Latrocinios: ¿Dónde inician los hurtos? ¿Dónde terminan?
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Pareciera que es parte de la condición humana tomar lo ajeno, engañar cuando se tiene información privilegiada, hurtar ideas, abusar del poder, aprovecharse de los más débiles: robar, en una sola palabra.
Los latrocinios aparecen desde el principio de la humanidad, y precisamente para regular la conducta de las personas se crean normas y leyes que luego aparecen privilegiando a los más poderosos. ¿Cómo lograr justicia cuando los latrocinios ocurren? ¿Cómo comprender que es más valioso reconocer que alguien está delinquiendo, que ocultarlo?
La frase “el que no tranza, no avanza” inspira a muchos mexicanos. El que roba lo puede hacer bajo la investidura de un cargo público, bajo el carácter de director de una empresa privada, con la camiseta de líder comunitario o simplemente como ciudadano promedio.
Los ladrones abundan. Nada menos, en días recientes sufrí el hackeo de la aplicación de WhatsApp de mi número celular y en dos ocasiones recientes (17 de marzo y 10 de abril) rufianes escribieron, cual si fuera yo, solicitudes urgentes de dinero que sería devuelto en dos horas y que debía ser depositado en la cuenta de una persona distinta a mí. En cada ocasión dieron cuentas de dos instituciones bancarias perfectamente establecidas.
Sabemos que para abrir una cuenta bancaria hay un protocolo que exige la presentación de la credencial de elector o el pasaporte, además de otros documentos que den fe de la dirección del solicitante. Lo que me hace preguntarme sobre la seguridad que brindan las instituciones bancarias ante fraudes, cuando ellas mismas te ofrecen un servicio para “blindarte” de hurtos a cambio de un pago.
Lo que ganaron las instituciones bancarias en México durante el año 2022 casi llegó a los 237 mil millones de pesos. ¿Los altos intereses que se cobran no significa una manera de aprovechar la necesidad de los que requieren de pronto préstamos de emergencia o simplemente del uso de una tarjeta de crédito?
¿Dónde inician los hurtos? ¿Dónde terminan? Hay de latrocinios a latrocinios. No es lo mismo que los adultos hagan que sus hijos pequeños ayuden a desmantelar una casa que robaron, a que un conjunto de diputados pretenda robar la posibilidad de que las minorías puedan ejercer su derecho de demandar situaciones antidemocráticas. Sin embargo, tal vez pese más moralmente el hacer que un niño desdibuje el concepto del bien aprendiendo conductas delictivas que el que una caterva de legisladores se organicen para asegurar la permanencia de la partidocracia, aunque lo segundo tiene mayores implicaciones sociales y económicas en el presente, que propiciar el robo en la niñez.
Quizá mucha gente que vive en alguna de las entidades federativas de la Península de Yucatán no tenga conciencia de que al estar enviando sus residuos líquidos al subsuelo está contaminando el agua dulce, garante de su futuro.
Hace unos días escuché en la ciudad de Aguascalientes una importante charla de Rodolfo Salinas Roca, valioso boliviano avecindado en México, sobre los avances en la Agenda 2030. Aunque hay menos pobreza en el mundo, los ricos siguen siendo más ricos y las capas económicas van decreciendo de nivel. Qué decir sobre el aumento de la temperatura global en el planeta que ya asciende a un grado. Todo ello paralelo a las viejas y nuevas maneras de hacer y promover latrocinios; a veces desde las mismas cárceles o desde algunas plataformas de poder político.
¿Podremos antes del 2030 lograr que la temperatura no se eleve medio grado más? ¿Podremos los mexicanos tener la fuerza para evitar que lleguen a representarnos políticamente personas carentes de ética? Aunque hay afortunadas excepciones, parece ser que las tranzas siguen avanzando en el campo de los legisladores.
Encuesta Vanguardia
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