Mirador 29/05/2023

Opinión
/ 29 mayo 2023
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Un hombre iba por el camino llevando sobre la espalda una pesada roca.

Tan grande era el pedrusco que le estorbaba el paso, y aun lo hacía caer.

La gente que se cruzaba con él le preguntaba:

-¿Por qué cargas ese peso?

El hombre no contestaba. Hosco, seguía caminando con la enorme piedra que al mismo tiempo lo hería y lo fatigaba.

Mas sucedió que un día el hombre se preguntó a sí mismo lo que la gente solía preguntarle: ¿por qué cargaba aquella piedra?

Entonces dio respuesta a la pregunta: no sabía por qué la cargaba.

La arrojó, pues; se deshizo de ella, y pudo entonces seguir su camino con paso ligero, alegre y firme.

Lo mismo le sucederá a quien arroje de sí sus odios, sus envidias, sus rencores.

¡Hasta mañana!...

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