Las dos espadas: esgrima política y espiritual en la Capilla Sixtina

El 7 de mayo iniciará el Cónclave para elegir al papado número 267, cuando 133 cardenales se reúnan a puerta cerrada en la Capilla Sixtina hasta que el famoso humo blanco asome por sus tejados. A propósito de la sucesión, vale la pena revisar datos históricos relativos al sumo pontífice.

Al día de hoy ha habido un total de 264 papas que han ejercido su cargo durante 266 papados. Esta discrepancia numérica se debe a que Benedicto IX fue la cabeza de la Iglesia católica en tres distintas ocasiones: su primer mandato fue entre 1032 y 1045, el segundo en el periodo de 1045 a 1046 y el tercero durante 1047 y 1048, cuando finalmente fue depuesto y excomulgado. El motivo de su ignominia fue haber vendido su cargo pontificio para casarse.

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Respecto al origen de los papas, 213 de los 264 nacieron en lo que hoy día es territorio italiano, en el Imperio romano o los distintos reinos y estados que se han integrado y extinguido en la península itálica. Únicamente 11 de los papas no han nacido en territorio europeo: tres nacieron en África, siete en Asia y uno en América.

A pesar de que Pedro fue el primer jefe de la Iglesia católica −“eres tú Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”−, el término “papa” no fue utilizado para designar al Obispo de Roma hasta Siricio, quien fue el papa número 38 entre los años 384 y 399. De acuerdo con el filósofo e historiador de las religiones, Mircea Eliade, esta distinción −que inició como un mote− se atribuyó para elevar al rango de “padre” al Obispo de Roma frente al resto de los obispos, quienes eran “hermanos”.

No fue sino hasta el mandato de Gregorio VII (1073-1085) que el título de “papa” se instituyó jurídicamente mediante la reforma gregoriana, decretada en el “Dictatus Papae” (Dictado del Papa). La reforma tenía por objeto establecer la supremacía del poder espiritual sobre los poderes temporales, es decir, fijaba la superioridad del Papa sobre todos los cristianos, incluyendo emperadores y reyes. A este canon se le denominó la “doctrina de las dos espadas”, por la pugna entre los dos poderes de naturalezas distintas, el divino y el terrenal.

En cuanto a la adopción de los nombres papales, estos no sucedieron hasta el siglo sexto, cuando en el año 533 fue elegido un romano de nombre Mercurio. Dado que compartía nombre con el dios romano del comercio, optó por uno cristiano para su papado: Juan II (533-535). Sin embargo, el cambio de nombre no fue una práctica habitual, sino hasta el siglo 10. El último papa en usar su nombre de nacimiento fue Marcelo II, quien falleció en 1555.

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Los nombres más frecuentes han sido Juan (21 ocasiones), Gregorio (16), Benedicto (16), Clemente (14), Inocencio (13), León (13) y Pío (12). El caso de Juan es bastante curioso, ya que a pesar de que hubo un papa Juan XXIII, la Iglesia católica únicamente contabiliza 21 “Juanes”. ¿Qué pasó con los otros dos? Juan XVI es considerado un antipapa −es espurio− por el Vaticano, por lo que se excluyó de las listas oficiales, pasando de Juan XV a Juan XVII. Asimismo, Juan XXI omitió un ordinal por error, siguiendo la creencia de la época de que anteriormente hubo un papa Juan XX. Sin embargo, posteriormente se reconoció que jamás ha existido un papa con este nombre.

¿Qué resultará del próximo cónclave? Es un misterio. Lograr el consenso de dos terceras partes de los cardenales presentes para elegir a un nuevo Papa puede llegar a ser una hazaña maratónica. Las ambiciones políticas y terrenales se revelarán, mientras que las diferencias espirituales, doctrinales e ideológicas entre las facciones acomodarán a las distintas piezas en el tablero. Las “dos espadas” esgrimirán una vez más durante estos días de encierro en la Capilla Sixtina.

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