La inflación nominal y la inflación sentida

Opinión
/ 30 junio 2023
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Todos sin excepción sentimos los efectos de la inflación en nuestros ingresos. Hay quienes son más vulnerables a ésta porque ganan menos, y en consecuencia, conforme pasan los días, sienten y comprueban que pueden comprar menos. La inflación es un problema monetario y de escasez. Monetario en cuanto a que los precios y su depreciación se reflejan en las cantidades de monedas y billetes (aunque no en estricto sentido porque una tarjeta de crédito es otra forma de compra). Esto es, tenemos que usar más dinero para comprar lo mismo. En el caso de la escasez, el problema es más complicado porque un producto o servicio puede costar mucho dinero, pero si no está disponible, el dinero de nada sirve. Una de las quejas de la ciudadanía que más se está escuchando en la calle es que el dinero cada vez alcanza para menos. Esto es real y hay que explicar por qué. En México, los ajustes salariales por inflación se dan una vez al año nada más, normalmente en enero y se aplican en febrero o marzo. Desde este momento y hasta fin de año, las personas en general ganarán exactamente lo mismo a pesar de que los precios se irán incrementando mensualmente. Hay situaciones que generan más estrés en los hogares como en situaciones de inflación de 14 por ciento anual, el caso de los alimentos en nuestro país. Por lo anterior, la gente se sorprende mucho cuando se dice que el índice nacional de precios al consumidor (el indicador de la inflación) subió un 5.18 por ciento. Solo dicen “ese dato está mal” pero no comprenden realmente su significado y nosotros los que lo entendemos no lo explicamos.

Para comenzar el INPC es un indicador que toma en cuenta cerca de 235 mil precios agrupados en 283 conceptos genéricos, de aquí se hace el análisis de variaciones de precios y se calcula el índice inflacionario. No hay que olvidar que es un índice y como tal puede contener promedios entre sus cálculos lo que genera distorsiones “aplanando” el resultado final. Esta situación es la que crea una gran diferencia entre lo que vemos en el indicador y lo que sentimos en el bolsillo. Además, la forma en que medimos la inflación no ayuda mucho pues al hacer el indicador anual, que es el que se reporta, se mide la diferencia entre el indicador actual contra el del año pasado, un periodo de un año exactamente, pero no se comunica el incremento mensual acumulado, lo tiene que hacer uno mismo si quiere saberlo.

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También debemos tomar en cuenta que cada sector de la economía tiene su propio movimiento de precios y un efecto diferente dependiendo de la distribución del gasto. Por ejemplo, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, los alimentos y bebidas no alcohólicas representan el 26.6 por ciento del consumo de hogares e instituciones privadas sin fines de lucro en 2021, que son los datos más recientes. A ese porcentaje, hay que “agregarle” el efecto inflacionario del sector que está en 14 por ciento y para fin de año, usted podrá ver que todos nosotros forzosamente tendremos menos dinero para gastar solo en este rubro. En alojamiento, agua, electricidad, gas y otros combustibles gastamos en promedio el 17 por ciento de nuestro ingreso de acuerdo con la misma fuente, y en estos ramos la situación es peor porque la inflación en algunos momentos de este mismo año (abril y principios de mayo) llegó al 19 por ciento.

Eso sí, aunque la inflación baje, los precios en general no bajan, a este fenómeno se la llama rigidez de precios. En otros países, yo lo he visto y vivido, los precios sí cambian con la finalidad de que las empresas no pierdan participación de mercado. En el caso mexicano, dado el bajo número de empresas que venden un mismo producto es casi imposible que haya incentivos para bajar los precios y mantenerse competitivo. Las tendencias monopolísticas del país además generan escasez de productos. México se ha caracterizado por tener pocas empresas en varios sectores y muchas en otros tantos, pero con tres o cuatro empresas sumamente dominantes. Se puede decir que en México no nos gusta la competencia real o como decimos en economía, perfecta.

La escasez en este momento en el norte del país tiene que ver con que no hay agua, y eso ha repercutido en la oferta de agua embotellada en cualquier presentación, refrescos, leches que sabemos que son más agua o productos lácteos como se les dice ahora, cervezas y hasta destilados están faltando en los estantes de las tiendas y los supermercados. Lo poco que hay disponible tiene precios que espantan a cualquiera o mejor aún lo alejan del anaquel porque simplemente no alcanza para pagarlo. En promedio este sector tiene una inflación reportada del 13.5 por ciento, pero tome en cuenta que al igual que en los alimentos, apenas vamos llegando a la mitad del año.

Con todo lo anterior usted puede apreciar que la inflación es un problema más allá de un aumento de precios, en economía se dice que es un impuesto altamente regresivo, esto significa que aunque gane mucho o gane poco, usted pagará el mismo impuesto que alguien muy pobre, haciéndolo muy injusto porque para los que ganan mucho la inflación es un impuesto indistinguible dentro de sus ingreso, esto es, ni lo notan. Los buenos impuestos son los progresivos, porque conforme la persona o la empresa gana más, paga más proporcionalmente, dándole un sentido de justicia al pago. La inflación no tiene nada de justa porque afecta duramente a las clases más bajas que tienen que dedicar gran parte de ingreso solo a sobrevivir (17 millones de mexicanos están en esta condición de acuerdo con Coneval). En marzo pasado cuando el tanque de gas de 30kg llegó a costar 900 pesos, las clases sociales marginadas tuvieron que decidir si compraban gas o dejaban de cenar una semana. Este tipo de casos documentados en distintas fuentes de internet, pueden servir para ilustrar los efectos inflacionarios en solo un producto.

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La inflación en enero de este turbulento 2023 fue de 7.91 por ciento y ahora en junio está en 5.18 por ciento a mediados de mes. Vemos una disminución importante, aunque todavía no es suficiente porque para una mejora real necesitamos alcanzar la meta del Banco de México de 3 a 4 por ciento. Este objetivo todavía luce lejano pero en el 2024, con toda seguridad lo alcanzaremos, y daremos más oportunidad a los que menos tienen, que hoy son los que más pagan proporcionalmente. Hay que recordar que 5 por ciento es solo el indicador, el efecto en los bolsillos es mucho más.

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Columna: Otros datos Económicos. Economista y profesor universitario con más de 25 años de experiencia en la docencia e investigación. Estudió y fue profesor-investigador del Tec de Monterrey en el Centro de Estudios Estratégicos. Se doctoró en economía en la Universidad de Glasgow en Escocia, país donde también trabajó como investigador asociado en la universidad de Aberdeen. Ha sido analista financiero y asesor económico externo tanto en el sector público como en el privado. Dirige el Instituto de Estudios Empresariales Coahuila Sureste de Canacintra. Actualmente es profesor de tiempo completo de la facultad de economía de la Universidad Autónoma de Coahuila.

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