La reforma política imposible del régimen de Morena

Opinión
/ 13 agosto 2025

El régimen enseñó su peor cara. El nombramiento es el mensaje... Pablo Gómez no simula ni argumenta; confronta, insulta, descalifica y pontifica

Con la designación de Pablo Gómez como comisario para la reforma político-electoral, el régimen enseñó su peor cara. El nombramiento es el mensaje y es el remedo del estalinismo con la tesis del partido histórico que llegó al poder; ahora se trata de definir las reglas para que lo vuelvan inmune al voto y al pluralismo que caracteriza a la política mexicana. Pablo Gómez no simula ni argumenta; confronta, insulta, descalifica y pontifica, como le sucedió a Hernán Gómez Bruera. Pablo Gómez muestra la diferencia entre autoritarismo y totalitarismo: para él hay un sólo partido y una sola verdad, reminiscencia de un indeseable pasado.

Nada bueno se espera con el cambio de reglas e instituciones. En apego al credo obradorista, se parte de la tesis de que la democracia que ha existido y sus instituciones han sido una farsa, aunque les haya permitido llegar al poder. Su convicción es que llegaron para quedarse, no para mejorar el sistema de representación política, tampoco para perfeccionar el ejercicio del voto. Para empezar, el sujeto ciudadano para ellos no existe, pero sí esa abstracción que llaman pueblo y que antes, en el código del totalitarismo marxista, llamaban proletariado. Finalmente, el pueblo llegó al poder, del cual no es aceptable que sea echado. La democracia burguesa o neoliberal debe ser desplazada por la auténtica democracia: la popular, que no entiende de límites, legalidad, poder dividido, rendición de cuentas o escrutinio social.

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La cuestión y tema más relevante y crítico para que prosperen las intenciones totalitarias del gobierno requiere del voto de sus aliados en las cámaras (PVEM y PT). Llama la atención que Pablo Gómez hable de la mayoría de Morena, ya que no existe, obtuvo 40.84 por ciento de los votos, la minoría mayor, que si se hubiera considerado como tal, no habría alcanzado 251 diputados. Con una cuestionable interpretación de las normas de integración de la Cámara y con la coalición con el PVEM y PT, logró 73 por ciento del total de asientos.

El sistema de integración de las Cámaras debe reformarse en el sentido originario de la transición democrática que inició desde 1963, con los diputados de partido y su mayor impulso con la reforma promovida por Jesús Reyes Heroles al introducir el sistema mixto en la Cámara de Diputados.

El sentido del cambio ha sido doble: primero, como en toda democracia representativa, los partidos políticos son los sujetos centrales del proceso a la par de los ciudadanos empoderados por sus derechos políticos (al voto, de asociación, libertad de expresión, a la información, a la privacidad, a una justicia igualitaria y expedita, etc.); segundo, la representatividad se fortalece con la igualación del porcentaje de votos y el de asientos en las Cámaras. Es evidente, por la sobrerrepresentación, que las reglas existentes no cumplen con la representación de las fuerzas políticas y, por lo mismo, deben ajustarse, una vez más, para que los votos sean los que determinen de manera simple e inequívoca el sitio y fuerza que corresponde a cada partido.

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La reforma política del obradorismo también incorpora, como sucedió con la Corte, el sometimiento al régimen del órgano electoral; un objetivo a contrapelo de la lucha por la democracia, que fue contar con autoridades electorales profesionales, autónomas del gobierno y los partidos, e independientes de todo factor de poder informal. Los que proponen la reforma mienten al decir que el Consejo es simulación de los partidos. Ocurre con los consejeros designados recientemente por López Obrador, como con los ministros de la Corte nombrados en la segunda mitad; una total y ofensiva parcialidad y un penoso sometimiento al régimen.

Es imposible que el PT y PVEM aprueben una reforma en la que va de por medio su existencia. Han probado ser aliados dóciles y funcionales al régimen, pero no pueden llegar al extremo de aprobar un cambio legal que los echa del espectro político. La reforma, para ser aprobada, requiere de los senadores y diputados electos por los verdes y los del PT. Al respecto, es oportuno remitirse a las declaraciones recientes de Ricardo Monreal, coordinador de Morena en la Cámara, en el sentido de la falta de consenso para el cambio propuesto. No faltó quien lo interpretó como regateo o rebelión; en realidad era una descripción de la situación en la Cámara. Los números no dan para que un partido que obtuvo menos de 41 por ciento de los votos sea partido hegemónico para la eternidad.

Licenciado en Derecho Facultad de Jurisprudencia UAC. Maestría y Estudios de Doctorado en Gobierno por la Universidad de Essex, Inglaterra.

Ha sido Catedrático en el ITAM; en el ITESM; en el CIDE; y en la Universidad Anáhuac.

En 1997 a 2000 titular de la Asesoría Política en la Presidencia del doctor Ernesto Zedillo.

Desde 2005 director general del Gabinete de Comunicación Estratégica

Columnista Juego de Espejos en Milenio Diario, Bloomberg-El Financiero y en SDP Noticias, Código Libre y en la Revista Peninsular. Coautor de varios textos en materia electoral y estudios históricos.

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