Hablemos de Dios 239: encontrar a Dios en mi corazón
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Todos sus comentarios me halagan. Incluso o incluyendo las críticas adversas. Todo es cierto por un motivo: respeto su opinión, como siempre. Muchos lectores como usted el cual hoy me regala su tiempo para leer estas letras e ideas, me cuentan no pocas y reiteradas veces, del porqué no busco a Dios con mi corazón y no tanto con mi intelecto. Me cuestionan de por qué no “escribo algo bonito” en este espacio.
La verdad y siempre en honor a la verdad (por eso soy escritor) eso de buscar o encontrar a Dios en mi corazón (una víscera inservible y atrofiada, según yo) no se me da. Jamás se ha dado. Si encuentro a Dios en mi cerebro y puedo medio dejarlo por escrito en claras ideas, entonces y sólo entonces lo siento en mi corazón. No al revés. Pro esto, tome usted lo que quiera de estas letras e ideas, hágalo suyo y lo demás deséchelo como bagazo.
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Avanzamos hoy, ¿cuál de los libros de la Biblia, ese libro de libros, es su favorito? ¿Acaso los libros de Pablo, los cuales tiene legión de admiradores; acaso su libro favorito como yo, es el de Job; o bien, usted tiene en estima los cuatro Evangelios sinópticos? No poca gente tienen especial predilección y siempre a la mano ese bello, perturbador y poético libro el cual es una maravilla de amor y sí, poesía en estado puro: “El Cantar de los Cantares”. Una maravilla.
Y usted lo sabe y lo recuerda, en este espacio cito y reiteradamente a varios escritores los cuales tienen mucho que ver con la Biblia, incluso y más, a los teólogos y gente “especializada” los cuales le dan vuelta a la tuerca del aburrimiento una y otra vez. Y es que le digo de nueva cuenta de mi argumento e ideas: yo no puedo estar hablando de manera huera de la bondad, la ternura, la gloria, la infinita benevolencia y un largo etcétera de ese inasible Dios. No, prefiero escudriñarlo, arañarlo, paladearlo, tratar de explicarlo. Y le repito, quienes mejor lo hacen desde el lado oscuro de la luna no pocas veces, son los escritores y poetas a los cuales cito reiteradamente en este espacio.Varios de ellos son los siguientes: Charles Baudelaire, Paul Verlaine, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Ricardo Guerra, Miguel de Cervantes, James Joyce... en fin, todos los poetas tienen mucho que aportarnos en materia de analizar y hablar de Dios.
Cité a uno, al gran José Emilio Pacheco. Este ha sido uno de los pocos (ignoro si el único) mexicanos distinguidos con los dos más altos galardones en lengua española: ganó el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2009 y en el año siguiente, se le concedió la antesala del Nobel de Literatura, ni más ni menos, el Premio Cervantes. Usted lo sabe, este mundo ya no es mi mundo. Es mi frase machacona de siempre y recurrente. Y no, no me interesa ya. Lo disfruté en su momento. A mares. ¿Soy un primitivo al promover hoy leer de nuevo a Pacheco en sus libros? Sí. Cosa curiosa, muchos humanos creen en una vida eterna fuera de esta vida. ¿Ser inmortal? Caramba a quién se le ocurre semejante idea estrafalaria, absurda y estúpida. No hay nada mejor a un motivo: descansar en paz, en el silencio del sepulcro hasta ser agotado por los gusanos y larvas. Es aquello escrito en Eclesiastés, la Biblia: “El muerto nada sabe, nada siente. El muerto, muerto está. Los muertos nada saben” (Eclesiastés. 9.5).
ESQUINA-BAJAN
Este ya no es mi mundo. Sé una cosa: no voy a ninguna parte. Ni me interesa. No me gustan los goces pasivos, sino los goces activos como la lectura. Al parecer, lo de hoy es la asepsia completa: ni fu ni fa. Todo incoloro, inodoro e insípido. Lo de ayer era una maravilla... hoy te daña la salud. Incluyendo las lecturas, claro.
Este ya no es mi mundo. Y cuando me vaya, no me duele ni me va a doler dejarlo. De los libros inagotables de JEP los cuales releo siempre, uno de ellos es “Fin de siglo y otros poemas”. El libro lo he comprado varias veces donde lo veo. La última ocasión en una edición maltratada en un polvoso bazar en Monterrey. Tapas marchitas, contenido explosivo.
El libro ya lo llevé con mi encuadernador de cabecera para acicalarlo, refilarlo, y sí, le ponga una tapa dura la cual se merece semejante poeta. Repito, Premio Cervantes. Antes de entregarlo en terapia intensiva, lo hojeé al azar. Quisieron los hados encontrara esta cita en sus versos:
“La ciudad en estos años cambió tantoQue ya no es mi ciudad...”
“Naturalmente ya lo notó”, es mi frase, mi muletilla aquí acuñada: “éste ya no es mi mundo”. Son frases patrimonio de la humanidad con las cuales nos defendemos de esto, lo cual nos taladra la cabeza: la vida misma. Agradezco a usted haya adoptado dicha frase. No es mía, sino suya. La poesía, los poetas son profetas: traen la verdad en su palabra. Si los jóvenes cantaran, tocaran algún instrumento musical y leyeran poesía, se salvarían. Lea usted la cita que José Emilio Pacheco toma como epígrafe para uno de sus poemas. Cita de otro poeta, el inmortal Amado Nervo: “Oremos por las nuevas generaciones/ abrumados de tedios y decepciones: con ellas en la noche nos hundiremos...” Nuestros jóvenes se están hundiendo y con ellos, nosotros todos. No hay salvación posible.
LETRAS MINÚSCULAS
Al punto: ¿Qué tienen que ver JEP y Dios en este espacio dedicado a ello, ha hablar de Dios? Todo. José Emilio también tradujo “El Cantar de los Cantares”. Una joya.