México y Rusia, países víctimas de la corrupción

Opinión
/ 27 julio 2023
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Julio 26 de 1997.- Hoy no sé en dónde estoy. Veo gente y la gente me ve. Sus rostros son extraños, hasta podría decir que no tienen rostro, todos son iguales. Los veo. Me confundo. Me impaciento.

Una sonrisa es imposible en los labios de esas personas. Una palabra de ellos nunca viajará por el aire y sus oídos parecen negar la entrada a cualquier sonido. Físicamente todos son muy parecidos: altos, rubios, fuertes e inexpresivos. Lo único verdaderamente interesante son sus ojos. No importa que no pronuncien ni una sola palabra, sus ojos lo dicen todo. Puedo ver en ellos mi propio reflejo. Al mirarlos descubro mis alegrías y tristezas, mis fuerzas y debilidades. Me siento rodeado por esas personas y tengo miedo de convertirme en alguien así.

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Todos aplastados en un asiento, nos conducimos a un lugar, no sé a dónde y para ser sincero, hasta el momento no me había puesto a pensar en ello. Es inevitable, estoy siendo contagiado por la insensibilidad de mis compañeros de viaje.

Afuera de la caja en que nos transportamos se ve un mundo hermoso, un mundo en donde la naturaleza triunfa. Pero yo soy ajeno a ese mundo, pues estoy preso en esta chatarra caminante que se atreve a partir en dos al paisaje. Abro la ventana y trato de aspirar un poco de libertad, pero triunfa el ambiente represivo en el que estoy inmerso.

Llego a mi destino final. No sé dónde estoy, pero al bajarme del viejo tren veo un letrero oxidado que dice con letras borrosas: RUSIA.

Si preguntamos por una nación que fuera totalmente diferente a México, de seguro nos contestarán que Rusia. En el verano del 97 tuve la oportunidad de conocer este país y me di cuenta que, al igual que México, tiene hermosos paisajes; tiene grandes ciudades como Moscú o San Petersburgo, donde descansan construcciones que nos hacen ver la majestuosidad de su pasado. Sin embargo, la gente es muy distinta a nosotros. Es triste ver a los rusos. Notar en sus rostros una pequeña muestra de felicidad es algo casi imposible. No sé a qué se deba esto; puede ser herencia cultural o quizás el clima hace que su carácter sea igual de frío, sin embargo, creo que la causa principal es su gobierno. El sistema paternalista antidemocrático convirtió a los rusos en robots, unas veces disfrazados de militares, otras de obreros o de esculturales atletas, pero al fin y al cabo, robots.

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Con la caída del bloque socialista y su incursión en el capitalismo, el mundo descubrió que Rusia no es la potencia antes temida, sino más bien un país atrasado, pobre y sin mucho futuro por delante. Las tres cuartas partes de la población rusa apenas consiguen lo necesario para sobrevivir. Y esto se ha acentuado tras la inútil guerra expansionista que Putin emprendió contra Ucrania, país pequeño, pero con un patriotismo enorme que les permite seguir de pie.

A pesar de las diferencias marcadas entre la personalidad de los rusos y los mexicanos, muchos de sus problemas, al igual que los nuestros, son causados por la corrupción. Sus gobernantes se preocupan más en satisfacer los intereses propios y de un pequeño grupo de poderosos empresarios que en cumplir con las demandas de más 145 millones de habitantes en Rusia.

México no es el mismo de hace unos años. Ahora tenemos a un presidente que un día y al otro también aprovecha su tribuna mañanera para atacar a los opositores, a los periodistas, a Norma Piña, al INAI y al INE. Ahora, no hay día que no ataque a Xóchitl Gálvez. Su lucha antidemocrática, que ha incluido toda clase de delitos penales, ha sido uno de los muchos males derivados de esta administración presidencial.

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Veamos el presente de Rusia y pensemos que ese puede ser nuestro futuro si no frenamos a los candidatos de la 4T y al líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador. Éste, al igual que Putin, ha logrado que la pobreza aumente, que se destinen miles de millones de dólares en proyectos interminables e inútiles, y que cientos de miles de mexicanos hayan perdido la vida por la ineptitud de un Gobierno que no fue capaz de hacerle frente a sus peores enemigos: la pandemia del COVID-19, las bandas de la delincuencia organizada y la falta de medicinas para las y los mexicanos y tratamientos para los niños con cáncer.

En nuestros días la corrupción se ha incrementado y existe la posibilidad de sufrir nuevas crisis económicas. Pero seamos optimistas y trabajemos por un futuro mejor, pues de lo contrario estaremos condenados a sufrir tanto como el pueblo ruso.

aquientrenosvanguardia@gmail.com

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Nacido en Saltillo el 5 de mayo de 1975, soy hijo de Armando Fuentes Aguirre y de María de la Luz de la Peña de Fuentes. Licenciado en Ciencias de la Comunicación en el Tec de Monterrey, donde obtuve mención honorífica. Cursé estudios de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Seleccionado entre jóvenes periodistas para participar en el Taller de Narración Periodística impartido por el Nobel colombiano Gabriel García Márquez y la Fundación de Nuevo Periodismo Latinoamericano. Maestro en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y en Letras Españolas por la UANL. Fui designado por la Facultad de Filosofía y Letras como el mejor alumno de posgrado, siendo merecedor de la medalla a los mejores estudiantes de México entregada por la SEP Federal en tiempos del Presidente Vicente Fox. Columnista de los periódicos Palabra, El Siglo de Torreón, El Siglo de Durango, Zócalo de Piedras Negras, y El Mañana de Nuevo Laredo. Director artístico de Radio Concierto, encargado de corresponsales del Periódico ABC de Madrid. Fundador y director del diario de distribución gratuita 10 MINUTOS. Director desde 2011 del Consejo Editorial del Estado de Coahuila y de los Talleres Gráficos del Estado.

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