Antonio Vázquez Alba fue un consumado charlatán que ejercía como vidente, psíquico y futurólogo bajo el inmodesto mote de “El Brujo Mayor”.
Por razones que sólo encuentran explicación en la decadencia de los medios de comunicación, el tal “brujo” era un referente de la prensa sensacionalista y sus “predicciones” de inicio de año eran puntualmente publicadas con lujo de alharaca, pese a su paupérrimo porcentaje de bateo, es decir, su notable inexactitud para vaticinar.
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Entre sus “greatest hits” de la precognición, el señor brujo predijo la muerte del presidente Jimmy Carter... ¡durante su administración (1977-81)! Pero −pese a los esfuerzos de AMLO por asesinarlo− Carter sigue vivito hoy a sus 99 años.
Como buen adivinador de pacotilla, “El Brujo Mayor” hacía predicciones ambiguas y genéricas: “Un famoso morirá”; “un terremoto ocurrirá”, pero bastaba con que se arriesgara un poco para hacer un nuevo ridículo que los consumidores de estas farsas invariablemente le condonaban.
En política, el Brujo también anticipó la victoria de Hillary Clinton en los EU y en México de Pepe Meade, sendas presidencias como bien sabemos tuvieron lugar en efecto, sólo que en la Tierra 1610 del Universo Marvel.
Pero quizás la pifia más graciosa y memorable en su errada trayectoria astral fue la reiterada predicción que hizo sobre la muerte del dictador cubano, Fidel Castro.
El barbudo (Castro, no el Brujo) figuraba invariablemente entre los candidatos del charlatán (el Brujo, no Castro) para conocer a la Huesuda, pero probablemente cansado de cagarla año con año, el adivino no incluyó en 2016 al tirano comandante quien decidió en noviembre de dicho año dejar al Brujo en su habitual calidad de pendejo.
Y ya como deyección final y desde luego, en consonancia con todos sus colegas malvivientes, el clarividente fue incapaz de predecir que para finales de 2023 él mismo ya no estaría apto para cargar a los peregrinos.
Ahora entiéndame algo, por favor: No es que Vázquez “El Brujo” Alba fuera un mal adivino. Lo que sucede es que los pitonisos, agoreros, profetas, psíquicos, videntes y clarividentes simplemente ¡no existen!
Lo menciono porque con cierta frecuencia a los opinadores se nos solicita que demos atisbos del futuro, que anticipemos con precisión qué es lo que va a pasar con tal o cual funcionario, con determinado partido, con x o con y gobernante, con aquel gobierno, con nuestro estado o con el país...
Desde luego, se trata de aventurar escenarios plausibles desde el más honesto y concienzudo análisis de los factores en juego, pero dichos factores (y actores) cambian; y la sociedad así como la política, como uno de sus componentes esenciales, son sistemas caóticos y, por lo consiguiente, impredecibles hasta el momento.
No se trata de hacer vaticinios, sino de comprender que la experiencia nos demuestra que, por ejemplo, la mezcla de ciertos ingredientes resulta peligrosa: como la mezcla de cloro y ácido muriático; o el gobierno y la eliminación de contrapesos en el poder.
Es mejor informarse que dárselas de adivino...
Me preguntan con reiterada insistencia sobre el gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez Salinas: ¿Está coqueteando con Morena? ¿Se va a pasar al barco de la Transformación?
¡Pues no lo sé! Y cualquiera que le asegure algo en uno u otro sentido nomás le está jugando al pitoniso.
Hasta ahorita, Manolo ha jugado bien sus cartas, estrechando vínculos con el presidente saliente y con el receptáculo hacia el cual el tlatoani piensa hacer la transmigración, la doctora Claudia Sheinbaum, quienes durante su “Hello, Goodbye Tour México 2024”, ya le pagaron un par de visitas al mandatario coahuilense.
Jiménez Salinas está obligado a ser institucional: Ni puede entrar en antagonismo con el poder hegemónico, pero tampoco va a romper en llanto, cantándole loas y “Las Golondrinas” al Macuspano como hicieron Layda Sansores, el gober de BCS y una diputaducha intrascendente.
Ser cordial e institucional con la 4T es de hecho lo más prudente que Manolo puede hacer, después de todo, en su última reunión el anfitrión y los distinguidos invitados venían de contextos muy diferentes.
Mientras que el gobernador coahuilense estaba recién llegado de una gira por Texas de cuyos resultados se ha dado el lujo de presumir; los trashumantes mandatarios (el Presidente menguante y la Presidente electa) andan por toda la República apagando fuegos para que el primero no le herede a la segunda una papa que de tan caliente resulte una brasa incandescente. Andrés y Claudia venían de pasar las de Caín, tratando de despercudir un poco la insalvable reputación del gobernador de Sinaloa, Rubén “El Cascanueces” Rocha Moya.
Y si Manolo viene de estrechar la mano de su homólogo texano y de reunirse con empresarios de traje botas y sombrero; la simbiótica pareja presidencial tuvo una ardua semana repeliendo a la opinión especializada, doméstica e internacional, que desaprueba las reformas al Poder Judicial, incluyendo la de las dos economías de las que depende la nuestra. ¡EU y Canadá!
La sombra de una autocracia autoritaria, de la peor crisis de transparencia desde el peor priato, una penosa colección de elefantes blancos pero, sobre todo, la sospecha de un pacto de impunidad con el narco se abate sobre el proyecto lopezobradorista, comprometiendo seriamente su paso a la posteridad, que es lo que enfermizamente persigue el caudillo.
La pulverización de todo el presupuesto, recortes en rubros esenciales del gasto público, el desmantelamiento de todos los organismos autónomos, la destrucción del Poder Judicial, la impunidad de la vieja mafia del poder y el enquistamiento de una nueva, el diseño de un sistema electoral a modo y una cifra de muertes por negligencia o indiferencia que el tlatoani asegura que constituye un saldo mucho más alentador que el que arrojaron sus predecesores, todo habrá valido la pena si López Obrador gana su sitio póstumo entre Hidalgo, Juárez y don Panchito Madero. Pero ahora ese sueño pende de un hilo y, mejor dicho, pende de lo que tenga que decir un capo del narco en poder de la justicia norteamericana.
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Jiménez puede celebrar sus pequeños logros que son un millón de veces preferibles a las titánicas catástrofes que la 4T intenta contener.
Hace bien el gobernador de Coahuila en tender puentes con el Gobierno Federal, pero pese a que el PRI en lo nacional está reducido a un fiambre reseco, falta mucho para ver a Jiménez Salinas firmando su adhesión al “segundo piso” de la Transformación. Y no será antes de ver qué tan raspada resulta la 4T de su primer sexenio.
Asegurar que sí o que no sólo sería jugarle al adivino, a uno tan deplorable como aquel que se hacía llamar “El Brujo Mayor”.