyectos y su ejecución estén libres de burocracia excesiva y, fundamentalmente, de corrupción.
Lograr una mejora de 10 puntos porcentuales en la eficiencia del gasto puede redundar en un aumento adicional del producto del 1.4%, según estimaciones del FMI. Un gasto inteligente requiere que los gobiernos sean responsables y que el dinero público vaya realmente a donde se prometió, maximizando el valor por el dinero de cada contribuyente.
Al final del día, la perspectiva del FMI es un recordatorio oportuno de que la sostenibilidad fiscal y el crecimiento económico lejos de ser mutuamente excluyentes; son socios estratégicos. Los gobiernos deben abandonar la mentalidad del “gasto por gastar” y adoptar una visión de inversión estratégica y disciplinada.
Para impulsar el crecimiento de manera duradera, se requiere algo más que promesas de gasto; necesitamos reformas estructurales que aseguren que el dinero público se gaste con inteligencia, transparencia y un claro enfoque en el futuro.
La calidad siempre debe prevalecer sobre la cantidad. Solo así, gastando de manera más inteligente hoy, podremos asegurar una prosperidad económica sólida y equitativa para el mañana.