La gala de ópera y los placeres del canto lírico
El concierto de gala de ópera tiene un encanto particular, señero, que no posee ninguno de los otros formatos de concierto a los que ya estamos acostumbrados. Hay una suerte de solemnidad gélida en los recitales de música de cámara- en cualquiera de sus variantes-, de grandilocuencia y exacerbación sonora en los conciertos de música sinfónica; de circunspección en los recitales de música para instrumento solista.
La gala de ópera se asemeja -guardadas las debidas y evidentes diferencias- a la emoción de leer una antología de cuentos con sus consabidas consecuencias: degustar los variados tonos, historias, líneas de tiempo, técnicas narrativas y demás linduras que hermosean el conjunto antologado. Y eso es una gala, una muestra variada de arias, recitativos, coros y oberturas. De alguna manera se le tenía que nombrar a este repertorio antológico del canto lírico que, como dije, es único. Aún no conozco algo relativo o parecido en los otros géneros y formatos de concierto: no existe una gala sinfónica, ni una gala pianística ni de música de cámara.
En este formato vocal podemos deleitarnos con arias y recitativos del cremonés Claudio Monteverdi, del encantador Rossini y sus contemporáneos, los belcantistas Bellini y Donizetti, pasando por los gurús de la ópera verista Verdi y Puccini, por mencionar a los celebérrimos autores de ópera.
De esto tuvimos y gozamos hace unos días en nuestra ciudad, teniendo como marco el espléndido Teatro de la Ciudad Fernando Soler, los cantantes Stephen Costello Y Kristine Opolais, acompañados por solistas y coro de la Compañía de Ópera de Saltillo (COSA), dirigidos por su titular, el maestro Alejandro Reyes -Valdés, y la Orquesta Filarmónica del Desierto bajo la batuta del maestro Natanael Espinoza. El programa de la gala estuvo constituido por casi una veintena de piezas del repertorio operístico (incluidas los 5 encores que obsequiaron los cantantes) y por autores muy conocidos: Bizet, Cilea, Catalani, Puccini, Verdi, Dvorák y R. Strauss, con arias, duetos, cuartetos y coros de óperas tan entrañables como La bohéme, Carmen, Madama Butterfly, Manon Lescaut, Aída, Tosca, Turandot, Rusalka, La Wally y Adriana Lecouvreur.
En el desarrollo del concierto pude apreciar el avance considerable que el coro de la COSA y sus solistas han obtenido en este año de intenso y frenético trabajo. El empaste y el sonido de las voces corales se escuchó robustecido y equilibrado en muchos de los pasajes que interpretaron. Tres de los solistas de la COSA que participaron en el cuarteto de La bohéme, ¡Dunque é proprio finita!, las sopranos Valeria Oregon Cintli Cruz y el bajo barítono Thamar Villarreal, lucieron unas voces timbradas, sobre todo la de Valeria Oregon, que se escuchó potente, colocada y bien timbrada. La soprano Kristine Opolais y el tenor Stephen Costello- dos figuras de probada trayectoria internacional, cantantes principales en montajes operísticos en las más renombradas casas y teatros de ópera, dirigidos por las más connotadas batutas- hicieron las delicias auditivas del numeroso público que llenó casi en su totalidad la gran sala del Teatro de la Ciudad.
El tenor Stephen Costello abrió el repertorio vocal ofrecido en el programa con el aria La fleur que tu m’avais jetée, de Carmen, de Bizet, seguido por la soprano Kristine Opolais con el aria Io son l’umile ancella de la ópera Adriana Lecouvreur de Francesco Cilea. En estas dos arias pude apreciar la calidad y dimensiones de la voz de ambos artistas. La voz de Costello evidentemente mucho más pareja en sus registros, timbrada, cálida (que abraza); las arias que interpretó adecuadas a la tesitura de su voz; su presencia escénica impecable.
La soprano Kristine Opolais deslumbró, sobre todo, en sus agudos. Mi apreciación personal me hace afirmar que varias de las arias que interpretó impecablemente no eran propias de su tesitura, ella una lírica ligera, varias de las arias para una lírica. Sin embargo, su indiscutible talento y experiencia vocal y escénica la mostraron como lo que es: una maravillosa intérprete del arte operístico. La Orquesta Filarmónica del Desierto cautivó con su solvencia y empaste sonoro. El maestro Natanael Espinoza siguiendo y cuidando los vaivenes de los tempi de los solistas. En suma, una bella velada musical que queda en los anales del arte lírico vocal en nuestra ciudad.
CODA
Termina una gestión municipal para darle paso a otra nueva. Esperamos y deseamos que el trabajo y esfuerzo que la Compañía de Ópera de Saltillo ha mostrado y obsequiado a los amantes de la música en su breve existencia sea respetado y considerado como un baluarte y pilar de nuestra sociedad por los nuevos funcionarios que entrarán en funciones en breve, para que siga educando y deleitando a todos los que amamos el arte musical.