Males a corregir: Ruta Saltillo-Ramos Arizpe y la rapiña municipal
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La movilidad es uno los ejes más importantes para el progreso económico, la calidad de vida de la gente y factor fundamental en la sustentabilidad. Por tal motivo urge mejorar el transporte público en el área metropolitana de Saltillo porque la población y la urbanización seguirán creciendo, demandando movilidad más eficiente y dinámica. Pretender el transporte masivo del Metro o trenes metropolitanos y mejorar el flujo vehicular construyendo grandes ejes viales es una utopía.
La realidad es que nuestro sistema de transporte público es una necesidad vital para la gente más humilde, los estudiantes, obreros y a quienes consideramos las “Combis” como aliadas para disminuir el tráfico vehicular y la contaminación.
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Este columnista usa el transporte público por necesidad y para evitar conducir por la saturación del tráfico en una metrópoli que ya debería contar con un anillo interior completo para Saltillo, dos grandes ejes viales de norte a sur y de oriente a poniente y un periférico metropolitano exterior para unir los tres municipios conurbados y Derramadero. Y tenemos la confianza de que el alcalde Javier Díaz pueda convertir esa utopía en una realidad que bien puede concretar en dos trienios consecutivos.
El transporte público actual es deprimente, obsoleto e insuficiente. Tenemos por ejemplo la ruta conurbada Saltillo-Ramos Arizpe, tan importante y con gran demanda, pero que actualmente ya opera con grandes deficiencias. Camiones atestados como lata de sardinas, frecuencia irregular y con largos tiempos de espera, unidades insuficientes y pésimo servicio. Otras rutas están peores o en las mismas. Hay otras más eficientes, como la Periférico y la Arteaga-Ramos. Debería existir un observatorio ciudadano de movilidad que gestione las mejores soluciones para el transporte público. También hay que reconocer que las “Combis” no son el único remedio, sino que urgen ya las grandes vialidades y un programa de “Hoy no circula” para sacar la chatarra contaminante de las calles con un estricto programa de verificación.
RIPIO
Las autonomías son un ideal en este país que ha resultado un verdadero desgarriate. Es el caso de las autonomías universitarias, que han sido las generadoras de muchos rectores multimillonarios. Lo mismo las autonomías de los órganos constitucionales, la de los togados independientes y autónomos, y la cacareada autonomía municipal, según el artículo 115 constitucional.
Cierto es que las “autonomías” generan abusos y latrocinios. La autonomía municipal impulsada por don Venustiano Carranza ha traído más desastres que beneficios. Un ideal subjetivo, pero muy gravoso. En Parras recuerdan cuando don Braulio, gobernador, le llamaba al alcalde para reclamar el alto consumo de la electricidad en el municipio. En ese tiempo los regidores eran honoríficos y ahora cobran sueldos desmesurados por “firmar” las actas de Cabildo. La voracidad insaciable de los ediles es un lastre nacional. Rematan o se apropian de bienes municipales en literal rapiña. Y son más los vicios del mentado municipio libre que los beneficios tangibles.
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Los ejemplos de abuso y degradación sobran a nivel local y nacional: Torreón con el único alcalde que merece un sambenito de diseño Armani como el político más soberbio y atorrante de América, pues se lleva de calle a Donald Trump y a Javier Milei. Múzquiz con la vanidosa Vanesa Tania Flores. Arteaga con la dinastía Durán. Parras con su negra historia del PVEM. Chilpancingo y la mafiosa Otilia. Santo Tomás de los Plátanos del PRD y su nefasto síndrome bananero. Urge, pues, una reforma al artículo 115 constitucional.