Mejor que La Casa de los Famosos. Parte 2. ¿A dónde vamos a parar?
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Nos devanábamos los sesos apenas hace tres meses tratando de explicarnos, no el triunfo de la candidata del partido oficial, sino la envergadura de semejante victoria. Ejercicio por demás inútil, puesto que la respuesta es con toda seguridad multifactorial, siendo el factor preponderante que se trataba −precisamente− de la candidata del partido oficial.
Aun así, no se pueden excluir de la fórmula los programas sociales, ni el carisma del líder de la secta, ni el repudio unánime a los partidos de antaño.
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Innegable como cualquiera de los anteriores, hay que sumar el hecho de un voto completamente acrítico e irreflexivo, que vota incondicionalmente por lo que considera constituye un cambio con respecto al régimen anterior, no obstante sobreviven todos los vicios de la vieja política (corrupción e impunidad, autoritarismo, militarización, servicios sociales precarios y un sistema de justicia deficiente), pero en su versión más recargada.
No es una opinión, las propias cifras oficiales dan fe del fracaso de esta administración en casi cualquier rubro. Salud, educación, seguridad pública, desarrollo económico, abatimiento de la pobreza y de la desigualdad, transparencia. No obstante, en lo que AMLO parece tener completa razón es en el índice de felicidad de los mexicanos quienes, a cambio de una mesada, descansan toda preocupación civil en el caudillo social a cuyo título se les proporciona.
Quizás por ello es que, como decíamos en la pasada entrega, México está más entretenido con el desarrollo de los acontecimientos acaecidos en la mítica Casa de los Famosos que con el novelón que nos regala la captura o rendición pactada (seguimos sin saber) del señor narcotraficante Ismael Zambada “El Mayo”.
De acuerdo con algunos analistas, Estados Unidos estaría haciendo pagar al Presidente de México por todo el desdén y falta de colaboración y de seriedad con que ha asumido su parte en la lucha contra las drogas y sus zares en nuestro país.
Ya son más de tres semanas y las agencias norteamericanas le han negado sistemáticamente la información al Gobierno mexicano, incluso se podría decir que juegan con la paciencia del Ejecutivo dándole largas, explicaciones ambiguas y hasta risibles, como que el piloto de la aeronave que transportó a los capos de marras (cuya identidad sigue siendo un enorme enigma en México), fue puesto en libertad sin que se le tomaran ni siquiera sus generales elementales. Lo dicho, se están riendo a costillas de nuestro mandatario y ello no es gratuito, pues AMLO reiteradamente entorpeció las acciones de las agencias antinarcóticos del país vecino con lujo de socarronería.
Hoy López Obrador ya se cansa de enviar interlocutores para negociar con las agencias norteamericanas, de amagar con escribir una de sus monsergas epistolares a su homólogo, Joe Biden, de formular listas con todos los datos que requerimos de este lado de la frontera y, por supuesto, de ganar tiempo mañanera con mañanera. La respuesta del Tío Sam ésta vez fue un largo, grueso, perfectamente enhiesto y bien pintado dedo cordial.
Con ambigüedad, datos confusos y falta de colaboración, las agencias gringas le dan una sopa de su propio chocolate al mismo que dejó en libertad al general Cienfuegos tras una investigación de 10 años; a ese mismo que reveló datos de los agentes encubiertos poniéndolos a merced de los sicarios del narco.
Pero podría haber un motivo ulterior, evitar que el gobierno de la 4T sepa por dónde viene el chingadazo, para que no pueda tomar previsiones, para anular su capacidad de negociación y así tomarlo por sorpresa llegado el momento.
Y vaya que a falta de información el Gobierno de López Obrador se ha visto torpe, dando palos de ciego.
Hasta ahora, el plan contingencia del Gobierno Federal ha consistido en tres torpes y anodinas líneas de acción:
1. Fincarle un cargo por el delito de Traición a la Patria a Joaquín Guzmán López, como el presunto responsable de la captura de “El Mayo” Zambada y su entrega a un gobierno o autoridad extranjera. No importa todo su historial como criminal, al hijo del “Chapo” se le acusa de perjudicar a otro capo del narcotráfico bajo el gravoso y melodramático concepto de traicionar a la Nación. ¡Suerte con eso!
2. Atraer tardíamente a la Fiscalía de la República lo que con superlativa torpeza, impúdico desaseo y evidente complicidad encubridora estuvo manejando la Fiscalía de Sinaloa, en torno al presunto secuestro de “El Mayo” y todos los hechos derivados y relacionados, entre ellos el asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda, homicidio que todo indica trató de ser encubierto como un asalto por la misma fiscalía estatal.
3. Cerrar filas en apoyo al otro gran embarrado en este pantano de narcopolítica, el mismísimo gobernador de Sinaloa y zar de los aguacates magullados, Rubén Rocha Moya.
El Presidente, la Presidente electa, los gobernadores morenistas y todo el que es alguien dentro de la 4T, firmaron una carta de apoyo respaldando la inocencia y probidad de Rocha Moya.
Pero, el historial de AMLO me da a pensar que no es lealtad lo que ha unido a su movimiento a cerrar filas en torno al Gobernador señalado por el narcotraficante. Si algo sabe Andrés Manuel es soltar lastre, deshacerse de aquellos que ya no le sirven o sólo le representan un problema.
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Creo que si entre todos quieren cobijar a Rocha Moya es porque el gobernador de Sinaloa representa el gran boquete por donde haría aguas y terminaría por naufragar completamente esa gran embarcación sin botes salvavidas llamada Cuarta Transformación.
Aquí no hay olvido que valga. No es un asunto interno al que AMLO pueda dar la vuelta a la página al cabo de unos cuantos días de estar mareando a la prensa desde su mañanera. Esta vez la agenda la tienen unos señores gringos que no le permiten echar ni un vistazo. Muy al contrario, le sueltan información falsa o incompleta para confundirlo y −se presume− hasta para divertirse a sus macuspanas costillas.
Como trovara el romántico michoacano: ¿A dónde vamos a parar?