México: Aquí se habla de santos y pachucos
Reímos y sonreímos, porque tal es el temperamento de los mexicanos aun en los tiempos más difíciles, pero sufrimos los efectos de un régimen populista y demagógico
La palabra “pachuco” servía para designar al individuo de vestimenta estrafalaria, entre mexicano y gringo, que puso de moda en el cine Germán Valdés, “Tin Tan”. Según Boyd ese vocablo tuvo su origen entre los llamados “pochos” de El Paso, Texas. De ahí, del nombre de esa ciudad, pasando por “pasuco”, vendría el término “pachuco”, que en Ciudad Juárez empezó a usarse por primera vez antes de conocerse en el resto de la República.
Durante la Segunda Guerra escaseó en México la moneda fraccionaria, pues nuestros metales iban a Estados Unidos a servir para usos bélicos. Se acostumbró entonces aquí partir en dos los billetes de un peso. A cada mitad se atribuía el valor de 50 centavos, y se le llamaba “pachuco”, nunca he podido averiguar por qué.
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Nuestro pueblo es rico en expresiones. Para cada circunstancia de la vida tiene un dicho, y es dueño de inagotable caudal de proverbios y refranes. Delicioso resulta oír hablar a quienes todavía conservan la gracia del habla popular. En su boca no hay esas monotonías del lenguaje que por obra y gracia de la televisión y la Internet se va volviendo el mismo en todas partes. A cada paso la gente del pueblo, sobre todo en el campo, suelta una de esas expresiones que suspenden el ánimo, divierten y dan constancia del ingenio de los mexicanos para matizar sus modos de hablar con moditos que, por ser tan nuestros y por mostrar el genio de la lengua, no me canso de admirar.
Saludé una vez a un artesano:
-¿Cómo está usted?
Me respondió:
-Como el niño de San Antonio, licenciado.
Jamás había yo oído esa expresión, de modo que le pregunté:
-¿Y cómo está el niño de San Antonio?
Dijo:
-Riéndose, pero con la estaca atrás.
Entonces aprecié la cabal justeza de aquella ingeniosísima expresión. A San Antonio de Padua, en efecto, se le representa siempre llevando a un sonriente Niño Jesús sentadito sobre uno de los brazos del santo. Los imagineros deben hacer las dos figuras por separado: de una pieza la de San Antonio; de otra la del Niño. Y como esta segunda imagen tiene que unirse a la primera por medio de una estaquita, la expresión que me enseñó aquel artesano resulta acierto singular.
Así andamos ahora en México. Reímos y sonreímos, porque tal es el temperamento de los mexicanos aun en los tiempos más difíciles, pero sufrimos los efectos de un régimen populista y demagógico que muchos daños ha causado a nuestro país. Aunque traigamos por fuera la sonrisa, interiormente lamentamos estos malos tiempos y los peores que quizá vendrán.
Andamos, pues, como el Niño de San Antonio. Tendremos que decir como aquel otro señor al que alguien hacía la misma pregunta:
-¿Cómo está usted?
Respondía él:
-Bien y mal, para saber de todo.
Así nosotros. Conocimos días mejores, y ahora vivimos otros que nos inquietan y perturban. Decía el lema latino de la benemérita editorial Jus: Alios vidi ventos aliasque procellas. Otros vientos he visto y otras tempestades. También nosotros hemos visto otras épocas difíciles, y aquí estamos. Quizá como el Niño de San Antonio, pero aquí estamos.