La Casa de los no tan famosos... El reality en el que todo México participa
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Dice el comediante Dana Gould que nunca experimentamos menos la realidad que cuando estamos mirando un “reality show”:
“Ves a personas que no son actores en situaciones creadas por personas −que no son escritores− que tratan de imaginar de segunda mano cómo es que te gustaría verlos comportarse en caso de que estuviesen en una situación real −que no lo es−. Y allí estás tú, mirando esto de manera pasiva. Estás viendo una producción amateur acerca de nada. Es como la foto de un dibujo de un holograma”.
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Mi relación con los programas “de realidad” se limita a “La Pesera del Amor” (con “s”, editor, se refiere a una combi-pesera), segmento estelar dentro del ya clásico “Otro Rollo”.
Por aquellos años la televisión nacional se importó (creo que de los Países Bajos) el concepto de “Big Brother” que irrumpió con furor en las pantallas domésticas, pero también en nuestra forma de relacionarnos con las “celebridades”. De hecho, creo que ello redefinió la manera en que el público creaba y desechaba de un día para otro a luminarias de petate quienes, sin ningún talento particular o cualidad distintiva, cobraban notoriedad instantánea sólo por ser parte de un grupo aleatorio de participantes en el formato de entretenimiento más baboso desde el descubrimiento y aplicación de los rayos catódicos en las telecomunicaciones.
Le soy completamente honesto: jamás, jamás, jamás vi un sólo segmento, capítulo o resumen del “Big Brother” original, ni de ninguna de sus incontables variaciones, refritos y derivados. Lo que sí, fue que busqué puntualmente la sesión de fotos para Playboy de “La Chiva”, una de las primeras estrellas fugaces vomitadas por estos bodrios televisivos, ya que los medios se encargaban de que te enterases de un mínimo de pormenores, además de que el show solía ser plática habitual entre los amigos que sí seguían dichas emisiones.
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Mi desdén hacia los “reality” (a secas) no está dictado por el clasismo. Le aseguro que no me las pretendo dar de intelectual que sólo consume entretenimiento de alto perfil. ¡Para nada! Consumo basura como el que más, pero como los mapaches, soy selectivo y busco hasta dar con la basura a mi gusto.
Entiendo que alguien tuvo la maravillosa idea de resucitar este concepto y hoy México está enajenado con dos shows de realidad que se han convertido en todo su interés, devoción y tema de conversación: “La Casa de los ‘Famosos’” y el otro, el que debo confesar que sí sigo; el que está en primer lugar de popularidad pese a ser todavía más pendejo e improvisado que el anterior: el show de “Las Corcholatas del Tío Amloín”.
Entiendo que más o menos se tratan de lo mismo: se mete a un grupo de peleles en el mismo espacio para que convivan e interactúen. Si debido a su grisura el programa no levanta, se les inventan algunas situaciones para que entren en conflicto, ponerlos en pique, que hagan alianza, que conspiren y pongan en juego alguna estrategia.
Al final se supone que la audiencia votará por salvar a sus favoritos y dejar ir a aquellos que ni fu ni “fuá”, hasta que tengamos al vencedor, vencedora, vencedore absolutx.
Yo no sé si usted se decantó por alguno de los dos programas, pero dudo que “La Casa de los Famosos” pueda ser más ordinario, predecible y falto de carisma que el rally de “Las Corcholatas”. No obstante, la emisión presidencial ha costado ya una millonada y el productor es, desde luego, usted, ya que los contendientes están financiados con dinero de Morena y los recursos para los partidos salen directamente de su bolsillo. Por ahí fíjese en los créditos, chance y alcance a ver su nombre, junto al de otros 100 millones de paisanos.
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El Big Brother de esta mamarrachada sale cada día a decirnos que los competidores son todos unas reatas, que no tiene favoritos y que se van a sacar el mole si es necesario con tal de adjudicarse el anodino título como defensor de la 4T, una invención para no decir que están en campaña, aunque todo mundo sabe que están en campaña: Lo sabe AMLO, lo saben las corcholatas, los sabe el árbitro electoral, lo sabe la prensa, lo sabe la oposición, lo sabe México y el mundo, lo sabe la Santanera y aun así, por alguna razón, todos nos hacemos majes y le seguimos el juego, muy probablemente porque no habría modo en el mundo de hacer bajar a Andrés Manuel de su macho para que reconociera que están llevando a cabo una campaña ilegal de anticipada y alevosa desde el poder.
En fin, que de vuelta al reality que nos ocupa, el Gran Hermano sabe que pese a lo que diga, pese a lo gastado y pese a la desleal promoción, sus contendientes nomás no prenden entre el público-electorado.
Y aquí sí, en honor a la verdad, hay que reconocer que tienen unos zapatos muy grandes que llenar. Unos zapatotes de un “clown” que nunca será igualado. El arrastre de caudillo, el carisma del populista, el mesiánico poder seductor no es algo que se pueda aprender ni mucho menos transferir y, aunque todos llevan su marca y una en particular cuenta con su bendición, para el pueblo ninguna de las corcholatas representa lo que en su momento representó López Obradiurs.
Es por eso que el “Big Bro” les inventa obstáculos, retos y dificultades, como para que la cosa se ponga medio interesante. Pero ni así. En una de esas lo único que hizo el muy menso fue “cilindrear” de verdad a una precandidata opositora que, sin ser ningún peso completo, resulta una mejor política que la corcholata consentida. Y ahora no sabe cómo cancelarla.
El show va para largo y lo cierto es que no me preocupa tanto esta primera fase entre las corcholatas del oficialismo (si ya todos sabemos de qué lado masca el Pejelagarto).
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Pondría yo más atención en los contendientes por la oposición que el Big Brother estaría pensando en activar para dividir el voto de los ciudadanos disconformes con el régimen. Seguro que echará a andar al menos dos para diluir cualquier intención de voto en contra y hundir toda candidatura emergente con posibilidades (esta semana AMLO se reunió con Enrique Alfaro y me dio qué pensar en este sentido).
Los reconoceremos en su momento, pues AMLO, transparente como es, les llamará opositores, pero les reconocerá su calidad humana y como contendientes; mientras que a los que sí considera un peligro para sus planes, los denuesta en lo político y a nivel personal.
Si ya se enganchó con este “reality” político de “La casa de los Pobres Diablos de Morena”, llévesela con calma porque no habrá otra cosa que ver en los medios hasta el año que entra, aunque no le culpo si como yo está considerando mudarse al otro programa que, por deplorable que sea, al menos está generando muchos memes de la tal Wendy.