La 4T y su ‘doble discurso’ acerca del uso del fracking
El Gobierno de la República mantiene un ‘doble discurso’ en torno al uso del fracking, lo cual se traduce en desventajas para el país respecto de nuestros socios comerciales
Uno de los aspectos en torno a los cuales, de manera discursiva, el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha manifestado inflexible es el del uso del método de la fractura hidráulica −o fracking− para la explotación de yacimientos petrolíferos o de gas en suelo mexicano.
La posición del mandatario se nutre de las advertencias realizadas por múltiples grupos ambientalistas −en México y el mundo− que se oponen al uso de dicho mecanismo debido al riesgo implícito que conlleva de contaminación de los mantos freáticos.
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Sin embargo, de acuerdo con datos oficiales −proporcionados por el propio Gobierno de la República− esta administración ha destinado más de 27 mil 500 millones de pesos, del presupuesto público, para financiar proyectos que implican el uso del fracking.
Uno de estos proyectos implica a Coahuila y tiene que ver con la extracción de gas. En este, de acuerdo con la información que se incluye en el reporte publicado en esta edición, se ejercieron recursos por 3 mil 94 millones de pesos en Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas y Veracruz, además de nuestra entidad.
¿Por qué mantiene la administración federal un doble discurso en torno al uso del fracking como mecanismo para explotar los recursos energéticos que se encuentran en el subsuelo del país?
Resulta difícil comprenderlo, pero sin duda debe decirse al respecto que la forma en la cual se actúa no implica la obtención de prácticamente ningún beneficio para el país.
Y es que, como se ha dicho en otras ocasiones, mientras México mantiene una posición ambivalente al respecto, nuestros vecinos sí explotan los yacimientos de gas que se encuentran en el subsuelo que compartimos y luego nos lo venden porque nosotros acusamos un déficit del hidrocarburo.
No parece muy inteligente de nuestra parte el sostenimiento de esta actitud y, en todo caso, tendríamos que preguntarnos seriamente por qué del otro lado de la frontera común sí es posible explotar −y comercializar− el gas natural, pero de este lado nos resistimos a hacerlo.
Menos inteligente parece cuando, a contrapelo de lo que se reitera cotidianamente en el discurso oficial, decenas de miles de millones de pesos han terminado siendo destinados al financiamiento de proyectos que implican el uso del fracking.
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En lo que esto se traduce es en el hecho de colocarnos en el peor de los mundos: ni explotamos el gas que se encuentra en el subsuelo, ni hacemos nada realmente eficaz para que la técnica del fracking sea evitada y proscrita más allá de nuestras fronteras.
Cabría esperar que la posición del doble discurso sea abandonada pronto por una que encuentre un adecuado equilibrio entre la protección del medio ambiente y la explotación racional de los recursos naturales para beneficio de la comunidad. Porque eso no es lo que está ocurriendo ahora.