Ningún padre debe ignorarlo: estudiantes están copiando de una inteligencia artificial

Opinión
/ 20 noviembre 2025

Nuestros hijos vivirán en un mundo plagado de inteligencia artificial. Lo que necesitan –y siempre necesitarán– es inteligencia moral

La semana pasada disfruté de un momento de lectura sobre noticias internacionales. Cuando leí el siguiente titular no continué leyendo porque empecé a sentir inquietud: “La trampa de la inteligencia artificial sacude a las mejores universidades de Corea del Sur”. Resumiendo la historia: en un país conocido por su rigor académico y su cultura del esfuerzo, los mejores estudiantes del mundo han hecho trampa gracias a la inteligencia artificial. Como padre y profesor, no pude resistirme a formular una pregunta: si esto sucede en las más prestigiosas universidades del planeta, ¿qué ocurre en nuestras escuelas? ¿Qué pasará con nuestros hijos?

La cuestión se planteó en un prestigioso campus de Seúl, en Yonsei University. Era época de exámenes y cientos de estudiantes estaban realizando un examen en línea para un curso... ¡de ChatGPT! Los alumnos tenían instrucciones precisas: cámaras encendidas, abajo los libros, nada de programas ni de inteligencia artificial. Sin embargo, el profesor comenzó a observar una serie de comportamientos extraños. Movimientos de ojos, ventanas que, de forma sospechosa, se abrían, respuestas demasiado perfectas. Repasó las grabaciones y la verdad se reveló: decenas de estudiantes habían utilizado IA. Cuarenta lo admitieron.

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Y como un efecto dominó, las otras dos universidades, la Universidad Nacional de Seúl y la Universidad de Corea, también revelaron incidentes de este tipo: estudiantes compartiendo respuestas en los chats, resolviéndolas con IA e incluso mostrando sus pantallas a otros mientras el examen transcurría. Estas tres universidades forman parte de la máxima aspiración de un estudiante coreano. Entrar ahí es sinónimo de prestigio, disciplina y éxito. Y la tentación tecnológica ya había penetrado en sus muros.

La juventud contemporánea enfrenta un dilema que nosotros ni nos habíamos planteado: el hecho de hacer sus deberes escolares con una herramienta que hace casi cualquier tarea mejor y más rápido. En Corea del Sur, más del 90 por ciento de los universitarios usan IA en sus trabajos. A medida que avancé en la lectura, me imaginé la escena en nuestros hogares: un joven haciendo tarea en la laptop, con una pestaña de ChatGPT abierta. Le pides que te explique qué está haciendo. Te enseña un texto impecable. ¿Lo ha escrito él? ¿Lo ha escrito la máquina? A veces ni él mismo sabe qué ha pasado.

Como padres solemos decirles “no copien”, “realicen su trabajo”, “inténtenlo”. Pero esos mensajes ya no son suficientes. Nuestros hijos no están copiando de un compañero: están copiando de una inteligencia artificial capaz de crear textos, resolver problemas, escribir códigos, traducir lenguas y explicar conceptos complejísimos.

Entonces, ¿qué hacer?

Primero, hablar con ellos. Sin miedo, pero con sinceridad. Preguntarles:

—¿Cómo utilizas la IA?

—¿Te ayuda a aprender... o estás aprendiendo por ti mismo?

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En segundo lugar, enseñarles algo que ninguna plataforma tecnológica puede cubrir: ética. La noción de que el verdadero aprendizaje es el que ocurre dentro, no a través de una pantalla. Que la facilidad no forja carácter.

En tercer lugar, orientarlos para que la IA sea una herramienta, no una muleta. Que la puedan usar para investigar, aclarar dudas o mejorar ideas, no para sustituir su esfuerzo. Y al final del día, lo que hay en juego no es una calificación, sino el tipo de adulto que estamos criando. Nuestros hijos vivirán en un mundo plagado de inteligencia artificial. Lo que necesitan –y siempre necesitarán– es inteligencia moral.

Y ésta empieza en casa.

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Ia

Es licenciado en Educación con Maestría en Desarrollo Organizacional por la UdeM. Maestría en Psicopedagogía Clínica en España. Cuenta con doctorado en Currículum e Instrucción por la Universidad del Norte de Texas y estudios de Postrgrado en Educación, género, aprendizaje y cerebro en el programa de Velma Smichdt por la Universidad del Norte de Texas.

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