México: Entre cifras, discursos y una realidad que no cambia

Opinión
/ 9 noviembre 2025

La violencia en México no surgió por generación espontánea y tampoco surgió en 2006, como muchos lo aseguran. Inegi, en 2006 hablaba de más de 10 mil homicidios dolosos en ese año. Por 2007, se habían duplicado. El período de Vicente Fox, es el período de la germinación de la violencia.

Antes de esta fecha ya se daba en Tamaulipas, Sinaloa, Chihuahua, Guerrero y Michoacán, la diferencia entre ese tiempo y ahora, es que no tenía la visibilidad mediática que se daría a partir de la declaración formal que hizo Felipe Calderón, cuando el 11 de diciembre de 2006 pronunció un discurso, en Morelia, donde anunciaba el llamado operativo Michoacán, de donde es originario el expresidente. El famoso Operativo Michoacán, se da ya, en un marco de violencia publica grave, ahora son ejecuciones de alcaldes; en ese tiempo era de policías municipales y estatales y se usaba la violencia pública para infundir miedo en la población.

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Fue precedido por un evento que probablemente usted recuerde. El 6 de septiembre de ese año, un grupo armado hizo rodar en el bar “Sol y Sombra” cinco cabezas humanas –seguro lo recuerda– y junto a los restos un mensaje de uno de los grupos delincuenciales que apenas aparecía. El argumento de Calderón fue, que la única manera de frenar a los cárteles era con las fuerzas federales y a partir de aquí ya conoce la historia.

La guerra contra el narcotráfico comenzó con el argumento: “Esta es una lucha por la seguridad de las familias mexicanas”. Con eso se justifica la entrada del ejercito en tareas de seguridad y por supuesto, el trasfondo lo representaba la idea de legitimar su mandato, que había surgido en medio de muchas sospechas.

En ese sexenio (2006-2012), Inegi declaró que hubo 132 mil 065 homicidios dolosos. En la administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018), aunque una de sus declaraciones más famosas, dicha en 2012, en su toma de protesta como presidente “México no puede seguir atrapado en la violencia”, México siguió atrapado en la violencia, se dieron cerca de 156 mil 159 homicidios dolosos, en 2014, incluyendo el suceso ocurrido en Ayotzinapa, donde dice una gran verdad: “El estado mexicano falló” y agregaríamos y sigue fallando.

Con Andrés Manuel, en el marco de su famosa frase “abrazos, no balazos”, se vivieron en el país de 2018 a 2024: 188 mil 986 homicidios (todos los datos anteriores, son información de Inegi). El 1 de octubre de 2024, en su discurso de toma de protesta Claudia Sheinbaum refiriéndose a la inseguridad y a la violencia afirmó que “La paz y la seguridad son fruto de la justicia”. Casi 25 años después, las cosas siguen igual o peor. Las familias mexicanas seguimos viviendo en este marco de inseguridad, quien declaró el Operativo Michoacán, ahora pasa sus días en Madrid, España.

Con una política pública similar a la de AMLO, las estrategias de Claudia Sheinbaum para acabar con la violencia, ahora se basan en implementar programas de justicia, desarrollo y respeto a la vida. Fortalecimiento institucional y cero impunidad. Recuperación del tejido social, a través de desarrollo económico y educativo. Enfoque particular para la violencia de género. Coordinación entre la federación, los estados y los municipios. No negociación con los grupos delincuenciales. En los primeros 11 meses de su gobierno se han registrado 24,238 homicidios dolosos. El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) afirma que ha habido una reducción del 25.3%.

Hasta el momento, aquí solo hemos hablado de datos, cifras, tiempos, declaraciones, pero no de todo lo que esta detrás de esta violencia que no se acabó en 2012, ni en el momento que ahora vivimos y que siguen en riesgo, como lo ha estado la seguridad de las familias mexicanas. Los últimos acontecimientos así lo traslucen.

Lo que al momento hemos leído, es la forma como hemos visto la violencia, durante este tiempo. En el fondo se encuentra un estado rebasado, fuerzas del orden que en virtud de sus salarios se han dejado deslumbrar por el dinero. Gobernantes que amenazados o no, no han hecho adecuadamente la tarea. Lo que hemos vivido con el asesinato de Carlos Alberto Manzo, lo trasluce. Cárteles delincuenciales mejor pertrechados que las fuerzas del orden. Una deslealtad evidente de los cuerpos de seguridad.

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Por supuesto, la debilidad institucional del estado mexicano, en las entidades federativas y en los municipios, donde más del 90% de los delitos no se resuelven. Ministerios públicos, fiscalías y policías carecen de capacidad, profesionalización o independencia. El mensaje que se ha enviado sistemáticamente desde hace tiempo: delinquir no tiene ninguna consecuencia. Finalmente, la corrupción y la colusión –más que evidente– del estado con los grupos delincuenciales. Y en el fondo lo que ha causado toda esta situación: la desigualdad y la falta de oportunidades, de muchos hermanos nuestros que ven en la violencia una industria rentable. ¿Chicos de 17 años involucrados con un arma asesinando sin el menor rubor? Altos niveles de pobreza, marginación y falta de empleos formales empujan a nuestros chicos hacia economías ilegales. En muchos territorios, el crimen organizado ofrece ingresos, protección o “estatus” donde el Estado no brinda alternativas.

Otras causas que han propiciado lo que ahora se ha normalizado es la violencia intrafamiliar, el machismo, el alcoholismo, los espacios comunitarios, educativos y culturales se han debilitado. Feminicidios, desapariciones, trata y agresiones sexuales están vinculados a una estructura social que tolera la violencia contra mujeres. En resumen, lo que comenzó en 2006 y hoy seguimos viviendo, no es solo un problema que tiene que ver con el crimen organizado, es un problema del estado, de la sociedad y de este perverso modelo económico en el que vivimos. Por supuesto, la paz es fruto de la justicia (cfr. Sheinbaum), “pero hemos olvidado que la justicia exige verdad, memoria y responsabilidad; no puede construirse sobre el silencio ni la indiferencia” (Gandhi). Así las cosas.

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