La televisión mexicana puesta a prueba: permite la diversidad y la apertura o su suerte estará echada

Opinión
/ 9 julio 2024

Alrededor de la televisión giró por años la vida cotidiana. A la sorpresa inicial se fue acostumbrando el público. Se venía de la radio, la magia de imaginar a través de los sonidos a los personajes, los escenarios, el ímpetu del espíritu de una época.

Con la televisión la imagen fue sorprendente, aunada a la instantaneidad con que estaban ocurriendo los hechos literalmente del otro lado del mundo.

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La televisión llegó a fortalecer para el gran público la comprensión de un mundo globalizado. A través de ella, el numeroso grupo de personas comenzó a acercarse a los fenómenos de una manera cercana. En los años setenta y ochenta se hicieron populares los programas que para radio y televisión española realizó Félix Rodríguez de la Fuente, naturalista y divulgador ambientalista. Sus documentales sobre el medio ambiente despertaron la conciencia de toda una generación.

El eco nacional e internacional de sus series de televisión, documentando la vida natural silvestre, fue significativo: millones de personas lo siguieron por el mundo, haciendo conciencia de la importancia de preservar la naturaleza. Un pionero en estos temas en los medios masivos de comunicación, considerando la época.

La televisión dotó al gran público de historias contadas en series, en telenovelas y, por supuesto, en relatos de la vida real a través de las noticias. Los noticieros televisivos, herederos de la prensa escrita y la radio, llegaron para quedarse y establecieron con el público su propia forma de interactuar.

La televisión, como el resto de los medios de comunicación, ha requerido adaptarse a la vorágine que ha traído consigo la Internet. Por mucho tiempo funcionaron esquemas para atraer la atención de los públicos.

Se hicieron también programas especiales para atrapar el gusto de amas de casa en un momento determinado de las historias de los países latinoamericanos, incluido el nuestro; para atraer la atención del público infantil y para permanecer en el gusto de los adultos.

Enfrentarse a Internet y con él a las distintas plataformas de streaming, ha sido uno de los retos más fuertes que tiene ante sí la televisión.

O se quedan con los contenidos de siempre, los repetitivos que vienen sonando desde hace décadas, repitiendo historias, retransmitiéndolas también, o maduran y hacen un viraje hacia otras dimensiones.

Lo que resulta una lástima en canales que por mucho tiempo se mantuvieron como culturales es que, desde hace unos años, se han convertido en tribunas dogmáticas, en tribunas para mostrar la ideología única del gobierno del país.

Lamentable, pues resulta que la diversidad, generadora de riqueza, ha perdido en esta nueva manera de hacer televisión. La burla y el escarnio hacen gala en programas que se pretenden de pensamiento y reflexión, y con ellas apagan cualquier posibilidad de diálogo inteligente.

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Si la televisión pretendidamente de objetivo cultural se convierte en lo que hizo la comercial por décadas, ser la caja repetidora de los sexenios en turno, saldrá perdiendo.

Ya no tanto el público, pues este tiene un abanico de opciones en Internet y plataformas de streaming para informarse y para divertirse. Los contenidos están a la vista en el momento en que cualquiera los desee consultar y disfrutar. La suerte de la televisión mexicana de canales oficiales está echada si no permite la diversidad y la apertura de opiniones.

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