Helena de Troya fue el pretexto...

Opinión
/ 10 agosto 2024

Plácido Garza detona el estreno nacional del monólogo ‘Juicio a una Zorra’

Les platico primero una respetuosa advertencia: Este artículo contiene material gráfico que podría afectar la sensibilidad de ciertas personas.

Helena...

La de Esparta, Helena de Troya, Helena la argiva, Helena la aquea, la mujer más hermosa del mundo, la divina entre las mujeres, la hija de Zeus, la de níveos brazos, la de cabellos de oro... la bella Helena.

Así comienza esta obra de teatro, producto del talento y talante de dos personalidades en el mundo de la cultura: Claudia Marín y Rennier Piñero.

Ambos, artistas de polendas, escogieron el texto del español Miguel del Arco para hacer una apología de la mujer, pero vista a través de los ojos del hombre.

$!Helena de Troya fue el pretexto...

CONTEXTO:

Esparta fue una de las ciudades griegas más importantes, junto con Atenas, Tebas y Corinto. Para el año 650 antes de Cristo (a.C.) ya era una potencia militar.

La Troya histórica estuvo habitada desde principios del tercer milenio a.C. Estaba situada en la actual provincia turca de Canakkale, junto al estrecho de los Dardanelos, entre los ríos Escamandro y Simois, una posición estratégica en el acceso al Mar Negro.

VAMOS AL MONÓLOGO:

El juicio es contra la gran zorra Helena y el jurado popular (¡Salve, oh AMLO!) es el público.

Está inspirada en el “Elogio de Helena”, del sofista Gorgias.

El título de la obra es muy sugestivo y gancha por igual a “villamelones” que a conocedores del buen teatro.

En la historia, se tilda a Helena de Esparta como la mujer más hermosa del mundo, pero también de haber engañado a su esposo para fugarse a Troya con el apuesto −pero cobarde− Paris, que provocó la muerte de su hermano Héctor a manos de Ulises, quien vengó así la muerte de Menelao, el cornudo marido de Helena.

Versiones líricas de la historia le dan por eso una doble muerte a Menelao: primero, al haber sido engañado por Helena y, segundo, al ser pasado a lanza y cuchillo por Héctor, el hermano de Paris.

Helena −Claudia Marín− la única hija del dios Zeus con una mortal, es el centro de la obra que es añoranza al dolor, al amor, al clamor y al pavor que dieron origen a la guerra más famosa de la historia, la de Esparta contra Troya.

Helena, condenada al eterno deterioro por su infausto desliz.

La mujer que se atrevió a traicionar a un rey poderoso sin medir las consecuencias.

La primera zorra de la historia, por qué no decirlo. De ahí el título del texto original de Miguel del Arco.

Helena le reclama furiosa a su padre:

“Expiar ¿mis culpas, padre?

¿Y cómo pagas las tuyas, dios todopoderoso?

¿Quién te impone a ti las penitencias para redimir tus errores, tus arbitrariedades, tus injusticias y las terribles acciones que tu nombre ha inspirado?

¡Me revuelvo contra ti, padre celestial y reclamo justicia!”, dice Claudia apenas recargada en el único elemento de la escenografía, una silla de doble arco sin respaldo.

Me encantó al principio de la puesta en escena, cuando Helena/Claudia pregunta al público:

“¿Es alguno de vosotros inmune a los estragos del tiempo?

“¿Ha venido algún inmortal a verme?

“¿Alguna divinidad a salvo del naufragio de la belleza?

“Papá (Zeus), ¿estás entre el público?”.

“Si alguien tiene sentado a su lado a un cisne, que no lo espante, es mi padre”.

Pero no, Helena, Zeus no está aquí, se quedó este viernes en casa.

Hace tiempo que los dioses se aburrieron de este mundo. Se replegaron a sus mansiones a ponerse ciegos de ambrosía.

Y entre el público, algunos arrogantes sintieron que les hablaba a ellos, por lo de las mansiones, digo. Y por lo de que se sienten dioses, también.

CLAUDIA DESAFÍA AL PÚBLICO:

“Si no adivináis entre los escombros del tiempo la belleza divina de Helena, tal vez lo hagáis con los otros nombres por los que se me conoce:

Helena la zorra... y no precisamente por mi astucia.

Helena la puta, la casquivana, la ramera, la meretriz, la desvergonzada, la seductora. La poseída por los furores de Afrodita. La calientapollas... que rima con Troya.

La culpable de desencadenar la guerra más famosa de la historia... Incluso se me podría considerar un arma de destrucción masiva”.

Y la risa nerviosa hace presa del auditorio de poco más de cien butacas, donde fue estrenada este monólogo en el Teatro 4orium, del Parque Arboledas, en SPGG. Habrá funciones los días 16, 23 y 30 de agosto.

EL ADEREZO POLÍTICO VINO ENTONCES, CUANDO CLAUDIA DICE:

La palabra −como dijo un charlatán− es un poderoso soberano, que con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza empresas absolutamente divinas.

“No avienten piedras”, pensó al menos uno de esa estirpe −la política− que se coló a la función de estreno.

A Helena de Troya, la memoria universal la convierte en inmortal.

Estos héroes, siempre en busca de emociones fuertes, dice mirando esquiva la actriz al público.

Y CLAUDIA CUENTA LA HISTORIA DE LA HERMANA DE HELENA:

“Aún estaba amamantando al producto engendrado por su primer marido, el cual había sido asesinado por el segundo. Pero fue ella la que pasó a la historia como la perra homicida de su marido”.

Y yo, irreverentemente desde mi butaca le digo a Claudia y a Helena: más importante que la historia es quien la escribe.

CAJÓN DE SARTRE:

Esta puesta en escena me hizo recordar a “Ifigenia Cruel”, una de las obras cumbre de Alfonso Reyes.

Me conmoví al ver cómo Rennier Piñero desplegó en el escenario −al dar las gracias− la bandera de Venezuela. Nació en ese país, convulsionado por la negativa de Nicolás Maduro de entregar el poder que le heredó al dictador Hugo Chávez y que perdió a manos de Edmundo González y María Corina Machado, en las elecciones del pasado 28 de julio.

Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable, Intrusivo, Irredento, Irreverente, Implacable, Indómito e Imparable −más que Samuel− Iván.

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