Hablemos de Dios 231: poetas que hablan de Dios
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Le platicaba aquí en una tertulia sabatina pretérita donde hablamos de Dios y lo sagrado (o lo profano), de un libro, un buen libro, una selección de poetas y poesía que ha marcado agenda en México desde su publicación en 1966. Es “Poesía en Movimiento” México en la poesía de 1915 a 1966, selección y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis.
Sobra decirlo y usted lo sabe, el prólogo completo, criticado aún al día de hoy de Octavio Paz: el único sabio mexicano en haber ganado un Nobel de Letras entre nosotros, tristes mexicanos ancilados en el nopal. Y cosa por demás lamentable, hoy Octavio Paz está más olvidado que nunca.
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La anterior selección de poetas y poemas fue hecha en 1966, lo repito. ¿Suena a viejo? Tal vez, pero es la vida misma hoy y sus poetas y poesía están más vivos y lozanos que nunca. Si usted quiere leerla en tono de luz, de sol, de nostalgia, de melancolía, de hambre, de comida, de filosofía; vaya pues, en tono divino, usted obtiene respuesta. Así de sencillo y complicado. A la vez y sin contradicción de por medio.
Todos los poetas recogidos en esta selección hablan de Dios, de la Biblia y de eso siempre inasible, lo sagrado, lo divino. ¿Algunos no lo hacen y abordan otros temas como lo es la vida misma o bien, la muerte? Pues por eso es dicha tensión de contrarios: lo sagrado y lo profano. ¿Quién no ha estado tocado por la Biblia o uno de sus libros o personajes?
El gran poeta, don Jaime García Terrés, tiene un poema titulado “Las Tinieblas de Job” habla y ahonda precisamente en martirio, esa cosa tan extraña llamada hoy “depresión”, cuando en la historia se le conoce como melancolía, ictericia, tristeza. El fiero aguijón de la melancolía y sus fauces demoniacas. Lea al poeta en un parágrafo de miedo y escándalo:
“...Fácil es el consejo; la comprensión difícil
Al plácido pastor de vanidades.
Lumbre contra lumbre quiero yo, porque me estoy
Quemando...”
¿Qué es la vida al final de cuentas? Quemarse, arder vivo en la propia vestidura. ¿Ser eternos? Caramba, a quien diablos le interesa. En otra parte de su poema, el maestro escribe: “¡No cubras, oh tierra, mi sangre; no cese mi clamor!” El poeta retoma puntillosamente el espíritu del personaje bíblico de Job, el cual increpa directamente a Dios (pero no reniega, aunque su esposa le urge a eso: mala cosa y recomendación es la lengua viperina de un mujer) por sus calamidades y males sobre la tierra, él un hombre justo y temeroso del Señor.
En esta solida y bella antología (selección) he redescubierto y de nuevo al gran Xavier Villaurrutia. Atormentado él. Poeta señero. De los pocos y multifacéticos que han nacido y habitado este país de chocolate expuesto al sol. Este poeta tiene un buen poema, como todos, “Muerte en el frío”. Lo recordaba poco o nada. El texto es una reflexión seria, filosófica, bella y punzante sobre eso llamado muerte, milagro, el vivir o morir. Todo en un mismo boleto llamado vida, precisamente.
Escribe Villaurrutia: “Cuando he perdido toda fe en el milagro/ cuando ya la esperanza dejó caer la última nota/ y resuena un silencio sin fin, cóncavo y duro...” Caramba, ¿qué queda después de ello? “Un clima del silencio/ donde se nutre y perfecciona la muerte...” Pues sí, es aquello de lo cual le he platicado aquí: la vida es la palabra. El estar muerto es un silencio perpetuo.
ESQUINA-BAJAN
Por eso de los versos de la Biblia: “El muerto nada sabe, nada siente. El muerto, muerto está. Los muertos nada saben” (Eclesiastés. 9.5). Parte de la nómina aquí retratada de escritores, es la siguiente. Algunos de ellos injustamente olvidados. Otros muy valorados y otros sobrevalorados. A vuela pluma son los siguientes, no los transcribo todos, hasta la próxima entrega: Juan Bañuelos, Juan José Arreola, Rubén Bonifaz Nuño, Jaime Labastida, Manuel Maples Arce, José Gorostiza, Alí Chumacero (el cual y como editor, usted lo sabe, en su escritorio estuvieron los dos libros geniales de Juan Rulfo); figuran Manuel Durán, Manuel Calvillo...Lea los siguientes versos, aislados, desgraciadamente. Son del poeta Octavio Paz. Remito a su lectura completa, es “Viento entero”:
“Muerte y nacimiento
Entre el cielo y la tierra suspendidos
Unos cuantos álamos
Vibrar de luz más que vaivén de hojas...”
El juego del lenguaje, las paradojas, el juego de las comparaciones y los retréchanos de las palabras hacen milagros los cuales nos abren lejanías apenas en un cuarteto: muerte (final)/ nacimiento (inicio, vida). Cielo (anhelo de eternidad o al menos, conocimiento de lo sagrado y alto), tierra (estar enterrado en la sima del mundo para padecer un silencio atronador...
La ficha completa del libro es la siguiente: “Poesía en Movimiento” México en la poesía de 1915 a 1966, selección y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis. Editorial Siglo XXI. Aún se consigue y ha tenido buen tiro de ejemplares.
LETRAS MINÚSCULAS
Lea usted a Bernardo Ortiz de Montellano, en al próxima semana lo abordaremos: “Para un Dios sin latidos –Dios de sueño– abreva mi silencio en su silencio...”