Los avatares de la cultura

Opinión
/ 16 noviembre 2025

Desde hace mucho he sido parte de organizaciones culturales. En mi etapa de estudiante de preparatoria, fui parte de Juventud 75, organización que apoyaba eventos que tenían el propósito de ofrecer a las jóvenes opciones de recreación. No había pasado mucho tiempo del movimiento del 68 y se percibía su influencia.

En ese mismo tiempo fui promotor cultural en escuelas secundarias y me percaté desde entonces que las expresiones artísticas deberían tener mayores apoyos. Solamente en las asambleas cívicas, en las kermesses de barrio y en los homenajes por el Día de las Madres se desplegaba algún tipo de gastos en producción (escenografías, sonido). Cuando estudiante de la carrera profesional, siendo consejero alumno de la Facultad de Economía defendí el derecho de las instancias artísticas de la Universidad Autónoma de Nuevo León, para que no desaparecieran.

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La cultura no contaba. A contracorriente es que muchos productores, creadores, y artistas tienen que actuar para ganarse un lugar. En México se sigue desdeñando a los artistas. No hay un mercado responsable para el arte; sin embargo, las obras siguen produciéndose porque están ligadas entrañablemente al sentir del ser humano. Pienso que no habrá ningún instrumento de inteligencia artificial que pueda superar la creación artística humana porque para ella se necesitan sentimientos. Los sentimientos también son cuestión de sustentabilidad.

Muchos hemos caído en el imaginario de que el artista no puede vivir de su trabajo, e instamos a los jóvenes a realizar estudios de profesiones que permitan una devolución monetaria lo más inmediata posible, y esto es erróneo. Una de mis hermanas, cuando anunció que estudiaría la carrera de artes visuales, recibió por parte del resto de la familia críticas severas -incluyendo la mía-, a pesar de que la abuela materna había sido pintora. Imaginen una situación similar en familias donde no hay antecedentes artísticos. Mi hermana tomó la mejor decisión y se ha dedicado a ser profesora, y aunque ha dejado de producir arte, encamina a sus alumnos para que puedan construir sus propias carreras artísticas.

Ahora que trabajo intensamente en el contexto de la conservación del patrimonio cultural y natural, veo con mucha claridad que las expresiones artísticas son importantes aliadas. La maestra Norma Lilí Cárdenas Zurita -de grata memoria-, cuando fue titular de la Secretaría de Cultura del Estado de Tabasco, creó el proyecto Arte por la Tierra. Los trabajos que partieron de este esfuerzo fueron iluminadores porque llegaron a la niñez chontal que se percató que había humedales y zonas de manglar en riesgo. También se dieron cuenta de la gran cantidad de envases de pet que casi inundaban algunos nichos ecológicos en Tabasco. Ellos colectaron envases acumulados en humedales, los lavaron haciendo con ellos artículos artísticos de gran belleza. Este trabajo lo desarrollaron paralelamente con información sobre la importancia del reciclaje. Norma Cárdenas murió en la época de la pandemia, pero esos niños ahora son adultos que enseñan a sus hijos, lo que bien aprendieron en el programa Arte por la Tierra. Hay mucho talento en la niñez y en Coahuila hay un secretario de Educación estatal que muy bien puede recoger la metodología y enfoque del programa creado por la maestra Cárdenas. Sé que es casi impenetrable la malla académica que se ofrece en las escuelas públicas de educación básica y que lo respectivo al arte sigue sin lograr los apoyos necesarios; pero no tengo duda que un estudiante que a través del arte reconozca la necesidad de la conservación de la naturaleza, será un buen ciudadano.

Columna: Mundo sustentable

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