La fachada vacía

Opinión
/ 5 mayo 2025

(...) fingiendo ser el arte en el que se introduce; no se ocupa del bien, sino que, captándose a la insensatez por medio de lo más agradable en cada ocasión, produce engaño, hasta el punto de parecer digna de gran valor.”

Platón.

¿Cuál es el significado final del patrimonio? ¿para quién se protege y se conserva? En el estudio de los centros históricos y su valor, la discusión deviene en que el patrimonio tiene un destino público, ya que es el reflejo de la identidad de una comunidad, sus costumbres y tradiciones, por lo tanto comunica y educa, no solamente en lo tangible sino también en lo que no se puede ver o tocar. Sin embargo, la discusión no termina aquí, al parecer la percepción que se tiene de estos bienes históricos, es que son un conjunto de “objetos” estáticos, pero no es así; el patrimonio es más que una cosa o un objeto, o como dicen algunos expertos: es mucho más que eso.

La memoria plasmada en los edificios, monumentos y objetos construidos son dinámicos porque ejercen un impacto y nos recuerdan algún hecho histórico o simplemente que alguien significativo estuvo presente y ahora está ausente. Son dinámicos también, porque persisten el paso del tiempo y comunican a través de este, lo cual también implica que se perciban de diferente manera según la época, se resignifiquen, se revaloren y se reinterpreten. Además, algunos teóricos denominan al patrimonio como un concepto en conflicto, o tal vez por considerarse inamovible es que se encuentra inmerso en esta pugna.

Entre muchas otras manifestaciones y fenómenos derivados del concepto del patrimonio que surgen por los cambios y modificaciones en la manera en que muta o evoluciona una ciudad, se encuentra un término denominado fachadismo; éste, se utiliza para nombrar a las acciones que se realizan en edificios históricos para poder seguir denominando como patrimoniales las calles o la zona en la que se encuentran, pero en su interior, el edificio se desenvuelve con sus aires acondicionados, sus vidrieras, sus sistemas de seguridad, su domótica, sus plafones y sus tablarocas, que no solamente le dan otro uso (zapaterías, mueblerías, tiendas de ropa, cantinas o bares), sino que este ya no corresponde a la fachada, es decir, se convierte en un espacio escenográfico donde el patrimonio se transforma en una máscara que simula un edificio histórico, pero en su interior ya no existe ningún elemento que nos vincule o conecte con la memoria colectiva.

Este fenómeno permite a la arquitectura patrimonial “sobrevivir” al menos hacia el exterior, y al edificio en sí, le permite seguir existiendo (¿?) aunque sea con otro uso. Esta simulación, pareciera ser un signo de los tiempos, como menciona Santiago de Molina: “...hoy que el fachadismo se ha extendido a todos los ámbitos de la vida, conviene no olvidar que es un fenómeno llamado a pervivir. El darwinismo arquitectónico no existe. Porque en la arquitectura, como en la ciudad, como en las redes sociales, todo es artificial”.

El autor agrega que el gremio de los arquitectos consideraba a este término como una obscena rehabilitación de un edificio, desprecio que responde a una actitud moralista por ser una práctica puramente posmoderna. Lo que es innegable es que la evolución (o involución) en nuestras prácticas cotidianas, así como el sistema que privilegia la ganancia sobre el significado, conflictuan de muchas maneras a nuestro patrimonio histórico, no solamente a los monumentos sino a la arquitectura que da fé de los usos y maneras de construir, de técnicas tradicionales de edificar y por supuesto de la memoria o los recuerdos de quienes estuvieron antes que nosotros. Entonces: si el patrimonio es un bien público: ¿para quién se protege y se conserva?

Arquitecta por la Universidad de Monterrey. Cursó la maestría en Arquitectura con especialidad en diseño y tecnología ambiental en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Coahuila, donde fue becaria del CONACYT y enfoca su investigación para la obtención del grado a los usos, aplicaciones y adaptaciones de la arquitectura vernácula a las nuevas demandas de la época actual. Es profesora investigadora con perfil PRODEP y coordinadora de posgrado en la Escuela de Artes Plásticas Prof. Rubén Herrera de la UA de C. Forma parte de la Academia de investigación, es miembro del comité de reforma curricular de ambas carreras, miembro del comité de la Maestría en Arte y Diseño, así como del Núcleo académico Básico del mismo programa, miembro del cuerpo académico “Expresión visual” de la licenciatura en Diseño Gráfico. Coordina la plataforma In Signia, sitio dedicado al estudio, promoción y preservación del patrimonio y los símbolos que conforman la identidad en su ciudad natal. Becaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Coahuila en el año 2012 en el área de patrimonio y como creadora con trayectoria en 2021, coordinadora del libro Umbrales. El centro de Saltillo. Visiones desde la transdisciplina, donde además colabora con un capítulo, ganadora del premio de periodismo cultural Armando Fuentes Aguirre “Catón” emisión número 23 en categoría Prensa.

Formó parte del equipo de diseño del prototipo de vivienda sustentable propuesto por el CINVESTAV. Autora del capítulo “Apropiarse el territorio” en “Dimensiones del Espacio” libro editado por la UAdeC. Colaboradora en diversas revistas de divulgación a nivel nacional y regional como la Gazeta del Archivo Municipal de Saltillo. Es analista, gestora y asesora en temas de reglamentación urbana. Estudiante de Doctorado en Arquitectura y Urbanismo en la Facultad de Arquitectura de la misma universidad en donde desarrolla proyectos de investigación relacionados con el patrimonio, los imaginarios y emblemas simbólicos.

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